AL CALOR DE LOS CLÁSICOS DEL MARXISMO
Por HERMANN TERTSCHEL PAÍS Jueves, 04.01.90
Vladimir Tautu es el jefe de
la granja agropecuaria de Pipera, cerca de Bucarest. Desde que el 22 de
diciembre quitó de su oficina el retrato del presidente Nicolae Ceaucescu se ha
convertido en un ferviente revolucionario anticomunista. El martes le visitaron
dos periodistas, uno del londinense The Times y otro de EL PAÍS. Ante tal
acontecimiento, y para caldear su hasta ahora gélida oficina, Tautu recurrió a
los clásicos del marxismo.
Cuando llegaron los visitantes, la estufa había consumido ya
todas las obras de Ceaucescu y estaba incinerando las de Marx y Engels, así
como los discursos del norcoreano Kim Il Sung sobre la irreversibilidad y las
glorias del socialismo. Tautu, organizador de los aquelarres pro-Ceaucescu en
esta granja de 100 trabajadores, considera hoy que todo lo que han hecho los
comunistas desde que tomaron el poder en 1947 ha sido una catástrofe. A la
pregunta de si alguien en la granja estatal lamenta la caída y ejecución de
Ceaucescu, Tautu responde que la madre de éste. Comunistas no quedan en la
granja, asegura, y dice que sólo unos pocos fueron miembros del partido,
omitiendo el detalle de que él es uno de ellos.
La colectivización de la
agricultura es uno de los pecados capitales de este sistema socialista, que se
ha hundido estrepitosamente en Europa oriental en los últimos meses. La
liquidación del campesinado tradicional y el desprecio a la agricultura con la
exaltación de la industria pesada ha hundido invariablemente a todos los países
socialistas en la escasez alimentaria.
La granja es todo un ejemplo
de la catástrofe en que está sumida la agricultura tras 40 años de comunismo y
24 de régimen de Ceaucescu. En Pipera tienen 500 vacas y 15.000 cerdos.
"Están tan flacos como nosotros", dice Vasile Surdu, el veterinario
de la granja. Cierto es que las vacas flacas parecen extraídas de una
ilustración bíblica. "Hace 20 años daban 40 litros de leche al día; hoy
dan sólo ocho. Se eliminó la mayor parte de las 500 hectáreas que teníamos para
forraje y pienso y se dedicó a los cereales para la exportación y pagar la
deuda. Estas vacas ya sólo comen paja, y así están", dice Nicolae Enache,
que ha estado muchos años dedicado a ordeñar a estos famélicos animales.
Con los cerdos pasa otro
tanto. Las naves están llenas de pequeños cerdos que tardan más de un año en
llegar a los 100 kilos estipulados para su matanza. "Antes eran unos seis
meses, pero como les tenemos que dar sobre todo celulosa y no tenemos piensos,
se eternizan aquí, a no ser que algunos trabajadores sacrifiquen uno
ilegalmente. Bajo Ceaucescu era muy peligroso, pero había que sobrevivir",
señala otro colaborador.
Cerdos hambrientos
Los cerdos reaccionan
entusiasmados ante cualquier ruido que les haga sospechar la llegada de algún
alimento, pese a que tienen gran cantidad de su supuesto pienso en los
comederos. "Los cerdos lo rechazan, a ellos no se les puede engañar tanto
como a nosotros. Están comiendo papel, y lo saben". Las centurias de
cerdos parecen relamerse ante la posibilidad de algún bocado que no sea
bazofia. Algún visitante comenta que de no estar los cerdos encerrados en
corrales el peligro de ser devorados por los animales de engorde no hubiera
sido una broma.
Muchos trabajadores de Pipera
dicen querer tierras propias para salir de su miserable existencia. Sin
embargo, los más ilustrados en esta granja piensan que pocos son sinceros. Ni
un 5% trabajaría lo necesario para cultivar unas cuantas hectáreas. Todos se
han acostumbrado a robar. Todos tienen miedo a trabajar mucho y a la
inseguridad de una iniciativa propia. Ésta se castigaba duramente hasta ahora.
"Hará falta mucho tiempo para que superemos esto", dice el
veterinario.
"Aquí todo el mundo roba.
Desde el director hasta el último trabajador, todos roban leche y todos se
llevan lo que puedan. Cuando hay matanzas en la cantina, ¡legales también, como
cuando pueden llevarse unos paquetes de mantequilla o queso, nos han obligado a
acostumbrarnos a vivir de robar. Será dificilísimo cambiar este hábito".
Reprivatización
El presidente del Consejo del
Frente de Salvación Nacional, Ion Iliescu, ha anunciado la reprivatización
parcial de la agricultura. Aún no ha sido publicada la ley al respecto, pero
muchos de los trabajadores de Pipera tienen grandes esperanzas. "Yo solo
soy capaz de cultivar cuatro hectáreas, sólo necesito un caballo o bueyes, dice
Enache, de 49 años, que tiene dos hijos y que se quedó sin la tierra de sus
padres tras 1947. Enache quiere herramientas y una tracción que en Occidente
pertenece ya a la historia de la agricultura. "Mis padres tenían sólo dos
hectáreas y media y les bastaban para alimentar a ocho hijos. Nunca pasamos
hambre como ahora que sólo tengo dos hijos".
La familia Surdu tiene desde
hace tres años a sus dos hijos viviendo con sus suegros en el campo. No están
escolarizados, pero pueden comer. "Mis suegros tienen una vaca y leche,
verduras y pollos, allí los niños pueden crecer sanos. Aquí, no", dice. El
régimen de Ceaucescu obligó a sus suegros a venderle el único cerdo que tenían
por 493 leis, cuando su valor normal es superior a los 5.000.
Ahora, muchos esperan poder
independizarse y establecer su vida en dignidad con su propio trabajo. Otros
muchos tienen aún miedo tras tantos años de terror y mentira. Los oportunistas
como Tautu hacen méritos ahora para compensar su exceso de celo en su
militancia pro Nicolae Ceaucescu. El país entero, y la agricultura en especial,
intenta salir de la pesadilla que le fue impuesta.
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