EL MATÓN NECESITADO
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 15.04.14
Le ha resultado tan fácil y barata la anexión de Crimea al
Kremlin, que todo indica no va a poder resistirse a repetir la operación
EL ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov,
es un hombre sofisticado. Al que podría confundir con un multimillonario
intelectual y cosmopolita. Siempre pausado y de modales casi patricios,
probable legado de su padre armenio. Nada más lejos de su culto trato, por
tanto, el faltar al respeto a sus interlocutores. De ahí que resulte tan
alarmante que Lavrov se permita insultarnos a todos, a toda la comunidad
internacional, cuando habla en estos días con la peor desvergüenza intelectual
sobre la crisis ucraniana. No otra cosa es acusar ahora a la Unión Europea y a
la Alianza Atlántica de injerencias en los asuntos internos de Ucrania. Solo
cínico desprecio es esa acusación de alguien que hace un mes invadió
militarmente y anexionó por la fuerza toda una región ucraniana. Y como cabeza
visible de un régimen, el ruso, que ya ha puesto en marcha otra escenificación
muy similar a la crimeana en las regiones más orientales de Ucrania.
La procacidad del otrora versallesco Lavrov podría bien
tomarse por el símbolo de la transformación de esta Rusia que se ha quitado la
careta y, tras un cuarto de siglo de pretenderse socio en Europa, ha decidido
mostrar su eterno y verdadero rostro de matón y amigo de lo ajeno. Pero Rusia
es un matón necesitado. Y débil, por avasallador que sea. Y es muy probable que
sus grandes gestas patrióticas de estos principios del 2014 no granjeen al
final a Rusia más que disgustos. El error ruso ha sido inducido paradójicamente
por la debilidad de Europa y de la Otan y la dispersión imperdonable de la
Administración Obama. Le ha resultado tan fácil y barata la anexión de Crimea
al Kremlin, que todo indica no va a poder resistirse a repetir la operación. No
será tan limpia como en Crimea. Entre o no con su ejército regular en territorio
ucraniano, Putin ya está dedicado a generar una nueva realidad con el conflicto
civil siempre a su disposición como pretexto para la eventual invasión y
ocupación. Nadie piensa en este momento en Moscú en lo que vendrá después. Que
será duro cuando el entusiasmo decaiga, dado que Putin podrá cambiar muchas
fronteras por la fuerza, pero no el hecho de que el patriotismo no se come. Y
Rusia come de las materias primas que vende en el exterior. Como un país
cualquiera del Tercer Mundo.
Hay muchas naciones a las que puede chantajear con su
energía. Pero nadie es más dependiente de la venta de energía rusa que la
propia Rusia. Que no tiene más fuentes de ingresos. Cuando el gas comience a
fluir masivamente desde las regasificadoras de España hacia los consumidores
centroeuropeos, Rusia añorará estos tiempos de dependencia. El Kremlin se ha
quitado la careta y puede que haya hecho un favor a todas las sociedades que
aún dormitan. Porque se ha visto lo peligroso que está el mundo. Y lo insensato
que es estar inerme. Las cifras de compras de armas de Rusia, China, países
árabes o África no paran de subir, mientras bajan las de las democracias
occidentales, EE.UU. incluidos. Eso cambiará. No es seguro que vaya a haber
guerra en Ucrania en las próximas semanas. Sí es seguro que el escenario de esa
guerra queda presente ya para el futuro previsible en todo diseño estratégico
de la política de seguridad europea. Y claro queda que todos los pueblos que
quieran ser libres tienen a quien temer y frente a quién protegerse. Rusia aún
puede arrasar la región. Aplastar parte de Ucrania. Trastornar a Europa. Pero
no puede evitar su soledad ni la certeza de que su aventura expansionista
profundiza y prolonga su atraso.
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