SCHADENFREUDE
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 11.11.16
Habían perdido ellos, el mundo periodístico del
«progresismo» norteamericano
LES confesaré que algunos hemos disfrutado como niños en
estos pasados dos días desde el triunfo electoral de Donald Trump. Y algo más.
Si antes de las elecciones prefería a Trump como mal menor, ahora comienzo a
creer que puede convertirse en un gran golpe de suerte y no solo para EE.UU.
Puede que me equivoque. Pero quizá sea el principio del fin de una tiranía del pensamiento
blando que surgió con el 1968 y que lenta pero implacablemente arrasa todo lo
que en la civilización ha demostrado tener solvencia y autenticidad. Primero
disfruté durante el recuento con la cadena norteamericana CNN, que en la
madrugada española intentaba desesperadamente ocultar a su audiencia y negarse
a sí misma lo evidente e inevitable: que ellos habían perdido. Había perdido
Hillary Clinton y habían perdido ellos, el mundo periodístico del «progresismo»
norteamericano, surgido del citado sesentaiochismo de sus universidades y
omnipotente ya con Barack Obama, un presidente que ha sido en gran parte una
criatura suya. Sabían que habían perdido y con ellos el mundo de la
comunicación, del espectáculo y del cine, del mundo cultural y la televisión.
De los medios norteamericanos nos hemos podido reír mucho. Y llorar también por
su inaudita parcialidad y militancia desvergonzada, por sus obscenas portadas
clintonianas y su manipulación constante contra Trump. Hasta los medios más
venerados se han manchado, no de polvo del camino, sino de lodo de la
complicidad y hasta el mismo pelo de sus cabeceras de abolengo.
Pero si la televisión norteamericana hacía gracia, con el
desperezar de las tertulias patrias en radio y televisión llegó la hilaridad.
Decía Schopenhauer que «sentir la envidia es humano, pero gozar la
Schadenfreude es diabólico», dejando muy claro cuál de las dos bajas pasiones
prefería. Schadenfreude es un término alemán asumido por otros idiomas para
definir la alegría por el daño ajeno. Yo confieso mi Schadenfreude. No se puede
evitar al escuchar el impotente gimoteo, los histéricos augurios y los enfados
existenciales de quienes pretendían que Hillary era Juana de Arco y Donald
Trump, un Belcebú. De la tropa de periodistas misioneros que se fueron a dar
lecciones de democracia a los norteamericanos y de los que las daban desde
aquí. De quienes transmitían todo lo negativo que se decía en EE.UU. sobre
Trump, pero ocultaron siempre todo lo que movía a los partidarios de Trump y
detractores de Clinton.
El periodismo español, casi sin excepción radicado entre la
extrema izquierda y el extremo centro, se hizo trampas en el solitario y se
creyó su propia falaz versión de los hechos. La realidad le pilló por sorpresa
y allí estaban todos, improvisando con la profundidad, el conocimiento y la
solvencia de una Susanna Griso alborotada. Como no les han obedecido,
descalifican al electorado y algún diario de la mañana permite llamar
«analfabetos» y «criminales» a los sesenta millones de votantes de Trump. Es el
talante de la izquierda. El de la derecha lo revela el hecho de que salvo el
telegrama oficial y un tuit de Rajoy, nadie habla de Trump por miedo a que la
izquierda le maltrate. Gallardía lo llamarán. Aunque solo haga ruido en Europa
la supremacía mediática izquierdista, vomitando mal humor y miedos hipócritas,
Trump tiene muchos seguidores también aquí. Y gentes que sin serlo tienen la
esperanza de que algún día llegue el triunfo del sentido común sobre la
ideología, tras medio siglo de batallas perdidas. Más allá del coro cacofónico
de la izquierda humillada, más allá de las preocupaciones legítimas, hay
esperanza. Vean la de esos viejos latinoamericanos inmigrantes que decían a la
BBC que ellos habían votado a Trump «porque él defiende todo lo que nos movió a
nosotros a venir acá».
0 comment(s):
Post a comment
<< Home