¡VIVA EL SENTIDO COMÚN!
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo,
18.02.18
Resurge Francia de la sombra de una débil Alemania
LA Conferencia de Seguridad de Munich, fascinante todos los
años como caja de resonancia de las inquietudes en defensa y seguridad de
europeos, rusos y norteamericanos, ha tenido este año un carácter muy especial.
Como para celebrar este medio siglo que se cumple de la revolución cultural
juvenil utópica, antiautoritaria y pacifista de 1968, los líderes políticos han
apostado por un solemne entierro de ilusiones peligrosas e inercias temerarias.
El lema pudo ser ¡El sesentayochismo ha muerto, que vida el sentido común! El
año pasado Munich estuvo aún marcado por los efectos traumáticos de la elección
de Donald Trump. Todos tenían que buscar formas de reconciliar su apuesta
perdedora con un futuro de colaboración con el demonizado nuevo presidente. Eso
ya ha pasado. Los líderes saben que, más allá del griterío, tienen un
interlocutor en Washington con el que han de llevarse bien. Y además pueden.
Nadie presume de buenas relaciones con Trump. Eso tiene un precio. Pero muchos
saludan los efectos benéficos que ha tenido ya su lenguaje directo. De momento
sobre defensa. Por primera vez están dispuestos los europeos a dejar de ser
parásitos absolutos del presupuesto militar norteamericano.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, será recibido en
Washington en abril con una gran visita de Estado. Allí se renovarán los lazos
de EE.UU. y Francia, de las dos grandes revoluciones. Se escenifica el retorno
de Francia a lo más alto tras años relegada por una Alemania de poder
incontestable. Cambia la correlación de fuerzas entre París y Berlín. La
Francia de Macron ha enterrado a los partidos tradicionales y avanza en
reformas para acabar con una parálisis de décadas. Mientras, Alemania es una
desoladora escombrera política en la que Merkel y su socio, el SPD, se hunden.
Con el partido derechista AfD como única alternativa.
En Munich se vio el cambio de actitud. Alemania pierde peso.
Lo ganan el sentido común y el pragmatismo. Se demanda decir la verdad a las
naciones europeas, antes de que estas den la espalda al proyecto común. Ahí
están los países de Visegrado, eficaces en su interior por discrepantes que
sean del discurso socialdemócrata mayoritario en la UE. El primer ministro
polaco dijo que «Europa no necesita más think tanks, sino más tanks». Más
carros de combate y menos gabinetes de estudio. El canciller austriaco,
Sebastian Kurz, exige con Visegrado control de las fronteras exteriores. Se advierte
sobre la amenaza china. Hay urgencias. La ideologización izquierdista, penoso
legado de 1968, impide a los europeos tomar en serio los problemas serios. Los
distrae con añagazas y trampantojos. España, cautiva como pocos por la
estulticia del «progresismo», se entretiene con el separatismo decimonónico, la
mentira antifranquista y la demagogia sobre brecha salarial o derechos
Lgtbizbxy. Mientras, la revolución tecnológica avanza a velocidad de vértigo y
la amenaza migratoria se dispara. Como dijo Kurz, «el grande no se come al
pequeño, el rápido se come al lento».
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