DE LA OFENSA INTOLERABLE A LA NUEVA ESPAÑA POSIBLE
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Sábado, 28.10.17
La reacción de muchos ante las infames escenas de ayer ha
sido la reafirmación de su creciente convicción de que ha llegado la hora de
acabar con el separatismo como opción política
Tanto tiempo hace que España tolera lo intolerable y
pretende que nada que se haga y diga en su ofensa y oprobio tiene importancia
que habrán sido muchos los españoles que hayan visto el dantesco esperpento del
parlamento catalán como un mero espectáculo político más. Pero para otros
muchos españoles la verbena de bajeza e iniquidad de ayer, retransmitida por
todas las televisiones públicas y privadas con asepsia cuando no simpatía, ha
supuesto uno de los peores insultos sufridos en la vida. Ha sido la
confirmación irrebatible de que se ha llegado al límite de lo que se quiere y
puede tolerar. Y ni las amenazas de unos ni la cobardía de otros van a
arrastrar a esos españoles a considerar jamás aceptable ni asumible lo que se
hizo ayer, se hace ahora y se pretende hacer por parte del separatismo en
Barcelona. Por eso la reacción de muchos ante las infames escenas de ayer ha
sido la reafirmación de su creciente convicción de que ha llegado la hora de
acabar con el separatismo como opción política. Emulando así a todos nuestros
aliados y vecinos. Somos los únicos que aceptamos en el sistema a las fuerzas
nacidas para destruirlo. Es una extravagancia que, ahora se ha demostrado,
tampoco nosotros nos podemos permitir.
Con esa convicción se han movilizado millones de españoles
en las pasadas semanas en la expresión más completa, espontánea y libre de la
nación en muchas décadas. Ahora se trata de que esa nación española que se ha
puesto en marcha adquiera forma de expresión política. Y de imponer a los
principales partidos políticos esta máxima prioridad de una agenda nacional que
la sociedad ha asumido ya ante el vendaval de agresiones, humillaciones y
ofensas siempre sin respuesta y sin defensa para los agredidos. Ahora se trata
de articular políticamente a los españoles en Cataluña como en Andalucía, en
Extremadura como en Galicia y en Castilla como en el País Vasco o Madrid. Pese
a tantos años de desidia y miseria moral en las cesiones de soberanía a los
nacionalismos, hay masa crítica en España para hacer un país mejor con mejor
gobierno, mejor administración, mejores jueces, mejores empresarios y sobre
todo mejores personas que no se dejen engañar y estén dispuestos a decir la
verdad.
Si los partidos no logran sofocarlos como pretenden, estos
nuevos vientos de conciencia española pueden cuajar en un movimiento que haga
de España ese país con Nación y con Estado -no administración hinchada,
Estado-. Y que garantice que nadie pone sus sucias manos sobre su soberanía,
integridad y unidad. Para eso hacen falta muchas reformas. Ya habrá tiempo para
que el separatismo compruebe que toda su fiesta de ayer fue en balde. La
patulea de 70 cobardes, que no son capaces ni de dar su nombre en la votación
de lo que pretenden es la creación de esa patética farsa del nuevo estado, no
hacen ni deshacen España.
No preocupa el enemigo cuya bajeza y cobardía quedó ayer
bien demostrada. Preocupan “los nuestros” que a veces son difíciles de
reconocer. Preocupa sobre todo la falta de interés por imponerse por parte del
Gobierno. La que se volvió a ver ayer cuando Mariano Rajoy vino a decir que 155
deprisa y corriendo y en siete semanas elecciones para pasarle el mochuelo a
quien sea. A quien sea que será, en caso de que se presente, previsiblemente un
separatismo unificado. Hoy se le puede exigir al Gobierno de un país del Primer
Mundo que se imponga a un grupo de facinerosos por cuantiosa que sea su
clientela e intenso que sea el fanatismo de sus seguidores. Se le puede exigir
que se imponga porque es la única forma de defender a los españoles amenazados
por los separatistas. Y evitar que la enfermedad que arrasa en la sociedad
catalana se contagie a unos puntos de la geografía española. Defender a sus
ciudadanos de unos peligros tan inmediatos y graves es la primera obligación de
un gobierno. Es difícil por ello de soportar esa jactancia oficial permanente
que pretende que todo está y estuvo bajo su control. Porque en todos estos
pasados años ha sido mentira. Porque en las últimas semanas el Rey ha
desmentido dos veces a este gobierno y dejado claro con la fuerza de la verdad
incontestable que este gobierno no ha controlado nada en Cataluña. Es absurdo
pretender que el gobierno controlaba la situación porque si hubiera sido así es
que habríamos llegado a esta situación por voluntad de Rajoy. Y eso no es así.
Ahora dice Rajoy que va aplicar unas cuantas medidas contra
unas cuantas personas y convoca a unas elecciones autonómicas en Cataluña para
dentro de siete semanas. Todo ello sin intervenir los grandes medios de manipulación
y agresión del régimen separatista como es TV3 y su entramado de
organizaciones, medios y publicaciones. Se lanza a la aplicación del artículo
155 como si le quemara ese instrumento legal más a él que a los enemigos del
Estado. Da la impresión una vez más de que este Gobierno no quiere ganar. De
que lo único que desea es dar garantías a los nacionalistas de que van a
sobrevivir a este terremoto patriótico en España. Y de que van a frustrarse
todos los esfuerzos y sueños de quienes ven en la reacción a la agresión
separatista a la unidad nacional las bases de una nueva España que supere
complejos, debilidades y corrupción de los pasados cuatro décadas. Existe no
solo la oportunidad de impedir que destruyan España. Estamos en la gran ocasión
de fortalecerla, como reza el lema usado por la Fundación Villacisneros para
una célebre serie de conferencias en Madrid que han abarrotado inmensas salas,
existe. Quienes no tengan otra ambición que volver al punto de partida de esta
crisis y esperar a una nueva agresión separatista en un año o dos, esos
deberían irse.
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