The Unending Gift

domingo, junio 16, 2013

PAUL LENDVAI: "NO DA IGUAL QUIÉN MANDE"

Por HERMANN TERTSCH
ABC 24.06.07

Nacido en Budapest en una familia judía diezmada en el Holocausto, encarcelado en Hungría antes de la muerte de Stalin como conspirador trotskista, Paul Lendvai logró huir a Austria durante la Revolución del 56. Desde entonces, ya austriaco, en décadas como corresponsal del «Financial Times» y jefe de la oficina oriental de la televisión austriaca, legendaria por su inmensa autoridad en Centroeuropa, trató prácticamente a todos los líderes del comunismo europeo después de Stalin. Es autor de libros imprescindibles para entender el siglo XX en la Europa dividida. En «El Balcán rojo» analizó ya en 1969 las relaciones entre comunismo y nacionalismo. En «Antisemitismo en Europa oriental» examinó la movilización del odio al judío en la retórica y la política del comunismo oficial, y en «La burocracia de la verdad», la manipulación y la mentira del comunismo.
-Los problemas en la gran Europa ampliada tienen mucho que ver con la imprevisión ante el colapso del imperio soviético.
-El hundimiento fue un regalo del cielo. Si se considera lo que decían incluso aquellos con tanta visión como Helmut Schmidt o Willy Brandt, que daban por hecho que el muro seguiría allí dentro de un siglo. En Alemania había 60 u 80 institutos dedicados al análisis y observación del Este de Europa. Nadie supo ver aquello.
-Entonces no estaba bien visto plantearlo.
-Discutíamos mucho Leszek Kolakowski y otros amigos sobre cuál sería el escenario más probable de crisis. Si vendría desde la periferia o desde el centro. Pero no se supo prever ni había tampoco un plan «B» ante un colapso y sus consecuencias. El precio de esta falta de preparación se pagó al final en Yugoslavia cuya desaparición sí era previsible. Yo la había anunciado años antes en mis libros.
-¿Qué funcionó tan mal?
-Existe un dilema básico siempre en la relación con regímenes de este tipo y está en saber cuando se debe tratar con el prisionero o el carcelero. Es un dilema muy difícil que requiere mucho conocimiento. Hoy muchos tienden a creer que basta con hablar tan sólo con los carceleros.
-Eso recuerda al dilema de los europeos con Cuba.
-Cuba es un caso especial porque está revestido de ese «pathos» de la derrota. Todo el mundo sabe que el comunismo no funciona, saben que la dictadura es terrible, pero se asume desde fuera como un monumento y allí van los García Márquez y compañía a adorar a Castro. Es esa izquierda que no quiere plantearse la alternativa segura de que Cuba sería una joya si hubiera adoptado una política y economía razonables o se hubiera matado al dictador a tiempo. Pero ese pathos de la derrota también se ve en general en la política internacional. ¿Dónde hay manifestaciones contra Rusia y Putin como las que se producen contra la globalización y EE.UU.? Véase la prensa europea en la que, si se excluye a un par de publicaciones de calidad, la vocación fundamental es condenar por todo a Estados Unidos y otorgar siempre el beneficio de la duda a Rusia. El antiamericanismo en ciertos medios de Europa es una plaga intelectual. Pero la izquierda sigue con sus dogmas frente a las evidencias. Por eso pretenden que Rusia no es una amenaza y Washington sí. Hay poca memoria y mucha tontería.
-Se le desoye a usted, y a muchas voces centroeuropeas, que advierten del nuevo peligro desde Rusia.
-Bueno, hay mucho oportunismo y es evidente que la evolución económica y las necesidades energéticas han dado muchos argumentos a aquellos que creen que hay que hacer negocios con Rusia sin importarnos nada que es lo que pasa en el interior del país. Cierto que la estabilidad es muy importante pero nada dice que lo que la garantiza a medio o largo plazo es un régimen que aplasta la libertad de prensa, liquida los partidos, persigue a los discrepantes y se ha convertido en una dictadura sui generis en la que todo el Estado ha sido absorbido por los servicios secretos. Esto no tiene precedentes.
-¿Ni en el pasado soviético?
-No, tampoco con Stalin. Entonces los que mandaban eran él mismo o el partido. Los servicios secretos eran un arma suya. Pero ahora estos servicios secretos han asumido todo el poder. Y esa estabilidad de la que hablan muchos como gran conquista puede convertirse en la paz de los cementerios. Esa estabilidad fue la que existió entre 1945 y 1953. Nada indica que en esta senda Rusia vaya a tener indefinidamente esa estabilidad que desean quienes hacen negocios con ella.
-Hablamos de antiamericanismo pero en EE.UU. muchos desprecian a Europa como socios poco fiables, apaciguadores y nada dispuestos a sacrificios.
-El «appeasement» (el apaciguamiento) pertenece a la esencia de la política europea. Con esta UE ahora inflada a 27 miembros será imposible que tomemos decisiones unidos. Considero un gravísimo error la huida hacia delante de la pasada ampliación. Pero ante todas las amenazas, externas e internas, si no estamos dispuestos a hacer sacrificios para defender nuestros valores, estos se hacen indefendibles y los enemigos son conscientes de ello. Esto es una máxima que en Europa muchos, pese a las terribles lecciones del siglo XX, no parecen dispuestos a aprender.
-¿Cree que cambia la situación con los nuevos liderazgos en Berlín y París?
-Creo que la trayectoria de Angela Merkel es realmente prometedora. La gente la subestimó. Es una mujer que procede de Alemania oriental, sabe lo que es una dictadura y la falta de libertad, es por profesión una científica, pragmática, razonable, sin objetivos ilusorios y con un sano instinto de poder. Y también es una buena señal un Nicolás Sarkozy, cuya elección dice mucho bueno sobre Francia pero también sobre las diferencias en el seno de la Europa unida. Porque la elección de alguien con un perfil como la del nuevo presidente, padre húngaro y madre judía es absolutamente impensable en países hoy nuevos miembros como Hungría o Polonia. Imagínese querer ser presidente en cualquiera de estos países centroeuropeos con un padre alemán y una madre judía. La aparición de ambos es una buena noticia para Europa.
-Curiosa respuesta de una derecha francesa considerada chauvinista.
-Creo que lo sucedido en Francia demuestra su inmensa madurez y salud de la sustancia política, cultural y ciudadana. Un politólogo americano, MacNeal, escribió hace más de treinta años un libro sobre el liderazgo que podía sintetizarse en que solo la percepción de seguridad y prosperidad en una mayoría confiere realmente significado a esta definición. Helmut Schmidt y Bruno Kreisky jamás fueron amados por sus izquierdas a las que se metían en el bolsillo sin hacerles caso jamás. Creo que en los últimos tiempos se ha minusvalorado el peso de las personalidades. Isaiah Berlín solía decir que la historia no es una autopista por la que todos conducen igual. Sin individualidades excepcionales como Hitler, Stalin o Churchill, dirigentes hacia el bien o el mal, la historia habría sido muy diferente. No da igual quién mande.


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