EL MAL, SEGÚN LOS BUENOS
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 15.08.17
La manipulación mediática contra Trump alcanza cotas
delirantes
TODOS saben ya lo fácil que es arrearle al presidente
norteamericano Donald Trump. Hay ya una industria del entretenimiento como las
teleseries. Que consiste en reírse del presidente norteamericano e insultarle.
Sin complejos. A él, a su mujer, a sus hijos, al hijo menor al que se tacha de
subnormal y enfermo. Y a sus votantes, por supuesto. Esos seres despreciables a
los que Hillary Clinton tachó de «desecho» y «basura social». Esos analfabetos
que no leen ni a Kant ni a Manolita Lindo, que ven la televisión bebiendo
cerveza y con el rifle en el regazo, según finos analistas europeos. Esos
mismos norteamericanos que murieron en Normandía y mueren hoy en los frentes de
todo el mundo para que los europeos tengan libertad para insultarles. Y se
puedan permitir desplegar toda su cobardía y sus miserias ideológicas de
jugueteo con totalitarismos.
Resultó que EE.UU. está lleno de seres despreciables que se
negaban a votar a la notoria mentirosa, manipuladora, arrogante, corrupta y
codiciosa recaudadora de regalos y dineros de todo el globo con su Fundación
Clinton. Y ganó Trump. Desde entonces, los sumos sacerdotes de la socialdemocracia
mundial, los poderosos y los clérigos de la nueva Iglesia de la Imposición
Izquierdista que son los medios de comunicación y la «intelectualidad» salida
de fábricas universitarias de fanatismo, solo piensan en acabar con Trump.
Porque no les obedece y puede desmantelar el andamiaje de mordazas ideológicas,
intereses y regulaciones económicas y políticas que componen las estructuras
socialdemócratas que Obama comenzó a imponer en EE.UU. Las que rigen en una
Europa donde la libertad desaparece y discrepar es ya capricho peligroso. Ellos
son los buenos que dictan qué es el mal. Ahora necesitan un delito de Trump. Y
lo buscan desesperadamente todos, desde infiltrados en la Casa Blanca a
gobiernos europeos y la UE, desde millonarios a congresistas y compañías
multinacionales, medios de comunicación y el funcionariado. Con este esfuerzo
es probable que se lo hubieran encontrado a todos los presidentes anteriores.
No se descarte que se lo encuentren a Trump. Puede que tenga cadáveres en los
armarios. Pero está costando. Y eso que buscan muchos que tienen sus propios
armarios como una morgue.
La manipulación delirante de los medios contra Trump pasa
por días gloriosos. Él es el mal, han decidido los buenos. Diga lo que diga,
haga lo que haga. A preguntas sobre Venezuela de periodistas, Trump dijo que
EE.UU., implicado en todo el mundo en favor de la libertad, no puede ignorar la
tragedia de un país casi vecino. Y que estudiaban todas las opciones contra
Maduro. Incluida la militar. Una superpotencia no renuncia nunca a opciones que
puedan ser necesarias. Eso no lo saben los becarios en los medios ni las
andrealevys antiimperialistas del PP, pero sí todo ser algo inteligente y algo
informado. La respuesta era impecable. Pues la convirtieron en una «amenaza de invasión»
que agitan con histeria hipócrita como si Trump hubiera anunciado el
desembarco. También lo han tachado de racista, qué menos. Porque osó denunciar
no solo a los nazis sino también a esa izquierda radical y comunista. Que fue
la que en Charlottesville inició la violencia. Porque parte de esa
«europeización» consiste en que solo la izquierda tiene derecho a manifestarse
sin ser agredida por contramanifestaciones. El racismo es despreciable. Trump
debió subrayarlo. Nadie ha contribuido más a su rebrote que Obama y su
multiculturalismo que fracciona la sociedad norteamericana. Despreciable es
también la arrogante pretensión de que la izquierda tiene una superioridad
moral natural sobre cualquier idea discrepante y tiene derecho a aplastarla.
Despreciables son todos los totalitarismos. También ese. Trump no ha defendido
ninguno. Los medios biempensantes sí.
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