The Unending Gift

martes, enero 03, 2017

LA MUERTE DE LAS TRADICIONES

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Martes, 03.01.17


En Colonia y toda Alemania han hecho imposibles las costumbres milenarias

UN fortísimo dispositivo policial impidió este 31 de diciembre que grandes grupos de hombres extranjeros llegados al centro se movieran con libertad por las inmediaciones de la catedral de Colonia. No hubo apenas incidentes denunciados por mujeres. Pero sí han llegado después las protestas indignadas de políticos de izquierdas y los Verdes, que acusan a la policía de racismo por discriminar a estos hombres por su aspecto no europeo y no dejarles libertad para explayarse por la ciudad. Era de esperar que cualquier medida coercitiva por razonable que fuera recibiera las críticas de la izquierda extremista. Al igual que en España, esa alianza entre la izquierda totalitaria y los movimientos islamistas contra el imperialismo y el capitalismo ha cuajado ya en Europa. En Colonia, Berlín o tantos rincones, el extremismo de cierta izquierda en su política de atar las manos al Estado de Derecho ya es peligroso incluso para quienes, como los medios alemanes y los partidos tradicionales, han llegado muy lejos en simular normalidad donde no la hay. Siempre por miedo a la reacción, a la xenofobia y la «ultraderecha».
Porque hay que recordar que hace un año, tal día como hoy, 3 de enero, todavía había instancias oficiales en la ciudad de Colonia que decían que allí no había pasado nada en Nochevieja. Y transcurrieron aun un par de jornadas antes de que quebraran finalmente todos los intentos de ocultar, trivializar o ignorar los muchos centenares de agresiones sexuales que de forma organizada se produjeron en la explanada frente a la catedral de la ciudad renana. Todas las agresiones, tanto en Colonia como las habidas en otras ciudades alemanas, fueron atribuidas a refugiados e inmigrantes de Oriente Medio y el norte de África. De las más de 1.200 denuncias presentadas en Colonia entonces solo un acusado pisó la cárcel. Este año la policía tenía la orden de los políticos de evitar nuevas agresiones. Más que éstas se temía la reacción popular. Porque la indignación por las agresiones de Nochevieja anterior solo fue el comienzo de una escalada de delitos sexuales y violentos con autores en gran parte llegados gracias a la política de la canciller Angela Merkel, que culminaron con el atentado con el camión en Berlín.

La negación del problema es incompatible con la búsqueda de soluciones eficaces. Con premisa falsa es imposible la conclusión correcta. La incapacidad de Berlín de establecer una política coherente y firme de exigencia incondicional de cumplimiento de la ley y deportación de delincuentes consumados e islamistas y criminales potenciales se debe a su obstinación por presentar el desastroso balance de la política de Merkel como desajustes pasajeros con incidentes inevitables. Ahora se encuentra con fuerzas enfrente, como los radicales de Colonia o el nuevo gobierno frentepopulista de la ciudad de Berlín, que se niegan a toda medida de rearme del Estado. Así, pese al atentado en el mercadillo, el tripartito rojiverde de Berlín prefiere dedicarse a los acuciantes problemas de la transexualidad en los colegios que a las cámaras de seguridad en las calles. Se abren diferencias entre los demócratas que ahora ven, demasiado tarde, que no pueden tratar a los varones musulmanes recién llegados como ciudadanos educados en colegios suizos y el izquierdismo aliado abiertamente con una inmigración de la que se promete fuerza para destruir la democracia. Pero más allá de la irresponsabilidad de unos y la perversión totalitaria de los otros, queda claro que la Nochevieja tradicional de los alemanes ha muerto. No hay apenas integración sino destrucción de lo existente. En Colonia y en tantos otros rincones. Otras tradiciones y tesoros de la convivencia y cultura milenaria cristiana seguirán la misma suerte.

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