The Unending Gift

viernes, enero 31, 2014

«THE ONE MAN SHOW»

Por HERMANN TERTSCH
ABC 31.01.14

Si Pedro Jota Ramírez hubiera sido sustituible como director, cualquier empresa razonable lo habría echado hace muchos años

      SI una compañía extranjera tiene un medio de comunicación en España es siempre con dos muy legítimos objetivos, que son ganar dinero con la propia empresa y tener influencia que le sirva tanto en el campo político como en el mundo más amplio de los negocios. La situación de calamidad total se produce cuando todo deja de funcionar. Cuando no solo se pierde masivamente. Y todos los intentos de reflotar, reformar y cambiar de piel no han cambiado esa situación. Es cuando a las enorme pérdidas de dinero se añade, no ya la evaporación de todo poder para influenciar situaciones y opiniones en favor de los intereses de los propietarios, sino la conversión del medio un lastre infinito que daña de forma radical y permanente las propias posiciones en ese y otros negocios. Si la propiedad de un medio de comunicación conlleva, además de esas masivas pérdidas, un aislamiento y una sanción efectiva en el mundo empresarial y económico, deja de ser un patrimonio problemático y un mal negocio para convertirse en maldición. En esa crítica situación se busca solución con un intento de salir del aislamiento eliminando las causas del mismo. Como última solución, ya que no hay comprador. Como última posibilidad de no perder todo lo invertido. Anima a la compañía extranjera una hipotética mejora de la situación económica. Pero ante todo le mueve a ello la esperanza de que, en condiciones normalizadas, el medio puede ser tratado como algún otro con problemas similares. Y en su día abocado a la quiebra. Pero que supo encontrar su acomodo y, pese a su hostilidad al poder político actual, lograba el decisivo oxígeno financiero gracias a la intervención de dicho poder. Con puntuales cambios de prioridades y énfasis en su forma de informar. Hasta aquí la reflexión desde el sentido común en el caso abstracto.


      Ahora entremos en el caso del relevo del director del diario «El Mundo». Que no es el relevo de un director. Ni mucho menos. Fue el fundador, ha sido el alma y el motor único del diario y, no por casualidad, ha mantenido siempre lejos a todo perfil que pudiera remotamente hacerle sombra. El magnífico profesional que es Casimiro García Abadillo es ahora un brillante periodista en un terrible brete. Porque se pide lo imposible. Nunca podrá sustituir al protagonista de lo que ha sido veinticinco años un «one man show». Eso ha sido el periódico. Si Pedro Jota Ramírez hubiera sido sustituible como director, cualquier empresa razonable lo habría echado hace muchos años. En este intento de mantener el periódico vivo se verá hasta qué punto el personaje era el producto. Habrá libros y programas y hasta «pedrojotaramirólogos» que darán infinitas satisfacciones al ego inabarcable del protagonista del culebrón. Que por supuesto volverá. Ya veremos con qué, como qué y por dónde. Sería tan ridículo como mezquino negarle su extraordinario talento, su brillante obsesión por la profesión, su inmensa laboriosidad, su considerable cultura. Como sería iluso pensar que alguna vez ha tenido algún escrúpulo que le fuera obstáculo en sus fines. Ni otra moral que no fuera siempre armónica con la obtención en cada momento y situación de su beneficio personal. Es preocupante para todos su última gesta, de momento, que es irse tras haber impuesto una convicción general de que su abismal fracaso empresarial nada tiene que ver con su caída. Y que esta es únicamente una heroica inmolación del héroe con sus convicciones intactas, frente a la ofensiva de los poderosos dragones del maléfico sistema. Ni lo uno ni lo otro. Y pese a ello, hay que reconocer que inquieta tanta gente celebrando que una voz sea acallada.



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