EL HÉROE IMPLORA A LA PRINCESA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 24.03.15
El Gobierno de Tsipras y el propio pueblo griego son hoy
prisioneros de la ideología y las bajas pasiones desatadas en meses pasados
¡QUÉ vida
la solidaridad proletaria! le cantaba ayer delante de la cancillería en Berlín
un grupo de comunistas alemanes a Alexis Tsipras a su llegada. Pero no era
precisamente solidaridad proletaria lo que ha ido a buscar el jefe de Gobierno
griego a la capital alemana en esta visita bilateral a la que llegó ayer
invitado por Angela Merkel. No se sabe bien si fue invitado antes o después de
llegar a Berlín una carta suya cuyo contenido se mantiene en secreto. Dicen que
es un texto desesperado en el que Tsipras implora a Merkel que utilice su
influencia para evitar la quiebra inmediata de Grecia. Ha cambiado mucho el
tono. Llegó al poder llamando nazi y hitleriana a Merkel. Y culpando a los
alemanes y al capital internacional de todos los males de unos griegos sin
culpa alguna en sus calamidades. Ayer decía que «los alemanes no tienen la
culpa de los problemas y las desventuras de Grecia». Esto último lo dice
Tsipras por primera vez. Ya solo falta que también lo diga en su casa, donde ha
basado todo su discurso político en lo contrario. «Nos tenemos que entender
mejor» dijo ayer el jefe de un Gobierno que en las últimas dos semanas ha
amenazado a Alemania a través de diversos ministros con enviarle millones de
inmigrantes y miles de yihadistas, con confiscar propiedades alemanas en
territorio griego y con acusarle por todo el mundo de no pagar reparaciones por
el nazismo.
El neocomunismo o chavismo europeo no es muy ducho en eso de
hacer amigos. Ni en hacer previsiones, porque esta situación era previsible y
prevista de hecho por muchos. Desde luego no por el propio Tsipras y su
ministro Varoufakis que, al llegar al poder, anunciaron el fin de la Troika y,
más cómico aún, se lanzaron a viajar por Europa para crear una alianza contra
Alemania. Aquí en España hubo entusiastas indocumentados en esta izquierda
mediática cañí que tenemos que llegaron a atribuir éxito a dicha iniciativa.
Ahora, «la vieja bruja nazi» de la que habla un día sí y otro también la prensa
cercana a Syriza, debe interceder ante las instancias que integran la
supuestamente difunta Troika que son la Comisión, el BCE y el FMI a petición
del héroe emancipador llegado al poder entre cánticos partisanos. Merkel ha
invitado a Tsipras en un intento genuino de evitar lo que muchos creen inevitable.
La canciller no quiere esa salida de Grecia. Y si se produce no quiere ser
culpada de ella. En Berlín reina cada vez más la impresión de que mantener a
Grecia en el euro sería una tarea inmensamente costosa y ardua con un Gobierno
griego homologable a los del resto de Europa. Pero con este gobierno de
radicales ideologizados, muchos además técnicamente incompetentes para
gobernar, es misión imposible. Y cuanto antes lo asuman todos y se tomen las
medidas necesarias para evitar daños y costos adicionales, mejor será para
Grecia y para todos los demás. Hace ya semanas que lo dicen los «sabios», los
economistas y los técnicos en Alemania. Los políticos aun no lo dicen porque,
como Merkel, quieren apurar hasta la última posibilidad. Ella hacía ver ayer a
Tsipras lo obvio: no son buenas palabras a la vieja gorda nazi convertida en
elegante y apuesta princesa, sino compromisos de Atenas a cumplir con las
instituciones lo que puede salvar a Grecia del colapso. Pero el Gobierno de
Tsipras y el propio pueblo griego son hoy prisioneros de la ideología y las
bajas pasiones desatadas en meses pasados. Y son cada vez más los que creen que
la suerte está echada y ni Merkel ni nadie podrá cambiarla.
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