QUERIDO ARTURO
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 18.02.14
Periodistas acusados desde el poder por opinar. Me recuerda
a mi época en el Este bajo el Pacto de Varsovia
ME dicen, querido Arturo, que nos habéis denunciado. Que
habéis presentado una denuncia ante el Juzgado de Primera Instancia Nº12 de
Barcelona contra varios periodistas. ¡Qué cosa tan rara, Arturo! Un Gobierno
democrático de Europa occidental que presenta una demanda contra muchos
periodistas. No contra un periodista por cometer un delito. Sino contra varios,
muy distintos, de medios muy diversos. Muchos no viven en Cataluña, sino en
otros puntos de España. Bajo otras jurisdicciones. Y ninguno de ellos ha sido
acusado de tales delitos por ninguna instancia. Algunos de los periodistas ya
han recibido la citación, toda ella en catalán. Imagina que no la entienden. O
que responden en alemán, en ruso o en yiddish. Para así comenzar esta relación
en perfecta falta de respeto mutua. Raro. Periodistas acusados desde el poder
por opinar. Me recuerda a mi época en el Este bajo el Pacto de Varsovia.
También a mi padre y sus problemas con el régimen de Franco por los editoriales
en su semanario Spanish Economic News Service (SENS). Uno fue sobre el célebre
caso de la «Barcelona Traction». Le acusaron de injurias al Jefe del Estado.
Con quien se había metido era con Juan March. Fue en los años sesenta. Le
detuvieron en la Nochebuena. Vino la Guardia Civil a buscarle a casa y mi padre
salió en smoking y con monóculo a abrir la puerta al jardín. Muy sorprendidos
los agentes porque les habían dicho que era peligroso, le dejaron cambiarse
antes de llevárselo a la DGS. Mis hermanos y yo solo recordamos aquello como
drama porque uno de los guardias rompió sin querer una de las bolas grandes del
árbol de navidad. Lo cierto es que mi padre fue acusado, juzgado y absuelto por
los tribunales franquistas. Absuelto en pleno franquismo, nada menos que de
injurias al jefe del Estado y acusado por alguien tan poderoso como March y sus
emilioromeros pegados a la ubre del régimen. También hubo periodistas decentes
que le ayudaron como el admirado y querido Jesús de la Serna. Y hubo un juez
independiente y honrado. No sé si hoy podemos esperarlo en Cataluña con jueces
tan permeables a vuestro fanatismo nacionalista. Vuestra delirante denuncia se
basa en un informe de un organismo inventado para la censura. Que ha fabricado la
conclusión de que cometimos el delito de «fomento del odio, menosprecio o la
discriminación por motivos de nacionalidad y opinión». Aquí, lo sabes, los
únicos que fomentan el odio a todo lo español sois vosotros. Quienes
consideramos a los catalanes españoles no podemos odiaros. Solo deseamos que
los aquejados por ese veneno decimonónico del nacionalismo despierten del
tóxico sueño y sean otra vez con serenidad ambas cosas, españoles y catalanes,
a la vez. Mira Arturo, yo no he dicho que seas un nazi porque sé lo que fueron.
Soy de cultura alemana con un padre que fue diplomático en ese régimen. Él sí
fue nazi hasta que vio la monstruosidad que había ayudado a crear. Fue de los
muchos millones seducidos por la gloria nacionalista, nacionalsocialista. Pero
fue de los muy pocos que se revolvieron. Lo pagó después del 20 de julio de
1944 con mazmorra de la Gestapo en Moabit y el campo de concentración de
Sachsenhausen. De los suyos sobrevivieron muy pocos. Volvió a España donde
había quedado su primera mujer. Y cuando ella murió y se casó con mi madre,
convirtió en tarea sagrada la educación de sus hijos en la memoria, dignidad y
firmeza contra esa enfermedad del alma de los hombres y los pueblos que fue el
nazismo, expresión extrema del nacionalismo. Y de la seducción totalitaria.
Espero nunca llegues a lamentar tanto como él, el haberte equivocado, Arturo.
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