EXPLICAR FUERA LA BATALLA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
13.10.17
Fracaso del gobierno en explicar la crisis catalana al
exterior
MUCHOS españoles han quedado estupefactos ante la forma de
informar de la prensa extranjera sobre la crisis en Cataluña. Unos se han
sentido injustamente tratados porque han visto mucha mala fe, que la ha habido.
Y otros han quedado impresionados por la ignorancia demostrada. Partamos del
hecho de que la información internacional de los medios occidentales es hoy mucho
peor que hace 30 años. Entonces los principales medios de prensa, radio y
televisión tenían unas redes muy completas de corresponsales en las principales
capitales. Los corresponsales de los grandes y no tan grandes medios de
comunicación eran profesionales con experiencia, bien pagados, con oficinas,
secretarias, casas en las que recibir y presupuesto. De los que se esperaba
información y criterio con conocimiento profundo del país. Hoy, varias crisis
después y con el deterioro general de hábitos de lectura y la galopante
frivolización de los contenidos e infantilización general de la audiencia,
aquellos corresponsales son historia remota. Los medios se nutren de
colaboradores ocasionales o asiduos, pocos con contratos permanentes, jóvenes
que trabajan en precariedad sin infraestructura ni presupuesto. La mayoría son
menos periodistas que activistas desde la superioridad moral izquierdista.
Los periodistas que venían a falsificar la información para
la prensa europea durante la Guerra Civil, casi siempre en apoyo del Frente
Popular –con mentiras imperecederas como la foto del miliciano de Capa– eran
intelectuales. Hoy casi todos son personajes desasistidos, cargados de tópicos
infantiles y maniqueísmos. Salidos de facultades de ciencias sociales que son laboratorios
de falsificación de la historia, seminarios de los nuevos clérigos de la
religión socialdemócrata y sus sectas.
A estos activistas del ideal y a los enviados especiales que
son «paracaidistas» que no suelen saber nada del país al que van, hay que
darles todo masticado. Necesitan la información básica. Adobada de sabores que
despierten su simpatía. Si no, se la dan otros. Eso lo que entendió siempre la
Generalidad de Cataluña que se gasta lo que falta en los hospitales y otros
servicios públicos en un ejército de propagandistas preparados, bien pagados y
políglotas con mil agencias y boletines digitales, que siembra el mundo de
narrativa victimista del separatismo. Todas las redacciones importantes del
mundo reciben desde hace años información de la versión separatista con todas
sus mentiras históricas, con las más grotescas fabulaciones. Pero perfectamente
presentadas.
La Generalidad vende como una gran empresa moderna el
producto de «la torturada vida de su alma sensible bajo la cruel bota española».
Mientras en Madrid hay un gobierno paleto que desprecia a la prensa exterior.
Con un presidente que no habla ningún idioma, que tiene una secretaria de
Estado de Comunicación que ni habla idiomas ni pierde un minuto con
extranjeros, a un ministro de exteriores tan persuasivo él que, con sus
balbuceos en televisiones extranjeras, nos puede convertir en separatistas a mí
y a un general de la legión. Toda la labor mediática de este gobierno se ha
centrado en sus mezquinos cálculos tertulianos de agendas políticas y
personales internas. Los esfuerzos de personalidades que intentan compensar por
el mundo esta insolvencia gubernamental no bastan. El futuro inmediato será
duro y habrá noticias desagradables sin duda. Pero la Razón y el Derecho –que
son de España– han de ser defendidos en el exterior. Para que la perversión de
la verdad por la prensa extranjera no puedan convencer de absurdos a sus
opiniones públicas y estas a su vez no fuercen a sus gobiernos a disparatar y
favorecer a los enemigos en España. En perjuicio de toda Europa. La Nación
Española pondrá tarde o temprano fin a la peor agresión que sufre desde la
guerra civil. Hay que explicar fuera bien cómo y por qué.
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