LIBELO CONTRA LA SECTA
Por HERMANN TERTSCHABC 16.11.10
CUANDO se termina de escribir un libro, al menos a mí me
pasa, está uno tan aburrido y harto del libro como de sí mismo. Y sin embargo
es cuando se espera que uno empiece a hablar de él. Lo haré hoy y prometo dejarles
después en paz aunque vaya por delante que se trata de un compendio de
reflexiones que tiene mucho que ver con «Montecassino», ese refugio o bastión
de papel desde el que escribo para los lectores de ABC. Mi columna no se llama
así por casualidad. En Montecassino, al sur de Roma, estableció Benito de
Nursia su primer monasterio en el año 529. Aunque muchos no estemos hoy muy de
acuerdo con el arrebato inicial de San Benito de hacer pedazos una estatua de
Apolo en el templo a ese dios que se alzaba en la cumbre que eligió para
asentarse y fundar su primer monasterio, entendemos que entonces venía a
cuento. Y su afán destructor de aquel momento fue compensado infinitamente con
la fundación allí de la orden benedictina y la redacción de la Regla de San
Benito que se convirtió en el principio fundador de la práctica monástica en
Occidente. Desde el siglo VI a nuestros días pasaron allí muchas cosas,
interesantes y magníficas. Allí se atesoraron joyas pictóricas y libros que
contenían gran parte de la sabiduría de Occidente y desde allí se difundieron
en siglos de asaltos, acosos y persecución. La identidad europea tiene una raíz
profunda en aquel monte sagrado. Quince siglos después de su fundación volvió a
convertirse en símbolo del drama continuo de la historia de Europa. Allí se
libró una terrible batalla en el año 1944 que fue fundamental para la
liberación semanas más tarde de la ciudad de Roma. Entre los capítulos más
gloriosos de la gesta de la toma de Montecassino, una fortaleza del ejército
nazi que se antojaba inexpugnable, está sin duda el asalto de las unidades de
voluntarios polacos que, con infinitas bajas, protagonizaron un avance insólito
bajo el fuego alemán por las empinadas faldas del monte. Los polacos, tras los
judíos las principales víctimas de la brutalidad nazi, despojados de su patria
una vez más bajo Hitler y Stalin, se erigieron en los héroes y vengadores de
sus desdichas nacionales, firmes en su fe, en su patriotismo y su anhelo de
libertad. La columna «Montecassino» pretende por ello ser un homenaje continuo
a los valores de Occidente, al pensamiento y la libertad.
Y el libro «Libelo contra la secta» no pretende otra cosa.
Tras su título guasón, que reivindica el libelo como escrito de combate o
condena de lo intolerable, se encuentra un esfuerzo por explicar parte de los
avatares de la sociedad española en estos últimos años y las numerosas
tropelías de sus gobernantes actuales. No es un libro periodístico, sino un
escrito tan reflexivo como airado que busca explicaciones y denuncia las
amenazas a la libertad de pensamiento, las mentiras como instrumento principal
de Gobierno, la mediocridad prepotente, la falsificación de la historia, la
vocación intimidatoria y los intentos de convertir la sumisión en virtud y la
cobardía en prudencia. Es un intento modesto pero abiertamente indignado de
poner pie en pared ante tanto desmán. Y de recordar que para recuperar los
valores de Occidente, el primero a recuperar es el valor en sí mismo. No ya el
coraje heroico de los benedictinos y de los soldados polacos, ni más ni menos
que el valor justo para hacer frente a la mentira, al matonismo y a la vileza.
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