MIEDO A LA VERDAD
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 11.04.17
Toda Europa está secuestrada por los guardianes del dogma
EL miedo a la verdad es una fuerza poderosísima capaz de
cualquier cosa, como ya nos enseñan las Sagradas Escrituras. Porque mientras se
llega, si se llega, a la sabia convicción de que la verdad nos hace libres, el
hombre teme que la verdad le deje en peor lugar. En las últimas semanas se les
ha visto mucho el miedo a los grandes guardianes de la actual historia oficial
de la Guerra Civil. El libro de Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García
titulado «1936, fraude y violencia» ha tenido dos tipos de reacciones. Por un
lado han salido cuatro o cinco voces a descalificarlo. Torpe y falazmente, hay
que decirlo. Por el otro, han callado como meretrices todos los medios que
tanto ruido suelen hacer sobre libros vulgares del sectarismo zurdo sobre la
Guerra Civil. En esto son eficaces. Para eso tienen monopolio mediático gracias
a la falta de complejos de la izquierda y a la cobardía y la indolencia de la
derecha. Porque muchos de ustedes no habrán oído hablar del libro de Álvarez
Tardío y Villa García. Cuando deberían tenerlo ya en casa medio empezado.
Porque es todo un acontecimiento histórico que debería haber ocupado las
portadas de diarios y revistas, y durante semanas haber abierto informativos,
protagonizado debates, programas monográficos y encuentros divulgativos.
La obra de investigación prueba minuciosamente que las
elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular
sufrieron un masivo fraude. Con estudios nunca realizados antes sobre
documentación oficial se prueba que la extensión y la calidad del fraude en
toda España cambió el signo del resultado. Los dos historiadores insisten en
que ellos no hacen consideraciones ideológicas o políticas. Pero los guardianes
del mito de la Santa República de Inmaculada Democracia han visto el enorme
peligro que se cierne sobre sus predios de cultivo intensivo de la buena
conciencia izquierdista. Cualquier duda sobre el planteamiento de «República
democrática buena» frente a «golpismo fascista malo» es descalificado como
«franquismo» o intentos de justificar el golpe. Tienen miedo a saber que no
quedaba democracia tras los golpes de 1934 y el fraude de 1936. Miedo a saber que
el Frente Popular no tenía ni la razón política ni la razón moral. O al menos
no toda, como pretende hoy el dogma impuesto.
Es el miedo a la verdad de una izquierda reaccionaria. Que
considera la versión de la historia convenientemente manipulada una propiedad
tan incuestionable como los huesos de Lorca para Ian Gibson. El 4 de abril
moría en Roma a los 92 años Giovanni Sartori, grande entre los más grandes de
la ciencia política. Tuve el privilegio de tratarle durante unos años y me
fascinó por su brillantez, su ingenio y su finísimo humor. Este le sirvió en
los últimos lustros para encajar con elegante soltura y mucha sorna los embates
del fanatismo y la estulticia de la corrección política. Que le llegaron de una
izquierda de la que él procedía, pero cuyo dogmatismo, falta de inteligencia y
valentía para la verdad fustigó con finura florentina, cuando no maquiavélica.
Después de publicar «La Sociedad Multiétnica. Pluralismo, Multiculturalismo y
Extranjeros» en 2000 comenzó a ser mal visto el antes adorado Sartori. Porque
expuso las verdades que tanto teme la izquierda aferrada como nunca a sus
dogmas. Mantuvo que el multiculturalismo genera guetos y dinamita la
democracia. Y que la inmigración sin control, limitación y exigencia de
integración es una bomba para la sociedad libre. Y Sartori se convirtió –con
Oriana Fallaci– en otro «descarriado que alimenta la xenofobia». El miedo a la
verdad arrastra a Europa, secuestrada por los guardianes del dogma, a la
catástrofe. Y en España el cerrojo está en su gran mentira: el antifranquismo.
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