ESTUPEFACCIÓN Y SOSPECHA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
29.10.17
La guinda a los peores temores la puso ayer el ministro
portavoz
VUELVEN a salir ayer y hoy los españoles a la calle a
defender a la Nación y su unidad frente al separatismo. Pero es muy posible que
pronto salgan para defenderla a la Nación y su dignidad frente al Gobierno.
Porque en 48 horas se han multiplicado los indicios alarmantes de que hay
intenciones políticas ya cimentadas con acuerdos subterráneos que pueden herir
tanto a los españoles como la intolerable escena del parlamento catalán del
viernes, la mayor humillación sufrida en generaciones. Millones de españoles no
olvidarán jamás la ofensa que tenía el deber de haber evitado el gobierno de
Mariano Rajoy y su gran especialista en Cataluña, la vicepresidenta Soraya
Sáenz de Santamaría.
Lo que parecía primero una digna y solida decisión de
afrontar el crimen del golpe de Estado con el artículo 155, firmeza y
consecuencia, se convirtió primero en una débil e incierta respuesta con unas
elecciones dentro de siete semanas, sin tiempo de cambiar nada en el aparato
separatista. Pronto ha quedado en la intensa sospecha de una componenda
inconfesable. Que implica la voluntad de colaboración con los delincuentes que
han sometido a España a esta insufrible e inolvidable agresión. Unos
delincuentes que no renuncian a alcanzar sus fines en un próximo intento.
Tendrán como fácil interlocutora en Cataluña a la vicepresidenta a la que han
engañado siempre que han querido. La que ha fracasado con estrépito en todo lo
que ha hecho allí. La guinda a los peores temores la puso ayer el ministro
portavoz, Iñigo Méndez de Vigo, al decir que el gobierno «vería con agrado» que
Carlos Puigdemont, el cabecilla del golpe de Estado, se presentara otra vez a
las elecciones. La estupefacción ante esas palabras era ayer general. Medios
políticos parecen dar por hecho que Oriol Junqueras, el segundo implicado en la
trama criminal, también va a participar en las elecciones. Como si Tejero,
Milans y Armada hubieran presentado lista electoral propia tras el 23-F. Y se
hubieran puesto a su disposición unos cuantos canales de televisión. Quizás no
hubieran salido mal parados.
Cada vez son más los españoles que creen que Rajoy no quiere
derrotar a los golpistas, llevar a los responsables ante los tribunales y
desmantelar el aparato de un régimen separatista antiespañol con vocación
totalitaria. Cada vez hay más convencidos de que se busca un acuerdo para
volver a la «normalidad» de la hegemonía separatista e imponer una reforma
constitucional pactada con la izquierda que equivale en la práctica a la
dinamitación de la España de ciudadanos libres e iguales y la ruptura de la
soberanía nacional. Es esa lógica de la concesión a los separatistas de todos
sus objetivos de forma aplazada pero con garantías e impunidad. Los españoles
no pueden ni deben tolerar esto. Que supone ni más ni menos, por mucho que se
disfrace, de la desaparición de la España unida y soberana que el Rey ha
llamado a defender y de la que su Majestad y los Ejércitos son garantes
últimos.
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