SERBIA Y KOSOVO SELLAN LA PAZ PARA DESBROZAR EL CAMINO HACIA LA UE
Por HERMANN TERTSCHABC Lunes 17.06.13
Sería el último cambio de fronteras en Europa. Todas las
partes coinciden en que el caso del «mísero Kosovo» no es comparable con la
«rica Cataluña»
Los
primeros ministros de Serbia y de Kosovo, Ivica Dacic, y Hashim Thaci,
escenificaron ayer en Göttweig, Austria, su reconocimiento mutuo y voluntad de cooperación como
paso irreversible para cerrar el capítulo de la guerra de los Balcanes y abrir
uno nuevo, el de la integración en Europa. Ambos
quisieron presentar su encuentro de conciliación como gesto clave para que la
frontera marcada con la sangre de decenas de miles de albaneses y serbios sea
la última herida en cerrarse en Europa. En unos Balcanes
que quieren caminar con todos los demás europeos hacia la plena unidad e
integración para poder ser competitivos en el mundo actual.
Todo
ello sucedió en una mañana radiante en el monasterio benedictino de Göttweig en la Baja Austria, también conocido
como el Montecassino del
Danubio. Los dos jefes de
Gobierno de países enfrentados a muerte hasta hace muy poco, se daban allí la
mano por primera vez fuera del ámbito de las negociaciones en sede de la UE en
Bruselas o de las Naciones
Unidas en Nueva York. Ha sido
una jugada maestra de la
diplomacia austriaca: los dos fueron invitados, al principio ninguno quería
ir si acudía el otro y al final acudieron ambos y pronunciaron dos discursos
complementarios. En ellos se insistió en la necesidad de cerrar para siempre la historia de la guerra entre los dos pueblos, causa y origen
de toda la tragedia común. Y en la necesidad de emprender juntos el futuro con
la meta de la plena integración en la Unión Europea.
Con
este reconocimiento de facto del Kosovo independiente por parte de Belgrado,
muchos participantes en el Foro de
Göttweig, también por parte oficial austriaca, mostraron su
esperanza de que España y otros cuatro miembros de la UE pongan fin a su boicot
al reconocimiento de Kosovo que ya han llevado a cabo los otros 22 miembros.
Especialmente porque, tal como anunció ayer Austria, en el próximo Consejo Europeo va
a pedir que se ponga ya fecha al comienzo de negociaciones con Serbia y también
a un Acuerdo de Estabilidad y Asociación con Kosovo como primer paso.
Rumanía,
cuyo ministro de Exteriores, Titus Corlatean, se hallaba presente en Göttweig,
podría cambiar pronto de actitud, se decía en círculos de la conferencia. Y
fuentes austriacas, pero también de otros muchos países participantes,
mostraban su esperanza de que esto pudiera mover también a Grecia y a España.
La negativa española
La
fuente más rotunda en favor de la
necesidad del reconocimiento de Kosovo por España vino de parte serbia. Jelena Milic,
responsable de uno de los grupos de trabajo de la conferencia, y directora en
Belgrado del Centro Euroatlántico dijo que la actitud
de España se basaba en dos errores: el primero, creer
que el reconocimiento de
Kosovo perjudica a Serbia. Al contrario, mantener la negativa al
reconocimiento sólo alimenta las esperanzas de las fuerzas involucionistas en
Serbia y no permite pasar definitivamente página. Como la pasaron los alemanes
al renunciar a los territorios que habían perdido en el este tras una guerra
que habían provocado. «Eso fue lo que le sucedió a Serbia con Kosovo. Está
perdido por responsabilidad propia. Para siempre. Reconocerlo será una
liberación que quitará un argumento a los enemigos de reformas y democracia».
«Cataluña
no es Kosovo»
Pero
Milic se refiere con mayor contundencia aun al segundo error que ve en la
postura española, que ha sido dice «mezclar lo que no puede mezclarse. Nada se
puede comparar en Europa occidental con las matanzas que precedieron a la
guerra y que llevaron al final tras miles y miles de muertos a la independencia
de Kosovo». Según dice, comparar la Cataluña autonómica, desarrollada y rica
con un Kosovo mísero, torturado y escenario de un genocidio racista es tan
grotesco como terrible. Y todo paralelismo es por ello absurdo, lo haga el
Gobierno español o lo hagan nacionalistas.
Nacionalismo y corrupción
Toda
la conferencia de Göttweig ha estado marcada por la preocupación, más allá de
la crisis, que generan lo que el gran patriarca de este foro, el legendario
periodista Paul Lendvai calificó como «las
dos pestes de Europa, nacionalismos y corrupción». También el célebre actor
y escritor austríaco Herz Kerstranek apeló
a hacer frente a demagogos, populistas y nacionalistas. «Todas y cada una de
las fronteras de Europa se han hecho con sangre. Los europeos lo sabemos, por
eso ni una más».
El
primer ministro kosovar pidió expresamente a los cinco países de la Unión
Europea que aun no reconocen a su país que lo hagan porque «ya es fuente de
estabilidad en los Balcanes». Y Dacic dejó claro su agradecimiento especial a
Austria, uno de los países que con mayor ahínco promueven el reconocimiento de
Kosovo. La demanda de apoyo a la UE para la cooperación la hicieron Thaci y
Dacic arropados por el vicecanciller y ministro de exteriores austriaco, Michael
Spindelegger, y los ministros de exteriores de Rumanía y Macedonia.
Este
encuentro supone un reconocimiento de hecho de Kosovo y de sus órganos de
Gobierno electos por parte de Serbia. El primer ministro de Serbia, consciente
de ello, quiso dejar claro hasta dónde llegaba este paso en este momento al
señalar que «no reconocemos la soberanía, sino reconocemos las realidades.
(...) Somos conscientes del paso histórico dado». Dacic continuó recordando, al
igual que su homólogo albanés había hecho, que estos acuerdos entre Belgrado y
Pristina tienen enemigos. Y por eso pidió una reacción urgente de apoyo por
parte de la Unión Europea. «Nosotros hemos
asumido riesgos. Pero estamos decididos a cumplir nuestros compromisos.
Queremos ahora que también la Unión
Europea cumpla los suyos».
Ambos
elogiaron el papel de la UE y especialmente de su representante para Asuntos
Exteriores y Seguridad, Lady
Ashton, tantas veces criticada. El magnífico día de ayer en el valle del
Danubio, hace una semana castigado por las inundaciones, se convirtió por obra
de la democracia europea, en una jornada histórica en el monasterio benedictino
de Göttweig.
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