The Unending Gift

lunes, octubre 23, 2017

LOS CONSERVADORES GANAN Y ABREN LA PUERTA A UNA ALIANZA CON LA ULTRADERECHA

Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Viena
ABC  Lunes, 16.10.17

Sebastian Kurz, de 31 años, líder del Partido Popular, se convierte en el jefe de Gobierno más joven de Europa tras conseguir el 31,6% de los votos

Extraña pareja El partido socialdemócrata también deja abierta una posible coalición con la extrema derecha, peros sus bases quieren mayoritariamente pasar a la oposición

Empate técnico Al cierre de esta edición, el SPÖ, socialista, y la extrema derecha, FPÖ, oscilaban entre el 26,9 y el 26,0% de los sufragios, con ligera ventaja socialista

El Partido Popular Austriaco (ÖVP) ganó ayer las elecciones con su brillante y joven candidato, el hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores, Sebastian Kurz. Con el 31,6 por ciento de los votos, según resultados provisionales, ha sacado cinco puntos a los otros dos grandes partidos, el Partido Socialdemócrata SPÖ y el derechista FPÖ, que estaban prácticamente empatados con un 26,5 por ciento y una leve ventaja para el primero. La participación fue del 70 por ciento, cuatro puntos más que en las elecciones de 2013. Con 800.000 votos por correo aún sin contabilizar pueden darse considerables modificaciones especialmente en el puesto segundo y tercero. También en los dos pequeños partidos que han logrado superar el 4% para entrar en el Parlamento que son NEOS y la Lista Pilz. Esta es una escisión de los Verdes que estos han pagado amargamente al perder casi 9 puntos y no lograr entrar en el parlamento (Nationalrat).
Sebastian Kurz, que a sus 31 años logró neutralizar a todos los poderosos barones del ÖVP y convirtió el partido en una especie de agencia de apoyo a la lista personal que se ha presentado a las elecciones como «Lista Kurz el Nuevo ÖVP». Como tal ha cosechado un resultado que nadie en su partido podía soñar hace tan solo unos meses. «Un resultado histórico», dijo ayer Kurz, que agradeció la confianza y no quiso adelantar planes. «Primero esperar a los datos definitivos. Se hablará con todo el mundo».
En un día radiante de un otoño poco común, los austriacos se movilizaron para unas elecciones con alicientes especiales y muy especialmente la irrupción del joven Sebastian Kurz como favorito. En todos los estados federados aumentó la participación y en todos se notó el inmenso tirón del vencedor, aunque en algunos no lograra vencer a la tradición y así, en Burgenland, ganaban como siempre los socialistas, y en Carintia los derechistas del FPÖ. Kurz tiene ahora manos libres y mucho margen. Y no debe temer condicionamientos de su propio partido. Cuando asumió las riendas del ÖVP hace menos de un año, este quedaba en las encuestas siempre tercero, tras la extrema derecha de FPÖ, que lideraba ampliamente, y los socialdemócratas.
La gran coalición entre ÖVP y SPÖ que estaba ya en su tercera legislatura cuando fue interrumpida para convocar estas elecciones había generado una creciente insatisfacción y parálisis en Austria. Y solo había beneficiado al derechista FPÖ que, sin embargo, difícilmente podía encabezar una alternativa acosado y acusado por la izquierda austriaca y europea de ultraderechismo. El líder del FPÖ, que se ha quejado irónicamente en campaña –no sin razón– de que el candidato Kurz le plagiaba los lemas y mensajes sobre inmigración y seguridad, ha dejado claro que está muy dispuesto a dejarse cortejar y a entrar por fin en el gobierno. Todos esperan que esto suceda sin polémicas y por supuesto sin amenazas de sanciones de la UE como las habidas cuando su partido entró en el Gobierno de Wolfgang Schüssel en el año 2000. El líder de los socialistas por su parte, el canciller saliente Christian Kern, ya ha dicho que su partido será una firme oposición al populismo de derechas y que hará frente al fuerte corrimiento hacia la derecha que se ha producido en el voto austriaco.
Las elecciones ya han tenido la virtud de dinamitar el anquilosamiento de las estructuras políticas. Con este resultado, Sebastian Kurz recibirá el encargo del presidente de la República, Alexander van der Bellen, y podrá negociar tanto con los derechistas del FPÖ como con los socialistas de la SPÖ. Ayer en la sede del Partido Popular quedó clara la preferencia de su militancia de hacer una alianza de derechas. Al escucharse el resultado del partido nacional-liberal FPÖ en ese momento por encima de los socialistas, los populares prorrumpieron en vítores y aplausos. Con este resultado con el que ÖVP y FPÖ sumarían el 57 o 58% tendrían una muy sólida mayoría para gobernar. Aunque lejos de los dos tercios que algunos soñaban para poder desmantelar la labor legislativa general de seis décadas de hegemonía de izquierdas en la República.

Difícil pero no imposible
Pero además se abren otras alternativas. El propio partido socialista SPÖ que hace poco más de un año lanzó una brutal campaña política de descrédito contra el FPÖ y su candidato a la presidencia, Norbert Hofer, ya ha dejado abierta la puerta para la posibilidad de un gobierno con el FPÖ en caso de que Kurz no fuera capaz de formarlo. Eso solo sería posible si el SPÖ queda, como parecía ayer, por delante del FPÖ. No obstante la mayoría de las bases socialistas, aliviadas porque el castigo no ha sido tan grave como algunos pensaban, no quieren oír hablar de alianzas con el derechismo pero tampoco con los conservadores y demandan un inmediato paso a la oposición para renovarse. Peter Kaiser, el presidente del SPÖ en Carintia, hablaba ayer de «la hora más amarga de la socialdemocracia». El partido socialista austriaco, uno de los más importantes de Europa desde la Primera República, tras la Primera Guerra Mundial, ha sido el partido que más tiempo ha gobernado en la Segunda República, desde 1945. El que ha tenido mayorías absolutas y ha marcado el cariz ideológico y la estructura institucional y legal como ningún otro.
Muchos observadores consideran que el fuerte desplazamiento a la derecha del voto en Austria es un fenómeno que deja adivinar otros procesos parecidos y podría suponer en más países europeos ese principio del fin de la hegemonía política y cultural de la socialdemocracia. El ÖVP, el Partido Popular siempre muy marcado por cuestiones sociales y cristianas, ha asumido gran parte de los postulados de la ultraderecha del FPÖ en asuntos como inmigración, en asuntos de seguridad interior, orden público y también economía y servicios sociales. Alejándose así de unos postulados socialdemócratas que ha compartido durante décadas con el SPÖ.
Habrá que ver, si se produce el gobierno de la alianza de derechas, en qué medida está dispuesto Sebastian Kurz a una aplicación consecuente de los postulados que ha defendido en campaña, calcados del FPÖ.

Falsos prejuicios en torno al FPÖ
La prensa austriaca y europea trata al partido derechista FPÖ como un apestado. La supremacía izquierdista en los medios está nerviosa porque ve que en la política esa hegemonía se desvanece. Así ayer en Austria. El FPÖ es un partido democrático que acata y defiende la Constitución, sus miembros la juran cuando asumen cargos y la cumplen. No como otros partidos en otros países. La UE, Merkel y hasta la prensa han de asumirlo. El FPÖ gobernará previsiblemente en Viena. Ya no vale tachar de fachas o nazis a todo partido de derecha democrática que no siente necesidad de disfrazarse de centrista y que se niega al discurso plano de la corrección política. El consenso socialdemócrata, con todo su poder y su propaganda no logrará erradicarlos ni con difamaciones ni censura. Porque la población europea los requiere, demanda y vota. La letanía izquierdista que difama a la derecha aburre. Ya no funciona.

Un estratega de 31 años que supo utilizar el «efecto Macron»

Sebastian Kurz está a punto de convertirse en el jefe de gobierno más joven de Europa tras su victoria de ayer. Este joven de 31 años, vienés de familia trabajadora, que entró en el partido a los 16 y abandonó la carrera de Derecho cuando fue nombrado secretario de Estado en Interior a los 23, es un extraordinario talento político que se mueve con auténtico virtuosismo en los diferentes planos de la política de partido e institucional.

                                                                           AFP

Vive con su novia, sin hijos de momento y no es nada blandito, pese a ese aspecto aniñado que lleva a algunos a infravalorarlo en lo que es un serio error. A los 27 era ministro de Exteriores y hasta sus enemigos reconocen que no ha cometido ni un error ni en situaciones extremas. Recondujo la política de refugiados de un anterior canciller, Werner Fayman, que estaba postrado ante Angela Merkel, para unirse al húngaro Viktor Orban y cerrar la ruta balcánica.
La coordinación de los países balcánicos para este cierre de fronteras que hizo Kurz, dejando al margen a Alemania y a Grecia, fue considerada por muchos como una jugada maestra de la diplomacia. Brillante ha sido su forma de obligar a su partido a ser agencia electoral para su persona. Y su forma de sacarse de su propia chistera inexistente toda una campaña inspirada en la operación de Emmanuel Macron. Campaña que con mucho personalismo y grandes dosis de populismo ha sabido llevar a cabo con un equipo improvisado en pocos meses. Mientras neutralizaba todas las quejas de unos barones acostumbrados a mandar más que el jefe del partido en el ÖVP y de repente desposeídos de voz y voto en la carrera electoral y en la presentación de contenidos.
Brillante y populista ha sido también el discurso de firmeza de Kurz en las cuestiones de inmigración y seguridad, mensaje que arrebató sin ningún pudor a Hans Christian Strache, su casi seguro socio en el gobierno de derechas que se perfila. Al que casi parecía hacer gracia semejante desparpajo.

Puede que llegado al cargo supremo fracase. De momento ha triunfado en todo lo que se ha propuesto.

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