EL MIEDO MILAGROSO
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Sábado, 28.04.18
Trump convenció al tirano coreano de que por las malas no
tenía salvación
Fue una jornada histórica con mayúsculas, de inmensas
consecuencias, todas esperanzadoras, para Asia y el mundo, la vivida ayer en el
paralelo 38, en la línea de frente y frontera entre las dos Coreas. El dictador
comunista Kim Jong-un y el presidente democrático Moon Jae-in, juntos de la
mano, rompieron ayer la terrible parálisis en esa desgraciada franja de tierra
fortificada que divide a los coreanos desde 1945. Desde la guerra de Corea en
1953 nada se había movido. De golpe se da una situación impensable. Con la
firma de un «acuerdo para una paz permanente» se abre la puerta a la
desnuclearización de la península, el fin de la mayor pesadilla para Asia.
Nadie ha pedido aun el Premio Nobel de la Paz para el
artífice de esta nueva y extraordinaria situación, que no es otro que el
presidente de EE.UU., Donald Trump. El presidente surcoreano sí ha dejado claro
que el mérito recae en Trump. Pero los mismos que le regalaron un Premio Nobel
ridículo a su antecesor Obama al cargo y sin mérito ninguno jamás reconocerán
el mérito de alguien tan distinto a ellos. Llevan semanas los medios
occidentales buscando «otros factores» para explicar lo sucedido. Trump amenazó
con credibilidad al tirano norcoreano e impuso durísimas sanciones que todos,
China incluida, ayudaron a cuajar. Hasta convencer al caudillo del peor
infierno comunista aun existente, de que su única posibilidad de subsistir es
su desmilitarización. Su futuro, ese fue el mensaje de Trump, está en un
acuerdo de paz, desnuclearización y apertura hacia Seúl. No en una agonía bajo
implacables sanciones a las que no podría escapar con amenazas de ataques
nucleares, porque enfrente le garantizaban su total exterminio. Trump, que
celebró ayer «el fin de la guerra de Corea» se verá con Kim Jong Un en mayo. El
camino será largo y difícil. Y todo puede encallar. El sátrapa es imprevisible.
Y no es menos asesino hoy que ayer. Pero el malo tiene miedo. Le tiene miedo a
Trump como nunca se lo tuvo a nadie. Es el arma decisiva y piedra angular de la
esperanza.
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