PUTIN, EL PROSCRITO
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 23.01.16
Los efectos del informe sobre Litvinenko serán graves para
la Unión Europea y Estados Unidos
El presidente ruso Vladimir Putin ordenó asesinar al
desertor del espionaje ruso Alexander Litvinenko. El informe del juez británico
Richard Owen no lo dice así. Pero todos le han entendido. Y todos saben que las
consecuencias del informe hecho público el jueves en Londres serán muchas y
serias. Aunque no se impongan, como pide Marina, la viuda de Litvinenko,
sanciones añadidas a las que ya hay vigentes por otras tropelías del régimen de
Putin, como la anexión de Crimea o la invasión de otras partes de Ucrania. Los
efectos serán graves y no solo para las relaciones de Moscú con Londres, sino
con toda la Unión Europea y también EE.UU. Con este golpe ya se puede decir
que, aunque siempre se hable con Rusia porque no hay más remedio que hacerlo,
jamás mientras Putin gobierne volverá a haber un intento europeo de considerar
a Rusia un socio. Este informe no se refiere al régimen en general, ni al
aparato del Estado ni a la lógica geoestratégica. Se trata de un crimen en
suelo inglés que se atribuye directamente a la persona Putin, al chequista que
ordenó a otros compañeros chequistas, después muy premiados, ejecutar al
chequista desertor y traidor. Según la lógica inamovible e implacable del NKVD,
después KGB y ahora FSB.
El presidente Putin no es ya solo un invasor, un firmante muy poco
fiable de acuerdos, un manipulador sin escrúpulos y un autócrata muy brutal en
la represión de toda discrepancia. Con este informe del juez Owen, Putin se ha
convertido ya para las autoridades occidentales, personalmente, en un asesino.
Eso va a crear problemas a todos. Hasta a la hora de los viajes y contactos
oficiales. Porque hasta ahora habían entrado en las listas negras occidentales
de dirigentes del régimen ruso sancionados por la invasión en Ucrania muchos de
sus colaboradores directos, pero no el propio presidente. Putin ha roto
personalmente unas reglas de conducta civilizada. Y los muchos partidarios
occidentales, unos convencidos y otros a sueldo, de tratar a Vladimir Putin
como un socio aceptable de Occidente han de enterrar definitivamente tal empeño.
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