UN VÉRTIGO GENERAL
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Atenas
ABC Miércoles, 01.07.15
Grecia no escuchó las voces de alarma y camina obcecada
hacia el abismo. No será la primera vez en la historia en que un pueblo decide
suicidarse
Euroseísmo Europa sufre la agresión de un Gobierno neocomunista, un ataque a su propia
esencia
Hay
momentos en la historia en los que alguna nación decide suicidarse. En Atenas
ayer todo era normalidad aparente a cuatro días de un referéndum que en
principio no es sino una vulgar trampa. Una vulgar añagaza de un primer
ministro Alexis Tsipras al que no importa que el paciente muera con tal de
poder imponer él al mundo el nuevo tratamiento. Dice que su forma de solucionar
los males es una novedad, pero se parece como una gota a otra a aquellos
tratamientos de renovar el mundo que no trajeron más soluciones que la
tragedia, la miseria y la muerte. Pero el referéndum ya está aquí, para pedir a
los griegos que decidan si aceptan una oferta que ya no está vigente. Porque
desde las 00.00 horas de hoy ya no hay plan y lo que hay es la quiebra de un
estado miembro de la Unión Europea y del euro. El país quebrado comparte moneda
con otros muchos. Y su quiebra pone en peligro a todos. Por mucho que todos se
hayan preparado para esta circunstancia en estos pasados meses y años. Los
griegos viven hoy en un estado que no sabe cómo va a pagar sus salarios en
semanas. Quienes pueden, trabajan durante el día, pero cuando cae la noche,
todos están pendientes de las novedades que pueden sucederse y cambiar de signo
en horas y tener un dramático efecto sobre sus vidas para siempre. Hay un
vértigo general que aflora. También en el centro, la escena política de la
nación, donde el lunes se manifestaron los partidarios de rechazar la oferta de
la Unión Europea y los acreedores. Y ayer lo hacían en idéntico lugar, en la
Plaza de Syntagma, los partidarios de aceptar esa oferta. No porque la
consideren buena, sino por el temor a que el «no» sea la señal de que el juego
se ha acabado, de que la estrategia del gobierno comunista de Syriza, surgido
de las urnas este año, ha llevado en cinco meses a esa salida del euro, quién
sabe si también de la Unión Europea y desde luego a una catástrofe histórica
para Grecia. El juego de Syriza ha gustado a los griegos en general cuando se
trataba de chantajear a la UE y poder echarle la culpa a otros de los problemas
propios. Pero ahora muchos ven llegada la hora de la verdad y que Tsipras, que
se ha erigido en enemigo de Europa, está escenificando su apuesta máxima sin
reparar en daños para nadie. Mientras, enfrente tiene a sus socios, liderados
por una Merkel que quiere evitar como sea la salida de Grecia. Pero que ya sabe
que no puede ser a toda costa. Porque crujen ya todas las cuadernas del andamio
de la UE ante un desafío que era una ofensa permanente pero que ya es una
agresión a los demás miembros del club comunitario. Lo dicho, hay momentos en
los que una nación decide suicidarse. O automutilarse gravemente para muchas
generaciones. Algunas de las sociedades más modernas y sofisticadas en el siglo
XX tomaron en algún momento decisiones que no habría sido muy difícil
desenmascarar desde un principio como catastróficas. Y sin embargo no hubo allí
nadie que tuviera a un tiempo el poder y la valentía para impedirlo. Cuando una
comunidad humana se obceca puede ir muy lejos en su propia destrucción. El
hecho de estar en el seno de la comunidad de derecho más grande, rica y
democrática del mundo daba a Grecia la seguridad de tener muchas voces de
advertencia y alarma. No ha escuchado ninguna. Estamos ante una agresión del
neocomunismo de Syriza contra la propia existencia del proyecto de la Europa
unida. Si los griegos han decidido darle apoyo y cobertura, se suicidan como
sociedad democrática con esperanzas de prosperidad. Pero Europa no puede
mantener una situación que ya supone un peligro directo para su propia
integridad. Al margen de Grecia.
Manifestante griega en Atenas
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