EL LENTO ADIÓS DE ANGELA MERKEL
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 21.11.17
Los liberales dinamitan la coalición de subsistencia de la
canciller
ANGELA Merkel ha fracasado en su intento de volver a formar
gobierno. Pase ahora lo que pase, es el fin de la era que lleva su nombre.
Aunque vuelva a presentarse en las primeras elecciones repetidas en la Alemania
de posguerra, aunque ganara y aunque formara después quién sabe qué tipo de
gobierno, la suerte está echada. Los intentos de crear una nueva coalición
tricolor con dos partidos tan antagónicos como los liberales del FDP y Verdes
voló por los aires en la noche del domingo. La política de continuidad cueste
lo que cueste y de apañar consensos como sea ha sufrido una espectacular
derrota. Artífice del logro para la democracia que es este naufragio del
cambalache ha sido el líder de los liberales, Christian Lindner. Ha sido leal a
sus votantes y roto unas negociaciones para un acuerdo que servía para formar
gobierno y repartir cargos y prebendas y no para gobernar. Porque los Verdes,
en total regresión a la profunda ideologización, al intervencionismo y a la
intolerancia más grotesca, pretendían imponer condiciones indignas de una
sociedad moderna. E inaplicables con respeto a las libertades individuales y
económicas.
Merkel aceptaba las condiciones de todos, no solo en
inmigración y en economía son contradictorias. Ella ha pescado mucho en aguas
socialdemócrata y del ecologismo radical. Al tiempo que es implacable con
cualquiera que se atreva a retar a la CDU desde el espacio de la derecha que
ella ha abandonado. El gran triunfo de la Alternativa para Alemania (AfD) en
las elecciones de septiembre, con 94 escaños del Bundestag, fue la señal de que
la era de Merkel tocaba a su fin. Su «lucha contra la derecha» ( Kampf gegen
rechts), que es un lema izquierdista, había fracasado. Ahora, son los liberales
los que no acatan su autoridad y se niegan a aceptar componendas con el
intervencionismo y fanatismo regulatorio de los Verdes. Lindner corre riesgos.
Porque rompe el consenso socialdemócrata de todos los partidos que Merkel ha
comprometido en el cambalache relativista. Y se alinea así con los únicos que
han osado hacerlo, los derechistas del AfD, que dejan así de ser excepción
marginada del sistema. Es el sistema socialdemócrata el que se resquebraja aun
más. Esto supone un regalo añadido para la democracia. Alemania necesita como
el respirar el debate público, el conflicto de ideas y la confrontación de
intereses. Alemania necesita sobre todo muchas verdades tras tanta mentira
consensuada para ocultar las devastadoras consecuencias de la política de
inmigración. Ha de salir la verdad asfixiada bajo mantos de consenso, grandes
coaliciones, medios domesticados y acuerdos interesados.
Merkel ya no tiene fuerza ni autoridad para asumir ese
liderazgo alemán para las reformas en la UE. Europa espera a un gobierno nuevo
de Merkel para intentar reactivar el eje franco-alemán y buscar remedio a una
profunda crisis europea que se mantiene larvada. Europa está cogida con pinzas.
Y nadie puede intentar acometer su reforma y refuerzo sin un gobierno en
Berlín. Pero el pilar de la estabilidad europea de los pasados tres lustros ya
no existe. La canciller no tiene relevo. Pero ante todo no tiene ya planes,
objetivos ni ideas para esta Alemania tan rica, asustada, crispada y
potencialmente inestable. Su único objetivo era justificarse y seguir. Muchos
se preguntaban para qué. Como sucede en España, un gobierno sin más prioridad
que su permanencia se convierte en un obstáculo a la solución de los problemas.
Merkel también insiste en volver a presentarse. Es posible que gane. Es
imposible que sea la solución. Las interrogantes para el futuro de Europa no
dejan de crecer.
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