HIJOS DE DOS PADRES
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 17.03.15
Los comunistas que dirigen Podemos son los hijos políticos
tanto de Hugo Chávez como de Rodríguez Zapatero
NO les ha
hecho falta a los dirigentes de Podemos llegar al Gobierno para desplegar una
especie de veto general para cuestiones que no les interesa tratar. Ni han
esperado a tener al poder para imponer su propio discurso y mensaje. Solo han
tenido que demostrar voluntad de coacción y decisión para que sus amenazas sean
creíbles. Y lo han sido. Durante mucho tiempo hemos sido pocos los que hemos
denunciado los mecanismos de intimidación de este nuevo partido a los medios.
Ahora ya son más. Pero muy ayudado por sus simpatizantes, el aparato
neocomunista se muestra ágil y eficaz en transmitir la intimidación. Como lo es
en replegarse en los momentos en los que las evidencias sobre su trayectoria,
financiación y obediencia recomiendan menor exposición mediática.
Podemos, sus
dirigentes y su entorno utilizan como sistema la agresión personal a los
periodistas y la intimidación personal como método de reprimir las críticas y
combatir la oposición a su proyecto. Pero, por mucho que sorprendan, no son
nuevos. Mucho sorprendieron los métodos de aquella «nueva izquierda» que bajo
José Luis Rodríguez Zapatero irrumpía en el PSOE tras ganar el Congreso del año
2000. A su permanente discurso llamando a la concordia, al talante y la armonía
lo acompañaba en duro contraste, con una política implacable de hechos
consumados sin jamás buscar el consenso. Asomaba entonces, por primera vez en
la política española desde la muerte de Franco, la voluntad de deslegitimar a
la oposición y a la crítica. Se utilizó masivamente la fórmula de ridiculizar y
caricaturizar toda posición discrepante. Y la burla y el permanente ataque
adhominen –de descalificación personal– de todo aquel que osara criticar las
nuevas leyes o cualquier decisión puntual del Gobierno de Zapatero. La
democracia fue dividida en bandos. Y la oposición quedó estigmatizada como
heredera de los vencedores de la Guerra Civil y «responsable» del franquismo.
Los planes de Zapatero no eran a la postre muy distintos del proyecto de
ruptura y liquidación de la reforma política de 1977 que hoy tiene Podemos.
Fue solo la fuerza implacable de esa crisis
económica que intentó ocultar mientras pudo la que se llevó por delante a la
figura de Zapatero. Fue la crisis exclusivamente la causa del fracaso del
proyecto taimadamente constituyente que perseguía el presidente del Gobierno
socialista y sus aliados y que quedó interrumpido con el dramático final de su
segunda legislatura. Pero el huevo de la serpiente estaba ya incubando. Había
quedado probada la práctica de segregar a la oposición y descalificar, humillar
o aplastar a quienes discreparan. Quienes no estaban de acuerdo con el
«buenismo universal del talante» pronto estuvieron aislados y acallados,
comprados o resignados. En la política se había diseñado ya la división entre
bandos. El Frente Popular era ya entonces el objetivo. Se comenzó con el Pacto
del Tinell y los contactos del tripartito con ETA y se siguió con los acuerdos
directos de Zapatero con ETA. El fin era enterrar la Constitución. Que es lo
mismo que pretende ahora Podemos, con un lenguaje mucho más radical, una
retórica más leninista y un estilo menos almibarado. Es la supuesta necesidad
de enterrar aquella constitución viciada por su origen «conciliador con el
franquismo» y abrir un periodo constituyente para una constitución del «poder
popular». Que es lo que hicieron ellos en Caracas, La Paz o Quito. Los
comunistas que dirigen Podemos son, por tanto, los hijos políticos tanto de
Hugo Chávez como de Rodríguez Zapatero. Gracias a ellos dos existe hoy una
propuesta política totalitaria en España que para muchos es creíble y deseable
como alternativa a nuestra democracia basada en la Constitución del 1978.
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