The Unending Gift

martes, octubre 14, 2014

EL DESCALABRO DE LA LIBERTAD

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 14.10.14

Orban ya ha proclamado que «el Estado húngaro ha dejado de regirse por principios liberales»


EL resultado de las elecciones municipales del domingo en Hungría son la constatación de un fenómeno espectacular que avanza allí como en ningún país europeo: la liquidación de la democracia liberal por voluntad popular. Sin la burda y brutal represión de la Rusia de Vladímir Putin, sin pucherazos ni alardes dictatoriales, la democracia húngara bajo Viktor Orban se despide del modelo liberal occidental. Con el apoyo y el aplauso de la mayoría. La Unión Europea ve este fenómeno desde hace años con tanta preocupación como impotencia. Pero no se le ocurre nada. De Bruselas y de las capitales democráticas occidentales solo llegan letanías de corrección política tan piadosas como tediosas. Que insisten en la liberalidad y la tolerancia incondicionales al tiempo que persisten en las intransigencias administrativas. Y sus sempiternas condenas a todo lo que no sea relativismo. Vista la evolución política en Hungría, no parecen las recetas adecuadas. Porque además de Fidesz, el partido del primer ministro Viktor Orban, hegemónico ya en el país desde hace más de una década, sube como segunda fuerza el ultraderechista Movimiento por una Hungría Mejor, Jobbik, una organización de corte inequívocamente neonazi. Lo que sucede en Hungría lo vemos aún en estadio inicial en otros países europeos. La democracia liberal, ideologizada, prisionera de su corrección política que le impide formular y afrontar las inquietudes reales de la población, cada vez tiene más dificultades para renovar su legitimidad. Los mecanismos y cálculos electorales, la corrupción y los bloqueos de minorías impiden medidas eficaces contra dichos problemas. Así, cada día se desprestigia y desautoriza más frente a opciones autoritarias o totalitarias. Si en los países más ricos y con tradición democrática es la ultraderecha, como en Francia con Marie Le Pen u Holanda con Geert Wilders, en países más pobres y desarticulados como España o Grecia es la ultraizquierda de Podemos o Syriza. Es el descalabro de la libertad. Que deja de ser prioritaria.

De nada sirven las descalificaciones a Viktor Orban y a su política autoritaria, cada vez más directa y menos garantista. El joven Orban liberal que yo traté en los años previos a la caída del Muro, mimado por Occidente como joven promesa, cumple con los suyos. El ferviente anticomunista se declara admirador de Putin y le emula en su legislación de control de ONG y movimientos cívicos. Su contundencia contra el delito y la inmigración ilegal, su falta de contemplaciones con las minorías, son aplaudidas. El electorado renueva sus mayorías absolutas y solo deja crecer a una derecha aun más radical, la de Jobbik, heredero del Partido de la Cruz Flechada, autores de atroces crímenes en el Holocausto. Aquí tomó su venganza la hipocresía de las democracias liberales con su doble vara de medir totalitarismos. Su lógica condena de nazismo y fascismo ha contrastado obscenamente con el trato de guante blanco a los comunistas. En los países que sufrieron el comunismo ese agravio ha ayudado al desprestigio de la democracia liberal. Orban ya ha proclamado que «la democracia liberal está acabada». Eligió un discurso en el viejo balneario austrohúngaro en Transilvania de Baile Tusnad, dirigido a la minoría húngara en Rumanía, para anunciar que «el Estado húngaro ha dejado de regirse por principios liberales. No garantizan el bienestar a las familias ni la protección de los intereses nacionales». Y decir nada menos que «los modelos a seguir son Rusia, China, Singapur o Turquía». ¡Qué horror!, dirán algunos. Bueno, en España nos prometen desde las televisiones que nos van a gobernar partidarios, cuando no agentes, de regímenes como Venezuela, Cuba y Corea del Norte. Ante semejante perspectiva, les aseguro que Singapur o la Hungría de Orban se convierten en un plan inmensamente apetecible.

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