LOS CASTIGADOS POR LA CRISIS EN GRECIA SE CONJURAN PARA DAR EL PODER A SYRIZA
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Atenas
ABC Sábado, 24.01.15
La extrema izquierda no deja de subir en las encuestas
preelectorales, con la duda de si obtendrá mayoría absoluta
Pasok El viejo partido socialista naufraga
La
sociedad helena se distancia de la opción del conservador Samarás, la de la
lenta recuperación por el sacrificio
REUTERS El conservador Antonis Samarás, ayer en su cierre de campaña
Parece que no. Que
los griegos no van a escuchar al primer ministro Antonis Samarás. Lo que pide
es demasiado en estos momentos de emociones movilizadas y agravios desplegados.
Pide perseverar por el camino del acuerdo con la UE y los organismos
internacionales para salir de la crisis. Por un camino que de hecho ha tenido
ya efectos positivos que se reconocen. Pero todo indica que no tiene una
mayoría que le escuche. Ahora que intenta batallar con llamamientos a la
racionalidad, este político conservador, tantas veces errado por su soberbia y
sus maniobras, ya no tiene poder de convicción suficiente para evitar lo que él
anuncia como una catástrofe que «dejará Grecia en ruinas»: la victoria de su
adversario, el ultraizquierdista Alexis Tsipras. No es solo la falta de
credibilidad que pueda tener el político Samarás. Es la opción de la lenta
recuperación por el trabajo y el sacrificio y el acuerdo con los acreedores y
aceptación de los compromisos la que es rotundamente perdedora en Grecia en la
opinión pública. Y salvo milagro lo será también en las urnas mañana. El primer
ministro es ya perdedor en todas las encuestas, en algunas a mucha diferencia
de una ultraizquierda de Syriza, que ya se beneficia de ese fenómeno tan
mediterráneo de la ayuda al vencedor y sube rápido en las últimas encuestas. La
única duda que se baraja está en si le bastará o no a Syriza este sprint final
para la mayoría absoluta.
Ayer Samarás
intentaba aún animar a sus incondicionales en el mitin de final de campaña. «No
se va a producir el accidente Tsipras. No vamos a permitir que nos hagan volver
al pasado», se esforzaba por convencer a miles de seguidores de su partido
Nueva Democracia, que agitaban banderas griegas y del partido. Su ronquera ayer
en el estadio olímpico de TaekWonDo en Faliro, no lejos del Pireo, era un
síntoma de agotamiento más, como la cara cansada y la falta de densidad entre
los seguidores que seguían el mitin desde la pista del estadio. Sí habían
logrado llenar, mal que bien, el pequeño estadio olímpico de artes marciales. Y
cierto que lo jaleaban sus seguidores como si aun creyeran en la victoria. Peor
está por supuesto el viejo partido socialista, el Pasok, símbolo ya del
naufragio, que de una abrumadora mayoría absoluta en 2009 ha pasado a un 5% en
las encuestas.
La hora de los
ofendidos
Se impone la certeza
de que ha llegado la hora estelar de los ofendidos. Los indignados movidos por
la rabia que su situación genera han hecho imposible cualquier debate racional
sobre los pros y contras de las opciones políticas que se presentan. La
polarización es extrema entre los que están convencidos de que no pueden estar
peor y quienes creen que aquellos conseguirán generalizar un infierno en Grecia
aún no conocido. Pero hoy parece evidente que son mayoría los griegos que se
han decidido a seguir la senda que se antoja más fácil. Porque el saco de
promesas de Syriza está lleno y nadie pregunta por los costos. Desde el primer
día que mande Tsipras y su grupo de comunistas y sindicalistas que siempre
vivieron del Estado, las mayores injusticias quedarán corregidas según
anuncian. Por pura bondad aplicada con los recursos del Estado. Las familias
hambrientas dejarán de estarlo, los acosados por los bancos tendrán una tregua
y diversos impuestos desaparecerán sin sustitutos. Y los griegos recuperarán su
soberanía porque los «hombres de negro» de la troika que vigila el cumplimiento
de los acuerdos del rescate por parte de UE y FMI serán pocos menos que
expulsados como la Wehrmacht en su día.
Tanta solución inmediata para problemas concretos será poco
menos que gratis. Porque Tsipras asegura que no habrá problemas con los
acreedores ni con la UE, que lleva invertidos en este pequeño
país 240.000 millones. Gracias a los cuales los griegos han cobrado sus
salarios y los hospitales han abierto y los trenes y autobuses se han movido.
Porque en los
mercados internacionales Grecia solo habría podido llorar su suerte con nulo
resultado. Pero los griegos, desde la posguerra bajo una aplastante hegemonía
cultural de la izquierda, tienen tan interiorizado el victimismo y la
subcultura del lamento y la culpa ajena, que existe casi consenso en que en
Grecia no es culpable nadie más que unos políticos y una docena de magnates. Y
nadie asume la cultura del abuso y el engaño como parte del problema. Nadie
sabe qué hará Tsipras cuando gobierne y no pueda hablar de otra cosa ante las
advertencias de que tiene que cumplir en su totalidad con los compromisos,
entre ellos pagos de la deuda en julio y agosto y cumplir las condiciones para
la continuidad de la financiación. Él promete a sus electores algo que está en
directa colisión con las exigencias a Grecia. Pero esta contradicción no le ha
irritado en ningún momento. El fenómeno sin precedentes de esta tragedia griega
está en que la crisis del euro hizo caer los servicios, las condiciones y las
expectativas de Grecia desde los niveles de país occidental que se había
mantenido artificial y tramposamente en la UE a los del país balcánico que es.
Y ha sucedido con brutalidad. Con crueldad incluso. Ninguna sociedad europea en
los últimos 70 años ha visto hundirse su PIB en un 25%. Así, la austeridad es
percibida no como una corrección a sus pasados excesos, sino una imposición
cruel y explotadora de poderes extranjeros, la odiada Alemania a la cabeza.
Pauperización
general
Sumada a
la pauperización general de las clases populares y medias y la indignación de
la ciudadanía contra los bancos y la clase políticos han convertido en estrella
a una extrema izquierda con rostro nuevo dirigido por comunistas de vieja
escuela. Nadie sabe cuál va a ser el resultado de esta extravagancia histórica
cuajada en 2014, cien años después del hundimiento del viejo orden en la
Primera Guerra Mundial. Una oleada de resentimiento popular generada por la
desigualdad entre las economías incluidas más o menos erróneamente en una única
moneda, se ha convertido en creíble amenaza de la primera salida de un miembro
de la UE. Con un posible emulador en España. Con consecuencias imprevisibles.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home