QUEBRANTOS EUROPEOS EN CAMPAÑA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 08.04.14
La ausencia de liderazgos y política ha anulado toda
percepción de la necesidad de sacrificio por el bien común
TODA Europa prepara unas elecciones al Parlamento europeo
dentro de cinco semanas. Pero nadie se prepara para otra cosa en los países
miembros que para las cuitas políticas nacionales, los ajustes de cuentas entre
gobierno y electorado y los navajeos habituales entre los íntimos rivales. Aquí
lo sabemos muy bien. La política, despreciada por el Gobierno, se arrastra
prisionera de los chantajes del nacionalismo, de las miserias de la corrupción
y la hipocresía de una oposición que ha abandonado el Parlamento y traduce su
impotencia política en violencia callejera y toneladas de demagogia e
hipocresía. El Gobierno posterga todo a la espera de que las meras cifras de
una recuperación insegura le acaben dando la razón y los votos necesarios para
seguir en el poder. Con quien sea y como sea. La mayoría absoluta y el poder
concentrado que podía haber supuesto una regeneración y reestructuración
nacional de dimensiones y calado históricas se han quedado en triste gestión de
retrasos, silencios y miedos.
En otros países, la quiebra con la realidad no llega a
extremos carpetovetónicos, pero también es inexistente la visión continental,
la conciencia de lo que sucede en un continente que, como recuerda siempre
Angela Merkel, supone el 7 por ciento de la población mundial, el 25 por ciento
de la producción y el 70 por ciento del gasto social. Que en Europa haya aún
fuerzas que pretenden que eso puede mantenerse es un disparate. Pero la
soberbia de la gente pequeña tiene suficiente fuerza para hacer casi imposibles
las reformas necesarias y urgentes si se quiere evitar que este continente,
arrinconado y cada vez más marginal, acabe pudriéndose en su prepotencia y
ensoñaciones como un parque temático y museo al aire libre. Y como tal no pueda
soñar con defender sus libertades. Es la arrogancia de quienes pretenden que
las reglas vigentes para el 93 por ciento de la población mundial nunca
afectarán a los «dignísimos» europeos. Pero los grandes problemas son eso,
demasiado grandes. Las opiniones públicas nacionales ignoran los quebrantos
comunes. Quizá sea mejor así, porque a poco de lucidez y presencia de ánimo,
esta campaña electoral podría generar pánico.
Que el nuevo Gobierno de París piense en romper la baraja y
dinamitar una vez más como en 2004 el Pacto de Estabilidad no parece importunar
más que a Berlín. Otros esperan para incumplir ellos. Volvemos a escenarios de
amenaza para la moneda común. La economía no está a salvo por tanto, pero
tampoco la democracia goza de buena salud, como demuestra el voto extremista en
muchos países, desde Francia a Hungría. Las grandes conquistas europeas del
bienestar se toman como derechos incuestionables. Pero la ausencia de
liderazgos y política ha anulado toda percepción de la necesidad de sacrificio
por el bien común y ante todo de los riesgos compartidos. Ahora que hay una
amenaza directa, el quebranto de los quebrantos para Europa, la frontera
oriental, la inmensa mayoría de los europeos mira hacia otro lado. O ya piensa
en cómo aplacar al agresor. Por primera vez desde la crisis de Berlín en 1961,
hay democracias europeas que temen ser invadidas en un futuro previsible. Y que
no se fían ya del escudo de la OTAN. La campaña electoral en toda Europa
debería estar centrada antes que nada en un grito de compromiso a defender
unidos el territorio, las libertades y los derechos de todos nuestros aliados
en peligro. Pero igual que buscamos fáciles trampas para negar a los ucranianos
su derecho a elegir no volver a la pesadilla de la obediencia a Moscú, las
encontraríamos para no responder más que con lloros a una invasión en un país
miembro de la UE y la OTAN. Y Vladímir Putin lo sabe.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home