DEL ABRIGO EN TIEMPOS GÉLIDOS
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 25.04.14
En junio de 2011, Washington advirtió que se había acabado
la fiesta por la que EE.UU. pagaba la seguridad europea
DICEN que la mayor parte de las muertes que se producen en
montaña son debidas a la inconsciencia. Gentes de la ciudad se lanzan a la
aventura sin la información y el equipo necesarios y se ven sorprendidos por
bruscos cambios del tiempo. Los avisos sobre los peligros de la montaña los
tienen olvidados en su vida de previsible cotidianidad urbana. Y con la
sorpresa y el imprevisto llega la tragedia. Las sociedades europeas parecen en
estos momentos todas ellas los habitantes de una consentida ciudad residencial
en una cálida costa que aún no saben que van a tener que subirse a una hostil y
escarpada sierra para escapar de los efectos de un terrible tsunami. Hay ya
quienes saben que la placidez barata de la playa se ha acabado. Y que hay que
equiparse para la alta montaña. Pero no se atreven a estropearles el humor a
sus conciudadanos con advertencias agoreras y conminaciones a pertrecharse para
tiempos gélidos en las alturas. Aunque los signos de alarma son tales que ya
surgen gentes responsables y con coraje para proclamar las malas nuevas y
exigir esfuerzos y gastos para evitar lo peor. De momento ha pasado en Suecia.
El gabinete de la Alianza Conservadora de Frederick Reinfeld
anunció una profunda revisión de sus conceptos de defensa. Y se recordó un
incidente que dice mucho de la defensa de las democracias europeas. Hace meses
se detectó una maniobra muy sospechosa de aviones de guerra rusos cerca de
Gotlandia. Hubo momentos de alarma y se evaluó la necesidad de enviar cazas
propios a su encuentro. No había en disposición de intervención inmediata ni un
solo caza-bombardero. Aquello fue en abril del 2013, y se ha confirmado que la
maniobra rusa era la simulación de un ataque a objetivos suecos. Ante la falta
de credibilidad de la disuasión nuclear, la seguridad e integridad de la Europa
oriental y septentrional depende básicamente de la buena voluntad del Kremlin
de Vladimir Putin. A nadie debe extrañar que, visto lo visto, eso a muchos
ahora les parezca muy poco. Tras anunciar Suecia un aumento del presupuesto
militar, con la previsión de compras de aviones y submarinos, Noruega hace lo
mismo. Finlandia lo hará y la presencia de la OTAN en el Báltico y Polonia
habrá de hacerse permanente. De momento hablamos de los países más cercanos a
las fronteras rusas. Pero la clave, una vez más, de cara a una defensa europea
creíble, está en Alemania.
Como todos los demás, salvo excepciones como Austria,
Alemania abolió su servicio militar obligatorio. Y la cultura de la defensa,
por consideraciones históricas obvias, está aún más lastrada que en las demás
sociedades europeas. Los partidos alemanes han celebrado siempre todos la
permanente y muy popular reducción de los gastos de armamento. Como en toda
Europa. Pocas medidas son tan aplaudidas por los electorados. Y nadie se inmutó
cuando en junio de 2011, Washington, por boca de Robert Gates, advirtió que se
había acabado la fiesta por la que EE.UU. pagaba la seguridad europea. Y los
europeos se la ahorraban y encima presumían de pacifistas y sociales. Y en sus
campañas electorales tachaban al protector de belicista. Ahora estamos muy
cerca del escenario del tsunami y la subida al risco. Las tropas rusas están
movilizadas, de hecho ya violando otra frontera. Y después podría ser otra y
otra. Lejos de Rusia todos siguen en la playa. Pero convendría que fueran ya
pensando en gastar algo en abrigo. No vayamos a acabar, desnudos, inermes y
entregados, definitivamente sin el sol de la libertad, implorando protección al
señor de las tinieblas.
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