AUSENCIAS MULTITUDINARIAS
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 02.12.16
Con motivo del estreno se ha recordado la última
impertinencia de Trueba de coquetear con su desprecio a España
EL director de cine Fernando Trueba está desolado. Lógico a
la vista de los datos de taquilla de su última película «La Reina de España».
El fracaso de la película es ya un hecho inamovible. Por lo que, a la espera de
que aficionados del cine-club en futuras generaciones encuentren en ella motivo
de aprecio, hay que considerar que «La Reina de España» ha corrido la misma
suerte que la inmensa mayoría de las películas que se hacen en España. Una vez
concluidas, después de trincar las subvenciones y, si hay suerte, tras unas
semanas de virtuosismo contable con el recuento fraudulento de entradas, quedan
para los saldos de las teles. Eso, las que se estrenan. Pero ese mundillo es
muy sentido. Se ve en los Goya, donde unen su coro de desprecios hacia todo lo
que no sea de su palo.
Ellos son especiales y exigen mimo. Son zafios, sectarios y
de estética de polígono o arrabal en su inmensa mayoría. Ofenden siempre que
pueden pero son princesitas todos a la hora de encajar. Ante todo les gusta
pasear esa arrogancia semiculta del enterado español, del que se siente «en la
pomada» como dice Javier Rioyo, el rey en el Instituto Cervantes al que mandan
sin saber inglés de jefe a Nueva York los socialistas y de premio por sus
fiascos después a Lisboa los populares. Son célebres los miembros del
comisariado político de la cultureta hispana. Enchufados por el PP como por el
PSOE para hacer listas blancas y lista negras de quienes tienen derecho y
quienes no a estar en esa «pomada» en la que circulan premios, viajes,
publicaciones, televisiones, películas y contratos de ministerios y autonomías.
Tienen derecho todos los que les bailen el agua a los santones de la izquierda
y hagan méritos de militancia antifranquista, de atacar al PP, despreciar a la
Iglesia y hablar bien de LaSexta y el Wyoming. Por esta lógica, toda la
mamandurria cultural pública en España está en poder de la izquierda desde hace
35 años. Los socialistas, comunistas y separatistas hacen piña para proteger
«el mundo cultural» de toda influencia «fascista», es decir de cualquiera que
no piense como ellos. Y el PP enchufa a los enchufados de la izquierda para
aplacar su miedo cerval a que izquierda y enchufados lo tachen de derechista.
Así se entiende la desolación de Trueba. Él y las gentes de
ese mundillo están convencidas, –¡se le nota a Elvira Lindo!–, de que ellos son
los únicos cultos y exquisitos de esta España tan perjudicada por el hecho de
que ganara Franco y no Stalin. Y creen en serio que les debemos todo y que
tenemos que admirarlos y comprar lo que nos vendan. Si no celebramos su obra es
como si nos ciscáramos en la Capilla Sixtina. Divertido ahora es que Trueba
quiere convertir en fruto de conspiración el fracaso de una película «fallida
de principio a fin», según críticos piadosos. Con motivo del estreno se ha
recordado la última impertinencia de Trueba de coquetear con su desprecio a
España cuando recibía un premio de los españoles. Y se ha celebrado su fiasco.
Y Trueba pretende que el hecho de que no vaya a ver su película ni la hija de
su portera está en una conspiración de «agresivos y violentos» fascistas en las
redes. No. Las ausencias multitudinarias en los cines de la película de Trueba
son las de otras muchas películas malas. No interesa su película, no interesa
él y cada día interesa menos la tropa vulgar y sectaria que, protegida por
complicidades de izquierda y cobardía de derecha, se cree con eterno derecho de
pernada y secuestro en el escenario cultural español.
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