The Unending Gift

lunes, abril 21, 2014

EL MATÓN NECESITADO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 15.04.14


Le ha resultado tan fácil y barata la anexión de Crimea al Kremlin, que todo indica no va a poder resistirse a repetir la operación

EL ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, es un hombre sofisticado. Al que podría confundir con un multimillonario intelectual y cosmopolita. Siempre pausado y de modales casi patricios, probable legado de su padre armenio. Nada más lejos de su culto trato, por tanto, el faltar al respeto a sus interlocutores. De ahí que resulte tan alarmante que Lavrov se permita insultarnos a todos, a toda la comunidad internacional, cuando habla en estos días con la peor desvergüenza intelectual sobre la crisis ucraniana. No otra cosa es acusar ahora a la Unión Europea y a la Alianza Atlántica de injerencias en los asuntos internos de Ucrania. Solo cínico desprecio es esa acusación de alguien que hace un mes invadió militarmente y anexionó por la fuerza toda una región ucraniana. Y como cabeza visible de un régimen, el ruso, que ya ha puesto en marcha otra escenificación muy similar a la crimeana en las regiones más orientales de Ucrania.

La procacidad del otrora versallesco Lavrov podría bien tomarse por el símbolo de la transformación de esta Rusia que se ha quitado la careta y, tras un cuarto de siglo de pretenderse socio en Europa, ha decidido mostrar su eterno y verdadero rostro de matón y amigo de lo ajeno. Pero Rusia es un matón necesitado. Y débil, por avasallador que sea. Y es muy probable que sus grandes gestas patrióticas de estos principios del 2014 no granjeen al final a Rusia más que disgustos. El error ruso ha sido inducido paradójicamente por la debilidad de Europa y de la Otan y la dispersión imperdonable de la Administración Obama. Le ha resultado tan fácil y barata la anexión de Crimea al Kremlin, que todo indica no va a poder resistirse a repetir la operación. No será tan limpia como en Crimea. Entre o no con su ejército regular en territorio ucraniano, Putin ya está dedicado a generar una nueva realidad con el conflicto civil siempre a su disposición como pretexto para la eventual invasión y ocupación. Nadie piensa en este momento en Moscú en lo que vendrá después. Que será duro cuando el entusiasmo decaiga, dado que Putin podrá cambiar muchas fronteras por la fuerza, pero no el hecho de que el patriotismo no se come. Y Rusia come de las materias primas que vende en el exterior. Como un país cualquiera del Tercer Mundo.

Hay muchas naciones a las que puede chantajear con su energía. Pero nadie es más dependiente de la venta de energía rusa que la propia Rusia. Que no tiene más fuentes de ingresos. Cuando el gas comience a fluir masivamente desde las regasificadoras de España hacia los consumidores centroeuropeos, Rusia añorará estos tiempos de dependencia. El Kremlin se ha quitado la careta y puede que haya hecho un favor a todas las sociedades que aún dormitan. Porque se ha visto lo peligroso que está el mundo. Y lo insensato que es estar inerme. Las cifras de compras de armas de Rusia, China, países árabes o África no paran de subir, mientras bajan las de las democracias occidentales, EE.UU. incluidos. Eso cambiará. No es seguro que vaya a haber guerra en Ucrania en las próximas semanas. Sí es seguro que el escenario de esa guerra queda presente ya para el futuro previsible en todo diseño estratégico de la política de seguridad europea. Y claro queda que todos los pueblos que quieran ser libres tienen a quien temer y frente a quién protegerse. Rusia aún puede arrasar la región. Aplastar parte de Ucrania. Trastornar a Europa. Pero no puede evitar su soledad ni la certeza de que su aventura expansionista profundiza y prolonga su atraso.

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