LA CRISIS CON TURQUÍA IMPULSA EL VOTO ANTIINMIGRACIÓN
Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Amsterdam
ABC Martes, 14.03.17
El país se encamina hacia una larga etapa de negociaciones
tras los comicios
Mañana votan los holandeses un nuevo Parlamento. Lo harán en
plena conmoción por el conflicto con Turquía, que adquirió unos niveles de
acritud inaudita. Con Holanda, uno de los países tradicionalmente más
tolerantes de Europa, tachada de «nazi» y «fascista» por un presidente turco
que amenazó con usar a los 400.000 inmigrantes turcos en aquel país como su
ejército. Y por los incidentes con los manifestantes turcos del sábado por la
noche en Rotterdam, que han impresionado profundamente a la opinión pública.
El candidato ultraderechista Geert Wilders (izq), junto al
liberal Mark Rutte
Ayer los holandeses pudieron comprobar que salían en su
defensa y en defensa de su Gobierno y su primer ministro, Mark Rutte, tanto la
Unión Europea como diversos miembros de la misma. Angela Merkel, que había
intentado una aproximación menos clara a las provocaciones del presidente turco
que Rutte, tachó de «disparatadas» las acusaciones de Erdogan contra Holanda.
También la OTAN pidió ayer una urgente limitación de daños y reducción de la
tensión entre sus dos miembros en conflicto. Las imágenes de la Policía
holandesa con perros batiéndose con una inmensa masa de hombres morenos con
banderas turcas están todo el día en las pantallas de las diversas cadenas de
televisión. Y quedarán firmes en la memoria de los holandeses, mucho más allá
de esta campaña electoral. Asociadas a las palabras amenazadoras de Erdogan,
que calificaba a los 400.000 inmigrantes turcos como tropas suyas, tienden a
generar enorme inseguridad.
El Gobierno turco acusó a Holanda de uso excesivo de la fuerza
y pidió sanciones por ello. Además de insistir en las disculpas que exige de
Holanda. El primer ministro holandés ha dejado sin embargo claro que no piensa
en ninguna disculpa y que es Ankara quien debe disculparse por «unos insultos
intolerables» de Erdogan al tachar a Holanda de «guarida nazi». «Nosotros
exigimos una disculpa por estos intolerables comentarios contra un país
bombardeado por los nazis y víctima del nazismo», afirmó el primer ministro,
Mark Rutte.
Pero nadie se atreve a vaticinar cómo afectarán al resultado
estos graves hechos. De momento todo lo que se sabe sobre los resultados que
mañana se conocerán a última hora de la tarde es que Holanda volverá a contar
con un Parlamento muy fraccionado. Como siempre. Por una ley electoral que permite
lograr representación hasta al más diminuto. Y se sabe por ello que será muy
difícil hacer un gobierno porque puede que hagan falta hasta cuatro o cinco
partidos para una mayoría. Puede, dicen aquí, que esto sea más largo que lo de
España el pasado año.
Pero de momento, todas las miradas están puestas en el
hombre al que todos los demás partidos y líderes quieren negar el derecho a
gobernar por muchos escaños que logre. Ese es Geert Wilders, el líder del
Partido de la Libertad ( PVV), un conservador de 53 años que abandonó el VVD,
el partido del hoy primer ministro Rutte, para hacer fortuna política con la
creciente masa de holandeses insatisfechos con la política de la Unión Europea
y con los crecientes problemas con la inmigración y especialmente con la
musulmana.
Wilders, que aboga por el cierre de fronteras a la
inmigración musulmana y de mezquitas en el propio país, lideró durante meses
las encuestas y había caído hace dos semanas por detrás del partido
conservador de Rutte. Por lógica, puede ser Wilders el gran beneficiado de la
inaudita escalada de tensión y ataques del presidente turco contra Holanda.
Las masas que ondean banderas turcas y jalean a un
presidente que llama nazi al país que es generosamente anfitrión de 400.000
turcos con todos los derechos, subvenciones y apoyos no han fomentado las
simpatías hacia la inmigración musulmana, que es el caballo de batalla
principal, muchas veces único, de Wilders.
El abuso de la tolerancia
Holanda vota en la primera de una serie de elecciones decisivas
–Francia, Alemania, quizás Italia– para la suerte de la Unión Europea. Después
del Brexit y la elección de Donald Trump nada se teme en Bruselas tanto como
una victoria del populista de derechas Geert Wilders. Holanda fue país ejemplar
de la multiculturalidad, de la inmigración sin cortapisas y la tolerancia
cultural y social. Hoy todo ello es para muchos un inmenso error. El hastío
ante el abuso y la crisis, la inseguridad y la reacción hostil a la inmigración
musulmana hacen de Holanda la vanguardia de un movimiento de revisión de todo
aquello que abanderó.
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