LOS CONSERVADORES GANAN Y ABREN LA PUERTA A UNA ALIANZA CON LA ULTRADERECHA
Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Viena
ABC Lunes, 16.10.17
Sebastian Kurz, de 31 años, líder del Partido Popular, se
convierte en el jefe de Gobierno más joven de Europa tras conseguir el 31,6% de
los votos
Extraña pareja El partido socialdemócrata también deja
abierta una posible coalición con la extrema derecha, peros sus bases quieren
mayoritariamente pasar a la oposición
Empate técnico Al cierre de esta edición, el SPÖ, socialista, y la extrema derecha, FPÖ, oscilaban entre el 26,9 y el 26,0% de los sufragios, con ligera ventaja socialista
El Partido Popular Austriaco (ÖVP) ganó ayer las elecciones
con su brillante y joven candidato, el hasta ahora ministro de Asuntos
Exteriores, Sebastian Kurz. Con el 31,6 por ciento de los votos, según
resultados provisionales, ha sacado cinco puntos a los otros dos grandes
partidos, el Partido Socialdemócrata SPÖ y el derechista FPÖ, que estaban
prácticamente empatados con un 26,5 por ciento y una leve ventaja para el
primero. La participación fue del 70 por ciento, cuatro puntos más que en las
elecciones de 2013. Con 800.000 votos por correo aún sin contabilizar pueden
darse considerables modificaciones especialmente en el puesto segundo y
tercero. También en los dos pequeños partidos que han logrado superar el 4%
para entrar en el Parlamento que son NEOS y la Lista Pilz. Esta es una escisión
de los Verdes que estos han pagado amargamente al perder casi 9 puntos y no
lograr entrar en el parlamento (Nationalrat).
Sebastian Kurz, que a sus 31 años logró neutralizar a todos
los poderosos barones del ÖVP y convirtió el partido en una especie de agencia
de apoyo a la lista personal que se ha presentado a las elecciones como «Lista
Kurz el Nuevo ÖVP». Como tal ha cosechado un resultado que nadie en su partido
podía soñar hace tan solo unos meses. «Un resultado histórico», dijo ayer Kurz,
que agradeció la confianza y no quiso adelantar planes. «Primero esperar a los
datos definitivos. Se hablará con todo el mundo».
En un día radiante de un otoño poco común, los austriacos se
movilizaron para unas elecciones con alicientes especiales y muy especialmente
la irrupción del joven Sebastian Kurz como favorito. En todos los estados federados aumentó la participación y en
todos se notó el inmenso tirón del vencedor, aunque en algunos no lograra
vencer a la tradición y así, en Burgenland, ganaban como siempre los
socialistas, y en Carintia los derechistas del FPÖ. Kurz tiene ahora manos
libres y mucho margen. Y no debe temer condicionamientos de su propio partido.
Cuando asumió las riendas del ÖVP hace menos de un año, este quedaba en las
encuestas siempre tercero, tras la extrema derecha de FPÖ, que lideraba ampliamente,
y los socialdemócratas.
La gran coalición entre ÖVP y SPÖ que estaba ya en su
tercera legislatura cuando fue interrumpida para convocar estas elecciones
había generado una creciente insatisfacción y parálisis en Austria. Y solo
había beneficiado al derechista FPÖ que, sin embargo, difícilmente podía
encabezar una alternativa acosado y acusado por la izquierda austriaca y
europea de ultraderechismo. El líder del FPÖ, que se ha quejado irónicamente en
campaña –no sin razón– de que el candidato Kurz le plagiaba los lemas y mensajes
sobre inmigración y seguridad, ha dejado claro que está muy dispuesto a dejarse
cortejar y a entrar por fin en el gobierno. Todos esperan que esto suceda sin
polémicas y por supuesto sin amenazas de sanciones de la UE como las habidas
cuando su partido entró en el Gobierno de Wolfgang Schüssel en el año 2000. El
líder de los socialistas por su parte, el canciller saliente Christian Kern, ya
ha dicho que su partido será una firme oposición al populismo de derechas y que
hará frente al fuerte corrimiento hacia la derecha que se ha producido en el
voto austriaco.
Las elecciones ya han tenido la virtud de dinamitar el
anquilosamiento de las estructuras políticas. Con este resultado, Sebastian
Kurz recibirá el encargo del presidente de la República, Alexander van der
Bellen, y podrá negociar tanto con los derechistas del FPÖ como con los
socialistas de la SPÖ. Ayer en la sede del Partido Popular quedó clara la
preferencia de su militancia de hacer una alianza de derechas. Al escucharse el
resultado del partido nacional-liberal FPÖ en ese momento por encima de los
socialistas, los populares prorrumpieron en vítores y aplausos. Con este
resultado con el que ÖVP y FPÖ sumarían el 57 o 58% tendrían una muy sólida
mayoría para gobernar. Aunque lejos de los dos tercios que algunos soñaban para
poder desmantelar la labor legislativa general de seis décadas de hegemonía de
izquierdas en la República.
Difícil pero no imposible
Pero además se abren otras alternativas. El propio partido
socialista SPÖ que hace poco más de un año lanzó una brutal campaña política de
descrédito contra el FPÖ y su candidato a la presidencia, Norbert Hofer, ya ha
dejado abierta la puerta para la posibilidad de un gobierno con el FPÖ en caso
de que Kurz no fuera capaz de formarlo. Eso solo sería posible si el SPÖ queda,
como parecía ayer, por delante del FPÖ. No obstante la mayoría de las bases
socialistas, aliviadas porque el castigo no ha sido tan grave como algunos
pensaban, no quieren oír hablar de alianzas con el derechismo pero tampoco con
los conservadores y demandan un inmediato paso a la oposición para renovarse.
Peter Kaiser, el presidente del SPÖ en Carintia, hablaba ayer de «la hora más
amarga de la socialdemocracia». El partido socialista austriaco, uno de los más
importantes de Europa desde la Primera República, tras la Primera Guerra
Mundial, ha sido el partido que más tiempo ha gobernado en la Segunda República,
desde 1945. El que ha tenido mayorías absolutas y ha marcado el cariz
ideológico y la estructura institucional y legal como ningún otro.
Muchos observadores consideran que el fuerte desplazamiento
a la derecha del voto en Austria es un fenómeno que deja adivinar otros
procesos parecidos y podría suponer en más países europeos ese principio del
fin de la hegemonía política y cultural de la socialdemocracia. El ÖVP, el
Partido Popular siempre muy marcado por cuestiones sociales y cristianas, ha
asumido gran parte de los postulados de la ultraderecha del FPÖ en asuntos como
inmigración, en asuntos de seguridad interior, orden público y también economía
y servicios sociales. Alejándose así de unos postulados socialdemócratas que ha
compartido durante décadas con el SPÖ.
Habrá que ver, si se produce el gobierno de la alianza de
derechas, en qué medida está dispuesto Sebastian Kurz a una aplicación
consecuente de los postulados que ha defendido en campaña, calcados del FPÖ.
Falsos prejuicios en torno al FPÖ
La prensa austriaca y europea trata al partido derechista
FPÖ como un apestado. La supremacía izquierdista en los medios está nerviosa
porque ve que en la política esa hegemonía se desvanece. Así ayer en Austria.
El FPÖ es un partido democrático que acata y defiende la Constitución, sus
miembros la juran cuando asumen cargos y la cumplen. No como otros partidos en
otros países. La UE, Merkel y hasta la prensa han de asumirlo. El FPÖ gobernará
previsiblemente en Viena. Ya no vale tachar de fachas o nazis a todo partido de
derecha democrática que no siente necesidad de disfrazarse de centrista y que
se niega al discurso plano de la corrección política. El consenso
socialdemócrata, con todo su poder y su propaganda no logrará erradicarlos ni
con difamaciones ni censura. Porque la población europea los requiere, demanda
y vota. La letanía izquierdista que difama a la derecha aburre. Ya no funciona.
Un estratega de 31 años que supo utilizar el «efecto Macron»
Sebastian Kurz está a punto de convertirse en el jefe de
gobierno más joven de Europa tras su victoria de ayer. Este joven de 31 años,
vienés de familia trabajadora, que entró en el partido a los 16 y abandonó la
carrera de Derecho cuando fue nombrado secretario de Estado en Interior a los
23, es un extraordinario talento político que se mueve con auténtico
virtuosismo en los diferentes planos de la política de partido e institucional.
AFP
Vive con su novia, sin hijos de momento y no es nada
blandito, pese a ese aspecto aniñado que lleva a algunos a infravalorarlo en lo
que es un serio error. A los 27 era ministro de Exteriores y hasta sus enemigos
reconocen que no ha cometido ni un error ni en situaciones extremas. Recondujo
la política de refugiados de un anterior canciller, Werner Fayman, que estaba
postrado ante Angela Merkel, para unirse al húngaro Viktor Orban y cerrar la
ruta balcánica.
La coordinación de los países balcánicos para este cierre de
fronteras que hizo Kurz, dejando al margen a Alemania y a Grecia, fue
considerada por muchos como una jugada maestra de la diplomacia. Brillante ha
sido su forma de obligar a su partido a ser agencia electoral para su persona.
Y su forma de sacarse de su propia chistera inexistente toda una campaña
inspirada en la operación de Emmanuel Macron. Campaña que con mucho
personalismo y grandes dosis de populismo ha sabido llevar a cabo con un equipo
improvisado en pocos meses. Mientras neutralizaba todas las quejas de unos
barones acostumbrados a mandar más que el jefe del partido en el ÖVP y de
repente desposeídos de voz y voto en la carrera electoral y en la presentación
de contenidos.
Brillante y populista ha sido también el discurso de firmeza
de Kurz en las cuestiones de inmigración y seguridad, mensaje que arrebató sin
ningún pudor a Hans Christian Strache, su casi seguro socio en el gobierno de
derechas que se perfila. Al que casi parecía hacer gracia semejante desparpajo.
Puede que llegado al cargo supremo fracase. De momento ha
triunfado en todo lo que se ha propuesto.
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