EL DEBER CON LA REALIDAD
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 12.11.16
El Partido Demócrata se quedó sin nada cuando creía tenerlo
todo
Más allá de la conmoción generada en Occidente por un
triunfo que ha sido tan sorprendente por la capacidad del mensajero de
engañarse a sí mismo y más allá de los sustos reales y las histerias
interesadas, la realidad se hace camino. Con que todos los enemigos y odiadores
de Donald Trump acepten el hecho de que es el nuevo presidente de EE.UU. se
habrá andado mucho. El presidente saliente ayudará a una buena transición. No
solo por buena voluntad. También porque tras la catástrofe personal que también
ha supuesto para él la derrota de Hillary Clinton en una campaña en la que se
volcó como ningún presidente antes, no puede enturbiar aun más su despedida con
un traspaso conflictivo. Dramático es también para Obama saber que del triste
balance de sus dos mandatos, desastrosos en la política exterior, tampoco
quedará para la posteridad apenas nada de sus maltrechas reformas internas.
El Partido Demócrata tardará en recuperarse de la terrible
frustración de quedar sin nada cuando creyó tenerlo todo. Los medios que se
comprometieron con su candidata hasta una complicidad inaudita, tardarán en
salir del hoyo. Las manifestaciones en contra de un resultado electoral, ese
fenómeno tan europeo, son como los intentos desesperados de los periodistas de
la CNN de retrasar y no reconocer la caída de los estados que creían bastión de
Clinton. Ahora Obama y Trump tienen que verse muchas veces para que el traspaso
sea impecable como a ambos conviene. Y el equipo republicano, con Newt Gingrich
y Rudy Giuliani a la cabeza, preparar sus estructuras, que dependerán mucho de
lealtades y cercanías habidas. Parece que Trump prepara unos primeros cien días
de revolución en Washington. Bien estará que antes incluso de eso avance el
presidente su mensaje al exterior a unos aliados que requieren seguridades y
están confusos en parte por culpa propia. La fobia anti Trump de algunos solo
estorba. Todos tienen el deber de reconocer la realidad. Nuestro problema común
es la seguridad europea, no unos derechos garantizados en EE.UU. a los que
ridículamente aludieron algunos gobernantes europeos.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home