OBAMA PROMETE ESPIAR POQUITO
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 18.01.14
Los estados que se quejan de ser espiados solo se
diferencian en que ellos pueden espiar mucho menos
Cuando
entran en conflicto cuestiones de seguridad de un Estado con sus relaciones
exteriores hay que recurrir a la diplomacia. Mucho más si trata de la primera
potencia mundial. Para intentar tranquilizar a los ofendidos hay que encontrar
las buenas palabras adecuadas y ciertas concesiones, pero nunca unos
compromisos que pongan en cuestión la libertad de acción de los órganos propios
de seguridad. Porque si Lenin decía que «la confianza es buena, pero el control
es mejor», Washington dice que «los amigos son buenos, pero mi seguridad es
mía». Por eso ayer Obama anunciaba ciertas medidas de procedimiento para dejar
clara su voluntad de poner cierto límites al autoservicio de información que,
gracias a la vertiginosa revolución tecnológica en marcha, se había organizado
para sí misma la Agencia Nacional de Seguridad NSA.
Quiere así primero
aplacar las protestas dentro y fuera de EE.UU., contra estas prácticas de
espionaje de barrido con la vigilancia de miles de millones de datos y fuentes.
Surgieron con las filtraciones hechas de Edward Snowden. Crearon aprietos a los
aliados al saberse que tanto sus poblaciones como sus empresas, sus dirigentes
y hasta sus máximos líderes eran vigilados.
En un espectáculo bastante hipócrita, los gobiernos
protestaron y exigieron a EE.UU. el fin de estas prácticas. Sobra decir que los
estados airados tienen sus propios servicios de espionaje que espían, como la
NSA, todo lo que pueden. Y que solo se diferencian de la NSA en que pueden
mucho menos. El texto del discurso de Obama deja claro el exquisito equilibrio
entre las palabras de bondad y comprensión para las ansias de intimidad del
común de los mortales y la firme voluntad de mantener sus posibilidades de
espionaje intactas. Y no sería Obama si faltara el buenismo fariseo con su
promesa a los líderes del mundo.
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