BAUTZEN Y SU LEYENDA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 30.09.16
Bautzen y alrededores soporta la presencia de varios miles
de refugiados musulmanes
BAUTZEN es una bella ciudad medieval en lo que era la
Alemania central que quedó en el este cuando Stalin corrió el mapa y sus
fronteras en dirección contraria. A pesar de dar nombre a una de las últimas
feroces batallas de 1945, no ardió ni quedó reducida a escombros como cientos
de otros pueblos y ciudades de Alemania. La lejanía de los combates del núcleo
urbano preservó la joya de su núcleo urbano medieval, sus casas barrocas, sus
iglesias, murallas, torres y fortalezas. Una joya. Bautzen también fue famosa
bajo la dictadura comunista entre 1945 y 1989 como la peor dirección postal
posible. Porque allí había que mandar el correo a los presos políticos en la
principal prisión del Ministerio de Seguridad del Estado, conocido como Stasi,
donde hoy está el «Memorial para las víctimas de la dictadura de comunismo y
socialismo».
Mucho se invirtió en los pasados veinte años para que esta
ciudad pudiera por fin dejar tras de sí su mala fama y beneficiarse de su
belleza como monumento histórico. Inversiones públicas y privadas para
acondicionamiento, hoteles e infraestructuras prometían trabajo y prosperidad para
este rincón oriental remoto. Pero los sueños se frustraron bruscamente cuando
parecían cerca de cristalizar. Hoy los medios alemanes y extranjeros vuelven a
hablar de Bautzen como antaño con temor. O peor aún, con desprecio. Y lo tachan
de foco indeseable de nazis y racistas. Difícil lo tendrían los hoteles para
seducir a turistas con los titulares de esos medios políticamente correctos y
autocomplacientes. Bautzen es de las pocas ciudades pequeñas de Alemania
oriental que no tenía que resignarse a que la falta de trabajo e inversión
forzara la emigración hacia el oeste de todos sus mejores jóvenes. Hoy hay
hoteles que no podrían acoger a los turistas aunque llegaran. Porque están
llenos de extranjeros de países remotos cuyas facturas paga el erario alemán.
Son los refugiados que suponen la condena objetiva para la ciudad, convertida
ya en símbolo de todos los damnificados por una política de inmigración que en
un año ha cambiado Alemania.
Bautzen y alrededores soporta la presencia de varios miles
de refugiados musulmanes. Muchos son familias pacíficas e intentan salir
adelante en residencias en las que muchas veces malviven aterrorizados por
fanáticos. Pero hay grupos de jóvenes con una agresividad y desprecio a todo
que han trastornado la vida de la ciudad. Y generado un miedo y permanente
inseguridad que nunca tendrán que soportar los barrios en los que viven los
políticos y periodistas alemanes. Desde hace más de un año hay agresiones
cotidianas a las mujeres, robos, peleas, agresiones, palizas. Nadie se siente
ya seguro. No hay suficiente Policía. Y la inmensa mayoría de los ciudadanos
honrados y de todas las ideologías no se atreven a protestar por miedo a que
las televisiones estigmaticen aún más a la ciudad como «urbe nazi» y la hundan
en mayor miseria. En las últimas semanas jóvenes árabes han agredido tanto a
los pocos grupos de habitantes que se atreven a protestar como a las decenas de
ultraderechistas que acuden y también a la Policía. Pues toda la culpa la
tienen los nazis. Eso dice la corrección política de los medios, que por el
bien del supuesto «antirracismo» oculta toda realidad que le resulte incómoda.
Como se intentaron ocultar y negar las agresiones sexuales masivas de Colonia
de Nochevieja. Y como se hace a diario en estadísticas e informaciones en todos
los medios alemanes. La cómoda e injusta leyenda. Bautzen no es un símbolo del
racismo ni el nazismo, sino de la hipocresía de un sistema que no sabe sino
mentir para ocultar las miserias que genera. Y que después se lamenta en sus
medios cuando cada vez más alemanes demuestran haber dejado de creerles con su
voto a una «alternativa» que no les gusta.
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