DE BANDERAS Y MÁSCARAS
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 03.06.16
El auto judicial de Chaves, Griñán y Zarrías ha dejado al
PSOE sin campaña viable a tres semanas de la cita
EN ciertos sectores
de Podemos irrita la costumbre de sus nuevos aliados de Izquierda Unida de
acudir a todos los mítines y festejos comunes con sus banderas comunistas. Con
las de verdad y de siempre, las rojas con su hoz y su martillo. En Podemos
molesta la vieja parafernalia comunista porque estropea la nueva imagen. La que
presentaron ayer: un corazón multicolor y mucha sonrisa, los niños de las
flores y la gente feliz. Dicen. Saben que le han robado ya la cartera de la
hegemonía en la izquierda al PSOE de Pedro Sánchez, un chico facilón. Y muchos
creen que además es posible acercarse mucho al resultado del PP. Ahora ya es
Podemos el voto útil contra Rajoy. Porque el colapso electoral de los
socialistas es más que posible. El auto judicial de Chaves, Griñán y Zarrías ha
dejado al PSOE sin campaña viable a tres semanas de la cita. Un drama que es
una gran oportunidad para un Podemos sin estridencias, aceptable para la mayor
parte de la sociedad. No está ya nada claro que en la sociedad española hoy sea
mayor el miedo a Pablo Iglesias que el rechazo a Mariano Rajoy. Por lo que en
este juego de la polarización que ha fomentado el Gobierno puede pasar de todo
y cualquier cosa. Eso sin contar con algún imponderable propio de estos tiempos
como autos judiciales demoledores, acciones policiales o revelaciones
desestabilizadoras. O un atentado aquí o fuera. O el Brexit, que ponga todo
patas arriba. Podemos ahora pretenderá ser lo que quiera cada votante. Hay de
todo y para todos. Lo único que hay que querer es cambio, odiar
convenientemente al PP y querer echar a Rajoy de la política. No es mucho
programa. Pero desde luego es más concreto y excitante que la inexistente
campaña de un PP cuya única idea es que los españoles le deben votar a Rajoy
por gratitud a él o por terror a los otros.
Claro que son
comunistas en Podemos. Lo son todos los jefes. Son una franquicia de fuerzas
exteriores enemigas de nuestra democracia y nuestras alianzas. Con ayuda de
servicios de información de dictaduras extranjeras. La mayoría creció en las
mismas cuadras marxistas leninistas que el simple de su socio Alberto Garzón,
un comunista golpista a la nueva/vieja usanza. Iglesias sabe que dar la murga
con Lenin asusta a la gente. Por eso tiene ahora la caradura de negar ser
comunista cuando le preguntan en los publirreportajes del duopolio televisivo
italo-podemita. Ahí no ha de temer la repregunta de un periodista que le
confronte con su pasado y sus mil declaraciones que lo identifican
incuestionablemente como un comunista partidario de la dictadura y de la
represión de toda fuerza discrepante. Que lo desenmascaran como un duro,
partidario de ejercer el poder con las armas si se da el caso y partidario de
concentrar los medios de comunicación en manos del Estado. Pero él nunca ha
temido repreguntas porque los periodistas que se les acercan son rubias que
hablan del kamasutra o militantes tan leninistas como él, que no acuden a
preguntar sino a jalearle. Nadie ha plantado cara a la amenaza comunista con
bandera roja o sin ella. No lo hizo Rajoy porque cree beneficiarse del miedo.
No lo hizo Sánchez porque Iglesias lo acomplejó pronto y siempre lo quiso como
socio. Y no lo hizo el más capaz, Albert Rivera, porque no supo librarse del
buenrollismo generacional. Los tres han trivializado de forma temeraria un
peligro mortal para nuestra democracia y la estabilidad europea. Nadie quiso
desenmascararlos. El precio podría pagarse ya el 26-J. O tras otro desastre de
legislatura amputada. Dentro de un año.
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