LA CALIDAD DE LOS MUERTOS
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 18.03.14
Pedraz se escondió ayer tras la Convención de Ginebra, nada
menos, para dar un corte de mangas al Parlamento español
EL juez Santiago Pedraz vuelve a ser noticia. Ha puesto pie
en pared. Porque a él no le arredran las leyes que pueda aprobar un parlamento
dominado por el PP. Tampoco la que acaba con la ridícula pretenciosidad que
arroga a los tribunales españoles competencia para dictar justicia universal.
Pedraz se escondió ayer tras la Convención de Ginebra, nada menos, para dar un
corte de mangas al Parlamento español. Cuando no le gusta una ley, se busca
otra. Él escucha la pulsión del pueblo. Como Baltasar y Elpidio. No es ya que
se apunte como tantos otros jueces a sabotear a golpe de sentencia los
programas políticos de unos partidos ganadores. Y a imponer por vía judicial
los objetivos de partidos perdedores o marginales. Eso ya es una vulgaridad,
porque lo hacen muchos. Él es más. Sus apariciones, autos y decisiones son todo
ello solemne proclamación de infinitas pretensiones de moralidad cósmica. Unas
veces deja libres sin cargos a los agresores de policías y asaltantes violentos
del Congreso, en otras expresa la tierna voluntad de mancharse la toga en su
infinita piedad por los presos etarras.
Pero el caso en el que Pedraz brilla como un héroe de la
antigüedad es el de la desgraciada muerte de José Couso, un cámara que, como
decenas de compañeros, murió ejerciendo su labor en la guerra. En su caso, por
el impacto de una granada en el hotel Palestina de Badgad, en el que se
hallaban alojados periodistas. Fue en plena invasión de Bagdad cuando los
carros de combate americanos, bajo intenso fuego enemigo, disparaban contra
todo. También Julio Anguita Parrado, otro periodista español, murió por la
explosión de una granada en aquella guerra. Pero disparada por los iraquíes.
Por eso, Anguita recibió su homenaje, despedida y adiós. Pero el caso de Couso
era distinto, porque la bomba era yanqui. La calidad del muerto, por la
autoría. El potencial propagandístico era evidente. Así, los medios habituales
de la izquierda española y sus ñoños corifeos en la derecha, estaban pronto
en campaña para atribuir a oficiales norteamericanos en pleno asalto de la
batalla de Bagdad, una conspiración para matar a Couso.
Los que llaman «conspiranoico» al que protesta por la
destrucción precipitada de pruebas del 11-M, exigen desde entonces que nos
creamos una conspiración americana para asesinarle. El conflicto entre el bien
antifascista y el mal imperialista, en estado puro para almas sencillas. En
panfletillo habría quedado el grotesco espectáculo sin la intervención estelar
de Pedraz. Hasta se fue a Bagdad a hacerse fotos mientras peritaba entre ruinas
la maldad imperialista. Pedraz ha mantenido su juguete como caso abierto que le
garantiza el cariño y notoriedad en ciertos medios e izquierda. Y quiere seguir
así. En una Audiencia que, con infinito desprecio a la familia del español Oswaldo
Payá, se negó siquiera a investigar las plausibles acusaciones de asesinato y
aceptó sin más la versión del tribunal popular comunista cubano. A verdugos
cubanos les creen, a militares norteamericanos no.
Pero el agravio más repugnante que la infinita demagogia del
caso Couso despierta es otro. Consuelo Ordóñez y otras valientes de Covite se
presentaron el sábado en Alsasua en una concentración de etarras. Allí, estas
mujeres coraje denunciaron los 400 asesinatos de ETA que siguen sin resolver en
España. Eso, Pedraz, sí son asesinatos. La mitad del crimen mortal de ETA sigue
impune. Ante esa brutal vergüenza nacional nadie demuestra el celo de Pedraz
con Couso. No solo hablamos de la insufrible doble moral y vara de medir.
También de la nauseabunda apatía de los jueces y la clase política ante este
fracaso moral, judicial y político de España.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home