EL ÉXITO DE LO TÓXICO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 07.03.14
La ética de la responsabilidad está proscrita por esa
jauría que criminaliza y difama todo lo que no obedezca a las consignas de la
secta izquierdista
«LAS fronteras matan» rezaba el lema del programa. Cuatro
conspicuos izquierdistas voceaban a la pantalla el pasado miércoles su airada
unanimidad contra el discrepante ausente. Al que no habían invitado a opinar.
No había allí nadie que defendiera algo tan obvio como la necesidad de las
fronteras y de protegerlas. De salvaguardar la legalidad, de la que esas
fronteras son parte incuestionable. Los cuatro unidos clamaron durante todo el
programa contra «el asesino» que a fin de cuentas es el Estado. Mejor aún, el
que ahora lo gobierna. Sobre la mesa, en primer plano, unas concertinas, una de
las armas del crimen. Las concertinas son los alambres con cuchillas. Para
mayor disuasión y eficacia como obstáculo. Están hechas para que nadie las
toque. Y nadie obliga a tocarlas. Son las concertinas que puso el Gobierno de
Zapatero nada más llegar a Moncloa. Pena que todos los presentes en el programa
de «las fronteras matan» no se preocuparan entonces nada por aquellos alambres
que ahora les indignan. El jefe del programa se dedicaba a enriquecerse gracias
a su amistad con el padre de las «alambradas asesinas». Oiga, pues entonces ni
una queja. Entonces, unos cargos políticos se dedicaban desde el poder a fundar
una televisión privada, la tele de los amigos del presidente del Gobierno,
ahora ya convertida en el escaparate de la jauría. Y emulada con éxito por
otras. ¡Ay, entonces! No se recuerdan lamentos de estos cuatro, cuando cinco
inmigrantes fueron abatidos a tiros en aquella frontera. Aquellos sí fueron
disparos, tiros, fuego real.
No lo han sido las pelotas de goma de los guardias civiles en
el trágico incidente en que se ahogaron quince jóvenes asaltantes. Pero desde
que sucedió, socialistas, comunistas y los programas que manejan en públicas y
privadas no dejan de hablar de los «inmigrantes tiroteados» y los «disparos
contra los inmigrantes». Al final, todos convencidos de que la Guardia Civil
disparó a matar. Ya saben, «la frontera mata». Quienes la defienden matan. El
mensaje tóxico cunde. La comisaria Mallström tiene a su lado una socialista
española que ya se ocupa de transmitirlo. Los demás Estados tienen a ciudadanos
suyos situados cerca de los órganos de decisión de la UE para defender sus
intereses. España los tiene para que saboteen los suyos. Así fue con el juez
López-Guerra en Estrasburgo. Y ahora con Ana Terrón del PSC a la vera de la
comisaria.
La culpa de los muertos es de todos los que no nos ponemos
bajo la bandera y el dictado de su bondad infinita. No explican cómo asumir el
inacabable flujo de inmigrantes africanos que seguiría a la inevitable
violación masiva de la frontera generada por la tolerancia publicitada. Ni cómo
se iban a defender los derechos y la seguridad ante el triunfo de la
inmigración ilegal y el colapso de la legalidad. ¿Para qué? El sentimiento
humanitario es inapelable. Porque excluye la razón. Porque la ética de la
responsabilidad ha sido abolida. Es más, porque está proscrita por esa jauría
que criminaliza y difama todo lo que no obedezca a sus consignas de la secta
izquierdista con manto humanitario. Ha conseguido hacer de España una perfecta
anomalía política, en la que la izquierda renuncia ya por completo a la defensa
de la legalidad y poderes mediáticos hacen negocio con el permanente desafío a
la legalidad. Aplicando al debate y la propaganda política los mecanismos de la
basura sentimental televisiva clásica. Tienen éxito en este país tan escaso en
coraje cívico. Intimidan a diestra y siniestra. Nadie quiere problemas con
gentuza sin escrúpulo alguno. Que blande, procaz y soberbia, su gran arma
tóxica de un programa de televisión diario.
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