LA VERDAD DE VACACIONES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
30.03.18
Los Mozos saboteadores o el triunfo de la falsa reputación
IMÁGENES instructivas. Unos camioneros rumanos se bajan de
sus camiones en una autopista catalana que un pequeño grupo de manifestantes
bloquea con unos «quitamiedos» arrancados y cruzados en la calzada. No se ve
policía. Los rumanos se acercan a la larga barra metálica que defienden uno de
esos grupos de terrorismo de baja intensidad que han movilizado los golpistas
de la Generalitat y los partidos separatistas. En el video no se ven las caras
de los camioneros, pero no debían ser muy amistosas ni asustadas porque los
saboteadores se apartan. Los conductores retiran el obstáculo para dejar paso a
sus coches y siguen camino. Todas las barricadas de estos días podían haber
sido retiradas así. Pero algunas paralizaron el tráfico en arterias capitales
de la red española de carreteras durante seis y siete horas. Tengan la certeza
de que, de haber habido mozos de escuadra en la escena descrita, los rumanos no
habrían podido abrir paso. Porque los saboteadores protegidos por la policía
autonómica lo habrían impedido. En muchas carreteras sucedió así. Camioneros y
conductores habrían abierto el paso de no haber estado la policía al servicio
de los bloqueadores. Estos eran pocos. La policía catalana podría haber
impedido todos los cortes. No lo hizo porque no trabaja para el Estado sino
para sus enemigos. Los cortes de carretera eran suyos. Se multiplican las
pruebas de que este cuerpo armado de 17.000 miembros sabotea la convivencia y
actúa para el golpismo. Otra vez la vergüenza de la falta de autoridad que
dispara la inseguridad y la alarma entre los españoles. Otra vez, por miedo al
conflicto, este gobierno tolera lo intolerable.
Entre las burdas mentiras que hemos aceptado como verdades
incuestionables en los pasados cuarenta años en aras de proteger el mito de la
racionalidad, prudencia y éxito del proyecto autonómico de España está la
reputación pacífica y serena de la región catalana. Por eso algunos se
sorprenden por la violencia que son capaces de desplegar los grupos del
terrorismo de baja intensidad activados los pasados días en Cataluña. Con el
estandarte del «seny» traducido como «sentido común» y hasta «sabiduría» se ha
atribuido durante cuatro décadas a la sociedad catalana un carácter reflexivo,
una cultura de la tolerancia y un talante conciliador que en realidad jamás
demostró ni tuvo. No habría hecho falta remontarse a siglos pasados ni al
alarde del «buen golpe de hoz» de los segadores del himno tan poco conciliador.
Con haber dado a conocer en Cataluña y el resto de España las realidades de la
II República en la región, con su sanguinaria brutalidad desatada durante tres
años de retaguardia en la guerra, su pistolerismo único en España y su
extraordinaria crueldad en las checas y la calle habría sido suficiente. No se
hizo. Igual que se practicó con alborozo el elogio del «oasis catalán» cuando
ya era un fétido pozo negro de corrupción, se exaltó el «carácter dialogante»
cuando es algo que los nacionalistas catalanes solo muestran cuando obtienen lo
que querían.
A la postre, esta falsa reputación, una mentira más en el
patio de monipodio de las mentiras antifranquistas, ha dañado tanto a los
catalanes como al resto de los españoles. Los nacionalistas catalanes se
crecieron con ella para sus insaciables exigencias. Para creerse el ombligo del
mundo hasta niveles patéticos. Para lanzarse irreflexivos y más primarios que
nadie por la senda del disparate. Los no nacionalistas en Cataluña y el resto
de españoles, intimidados por ese prestigio inmerecido, nunca han recurrido a
la verdad para frenar la creciente enajenación de sus compatriotas
nororientales. Hasta que la locura ya es total. Si el sueño de la razón produce
monstruos, peor aun cuando la verdad está tanto tiempo de vacaciones.
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