EL PRECIO PROHIBITIVO
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 29.08.17
Nadie estará dispuesto a asumir el drama
CATALUÑA no se va a independizar. No lo va a hacer por
muchos motivos, pero uno capital es que nadie está dispuesto a generar ni
soportar la violencia que sería necesaria para romper España. Y mucho menos la
violencia que resultaría de la misma y que se extendería por toda la geografía
española y quizás por la cada vez más inestable Europa. Nadie quiere esa
violencia salvo despojos minoritarios de la sociedad del bienestar y la
tolerancia malentendida. Que una siniestra alianza entre estos radicales
urbanos, fanáticos aldeanos y políticos inmorales haya puesto en jaque a un
Estado del Primer Mundo como es España se debe a debilidades del sistema, de
los partidos y de unos políticos ya todos producto de una selección negativa
propia de regímenes socialistas. Por eso el mensaje nacionalista ha tenido
tiempo, poder y dinero para convencer a sectores amplios de la sociedad de que
ellos los protegen mejor que España. Porque en España han gobernado políticos
dispuestos a entregar a los nacionalistas los recursos para el engaño a cambio
del apoyo para su propio autoservicio. Los partidos, convertidos todos en
agencias de contratación con libre y consensuado acceso al erario, se sirven
del Estado, esquilman a la clase media y pactan lo que sea con quien sea con
tal de seguir haciéndolo.
Así se ha llegado al final de fiesta. Porque parte de los
privilegiados ya no tienen otros privilegios que exigir en trueque o chantaje
que los símbolos supremos de estado-nación. Con los que seguirían sirviéndose
de su estado y esquilmando a su clase media. Aunque sea ya imposible pedirles a
muchos siquiera que conciban una reacción del actual Gobierno de España con la
firmeza y contundencia necesarias para poner fin a la deriva criminal del
gobierno de la Generalidad, llega el momento en que es imposible ceder, simular
o despreciar, esas tres pasiones de Rajoy. Y habrá que ver quién puede más,
como dice un Trapero Mayor de los Mozos de Escuadra, en referencia a su gente
armada por un lado y las Fuerzas de Seguridad del Estado por el otro. No debe
tener ninguna duda. En Cataluña escasean las verdades. Y hay una arrolladora:
hay muchos más españoles, también en Cataluña, capaces del sacrificio personal
por España, incluido el último y supremo, que nacionalistas dispuestos a
ofrecer no ya la vida o la salud, siquiera su patrimonio, empleo o pensión por
defender el proyecto de secesión y destrucción de España.
Solo conocemos separatistas en tiempos de bonanza en los que
estar contra España y la legalidad granjea pingües beneficios, mientras
defender España y su Constitución solo desgracias y represalias. Hay que
conocer poco al ser humano para no saber que de cambiar esas condiciones
cambiarán muchas opiniones. Un nauseabundo producto de la degradación moral e
intelectual de la sociedad catalana, Gabriel Rufián, era un españolito más que
se hizo separatista cuando vio el nicho laboral. El negocio le salió redondo.
Pero tal como es, con mucho dinero español y a diario en todas las teles. No
para acabar en una trinchera. Entre los errores más terribles de los gobiernos
de Madrid estuvieron la entrega de competencias clave para la siembra del odio
y la retirada de símbolos e instituciones de España de aquella región. Y muy
especialmente la callada aceptación de la viabilidad de la destrucción pacífica
de España. Se propagó la disparatada quimera de que sus partes rotas lograrían
esa convivencia armónica supuestamente inviable en la España unida. De que la
aventura sería gratis. Se debió dejar claro hace mucho que España no puede
romperse sin violencia y sin sangre. Que el precio del capricho de unos pocos
es demasiado alto.
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