LA VERDAD DESPRECIADA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 16.12.16
Nos convierte en la sociedad más decrépita de Europa, sin
niños, sin creación y sin proyectos
LES voy a recomendar un libro raro. Es «En el Requeté de
Olite», de Mikel Azurmendi. Es raro porque es una bella novela de guerra de
verdad. No un discurso fascista ni antifascista. No una historia de amor,
pasiones ni disquisiciones en el marco de una guerra. Es un libro de guerra de
verdad en el que son verdad profunda el libro y la guerra que relata. Es raro
también porque es un libro sobre nuestra guerra civil escrita desde la
perspectiva de los vencedores. Raro porque los vencedores de aquella guerra
parecen haber desaparecido sin dejar escrita la historia. O con la historia
escrita por ellos quemada en las hogueras virtuales de la educación que ha
sufrido España en estos 35 años. Que la historia vigente no la hayan escrito
los vencedores sino los perdedores de la guerra hace de España y su Guerra
Civil un caso único, como dice el historiador británico Anthony Beevor. Pero no
es el de Azurmendi un libro de vencedores, sino de españoles que perdieron como
todos. Que fueron a una guerra porque creyeron firmemente que debían defenderse
y que les iba la vida en acabar con un régimen que había demostrado durante
cinco años que pretendía acabar con ellos y su forma de vida. «En el Requeté de
Olite» es la historia de un adolescente navarro que se escapa de casa para irse
al frente con una de las unidades de voluntarios que participan en la toma de San
Sebastián. Sus peripecias dan pie al relato de la breve campaña en Guipúzcoa
que es un canto de amor a la tierra y a las gentes sencillas inmersas en
aquella terrible galerna de la historia. En una guerra vista por Azurmendi
desde hoy con una mirada limpia para la verdad tan rara, tan infrecuente en
nuestra España actual, que a veces parece imposible de darse. No lo es.
La verdad, la verdad que rezuma este libro, es posible
cuando hay voluntad de verdad. Incluso en la España actual. Aunque parezca
haber desaparecido por completo ya el imperativo ético de defender la verdad
por mero amor a la misma. Y las verdades solo parecen con valor cuando son
baratas de conseguir y convenientes en sus efectos. En los últimos tiempos
acostumbro a hacer un rápido paso de zapping por las tertulias televisivas.
Para ver si en alguna se cuela alguna opinión que pudiera firmar yo. Eso cada
vez es menos frecuente. Lo que sí se percibe es una inmensa voluntad de
consenso.
Ayer me topé con una joya. Un periodista de peso y enjundia,
no uno de esos muchos pesos pulga, decía una frase con la que,
involuntariamente, nos daba la mejor explicación de lo que nos sucede. Según
dijo «lo mejor es pasar de puntillas sobre las cuestiones que están perdidas de
antemano ante la opinión pública». Expresaba así toda una actitud ante la vida.
La de políticos y periodistas pero también de la mayoría de la sociedad
española. Eso que nos ha hecho la sociedad más vieja y decrépita de Europa, sin
niños, sin creación y sin proyectos. Más entretenida que divertida en la vulgar
facilidad. Donde el único vigor real lo genera el odio. Siempre volcado este
contra la propia España. La renuncia a la verdad para plegarse a la opinión
pública condena a la opinión pública a su miseria. Es la renuncia a la ejemplaridad
y a la lucha por la dignidad humana, por la calidad personal, la vida buena y
la fuerza espiritual. Que Mikel Azurmendi está recluido en un caserío –gracias
a Dios escribiendo–, y ese periodista aparezca a diario en dos o tres tertulias
lo dice todo sobre nuestra catástrofe intelectual y moral y nuestra condena.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home