CALMA EFÍMERA
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 28.05.16
La tragedia de la inmigración siempre es anunciada, pero no
hay nunca disuasión eficaz. Libia es un buen ejemplo
Con el buen tiempo
aumentan los muertos. Es solo una aparente paradoja esta regla para la travesía
de las multitudes de potenciales inmigrantes ilegales que esperan en Libia a
cruzar el Mediterráneo hacia Italia. El mal tiempo disuade de lo que siempre es
una temeridad cuando no un suicidio. Se volverá a ahogar la gente en masa y todo
el mundo se escandalizará. Y aumentará la presión para acoger a todo el que
tenga la suerte de no ahogarse. A los que se ahoguen sin imágenes nadie les
echará de menos. Y nadie se hará responsable de que el negocio del tráfico
florezca y cuente con la colaboración directa y publicitaria de tanta ONG,
tanto insensato activista y tanta necedad de autoridades y medios occidentales.
La tragedia es
anunciada, pero nunca hay disuasión eficaz. En Libia mismo apenas se ha hecho
nada para evitar que sigan llegando clientes para los traficantes desde todo el
continente africano e incluso de Asia. Allí se agolpan ahora varios centenares
de miles de personas en situaciones de extremo peligro y abuso salvaje. Hace
diez días en la capital austriaca, se anunció la intención de armar al Gobierno
de Trípoli para que logre imponer su control. Pero está lejos de ello. Y en
Viena se descartó una intervención militar directa para acabar con la situación
caótica en que piratas diversos, entre ellos el Estado Islámico (Daesh), controlan
tramos de costa que son sus «puertos comerciales». Mientras, el acuerdo para
cortar la avalancha de inmigrantes desde Turquía hacia las costas de Grecia,
que ha sido eficaz, amenaza con romperse por la involución política en Turquía.
Que hace imposible cumplir el acuerdo para la exención de visados a los turcos.
Y en Grecia los jueces ayudan a ONGs a impedir deportaciones a Turquía. Con lo
que el efecto disuasorio del acuerdo puede morir antes de que Erdogan cumpla
sus amenazas de permitir un nuevo cruce masivo.
Quienes como la
canciller Angela Merkel creían que gracias al muy cuestionable acuerdo con
Erdogan habían logrado comprar la calma, pueden comprobar pronto que era
efímera.
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