TERNURA Y FIRMEZA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 30.06.15
Es Grecia la que tiene que volver a hacerse compatible con
el resto de Europa. No al revés. La canciller lo dijo con tanta ternura como
firmeza
CON la salida de Grecia de la moneda común en mente de
todos, la canciller alemana compareció ayer en Berlín y habló de la
responsabilidad en la historia. Y comenzó con una evocación a la terrible
destrucción causado por el totalitarismo alemán, por el nazismo, en Europa.
Recordó a los seis millones de judíos asesinados y la Europa que había ardido,
pero también a los demócratas alemanes que refundaron la república desde los
escombros de una nación. Angela Merkel hablaba ante los cuadros de su partido,
la Unión Cristianodemócrata (CDU), con motivo del 70 aniversario de su
fundación. Y habló de Alemania y de Europa y lo hizo con emoción y con
solemnidad. En uno de esos discursos que tanto se echan de menos en España. En
los que esos políticos europeos que aún quedan con sentido de la historia hacen
un gran arco narrativo para que la audiencia evoque escenarios y momentos,
personas y palabras, hechos y emociones. Discursos así no se escuchan aquí,
donde tan necesitados estamos de ellos. Y no se escuchan porque cualquier
evocación histórica por cierta que sea es materia de conflicto, sospecha o
inquina. Mentar la historia es mentar la bicha porque los guardianes de los
mitos están siempre alerta. Estamos secuestrados por esa mentira española. De
ahí que nuestros discursos políticos suelan ser de abominable superficialidad y
casi siempre mera letanía de los lugares comunes y tópicos de la corrección
política al uso.
Merkel aludió a la responsabilidad histórica de los alemanes
y dejó claro que los alemanes tienen un papel especial por su pasado pero que
todos los demás han de asumir su parte. También a los griegos hablaba Merkel. A
esa sociedad griega que la ha insultado de la peor forma en que se puede
insultar a un alemán y que le ha echado a ella la culpa de todas sus propias
desgracias, originadas en sus propios excesos. Pero el victimismo es uno de los
principales recursos de la profunda falta de honradez que los nacionalismos y
los populismos tienen. Y en Grecia se han dado la mano un nacionalismo
primitivo balcánico y un populismo clásico comunista para convencer a una
sociedad de que había hecho bien viviendo de la mentira y el engaño la pasadas
dos décadas. Quizás sin crisis podrían haber seguido así sin que se enteraran
sus socios, pero los rigores de la escasez dejaron al descubierto una sociedad
que vivía entera permanentemente en la estafa. Merkel no habló de eso. Ni hizo
reproche alguno al que llamó «orgulloso pueblo griego». La canciller pidió
responsabilidad a todos para impedir el fracaso de esta Europa cuya
construcción es un imperativo moral después de lo sucedido en el siglo XX en
unas tierras anegadas de sangre. La frágil arquitectura europea requiere esa
seriedad de todos al asumir su papel y su carga. Merkel evocaba la ética de la
responsabilidad. Casi nadie debe saber ya qué diantres es eso entre unos
políticos españoles que parecen todos competir con Zapatero en ignorar o
justificar los daños de sus actos y decisiones. Merkel dijo que hay que hacer
todo lo posible para que nadie se quede atrás o fuera en este proyecto. Que es
la única posibilidad para Europa de jugar un papel de relevancia en el futuro
en un mundo que se ha globalizado sin preguntar a Europa si le gusta o no. Pero
no se puede hacer lo imposible, advirtió Merkel, que sería aceptar la
imposición de consignas y actos contrarios a los valores que definen esta
Europa. Es Grecia la que tiene que volver a hacerse compatible con el resto de
Europa. No al revés. La canciller lo dijo con tanta ternura como firmeza.
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