LA PESADILLA DE MERKEL
Por HERMANN TERTSCHABC Miércoles, 21.12.16
La Policía retrasa confirmar la causa terrorista para evitar
reacciones espontáneas
El goteo de atentados de este pasado verano alemán era solo
un adelanto de lo peor. Aquellos atentados con un muerto o dos y algunos
heridos acababan siendo tratados como incidentes menores. Como acciones
aisladas de desequilibrados, aunque siempre, eso sí, desequilibrados
musulmanes. La prensa alemana estaba de acuerdo con el Gobierno y los grandes
partidos en no darles mucha publicidad. No fueran a aprovecharlo los racistas y
la extrema derecha. Todo se subordina al objetivo de «combatir» la xenofobia y
la islamofobia. A ser posible con silencio. Desde el lunes será más difícil.
El peor escenario imaginable se ha hecho realidad con la
entrada del camión en el mercadillo navideño en el corazón del viejo Berlín
oeste, junto a la Gedächniskirche. Los doce muertos y 48 heridos han helado el
alma a Alemania. Su sociedad está pasmada por el miedo a los terroristas. Pero
también a su propia reacción. Es la pesadilla absoluta de Merkel. No solo la
ultraderecha establece una relación entre esta matanza y aquella decisión
personal y espontánea de Merkel del 4 de septiembre del 2015, sin consulta ni a
Parlamento ni otras instituciones, de abrir las fronteras a masas de
inmigrantes incontrolados.
Es la decisión con mayores consecuencias para la historia de
Alemania y Europa tomada hasta ahora en el siglo XXI. Otro atentado de estos y
nadie sabe si Merkel podrá volver a expresar en público su pesar y pedir se
haga vida normal. Porque la vida para muchos alemanes no es normal desde
aquella fecha. Y sus gobernantes temen que cualquier día un atentado islamista
tenga otras consecuencias.
La policía retrasa confirmar la causa terrorista para evitar
reacciones espontáneas. Y que por ejemplo albergues de refugiados, que se
incendian una y otra vez, pudieran arder de golpe. La sociedad alemana se
autocontrola. Pero no es hoy una sociedad serena. Y el desprecio a sus inquietudes
se vengan ahora. Merkel sabe que está en juego mucho más que su propio futuro.
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