LEÑA AL DEL PLÁTANO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 02.05.14
La jauría tiene vida propia, y nuestros biempensantes y
cobardes demócratas españoles, cada vez más cara de Von Papen
DESDE hace décadas hay denuncias de racismo entre el público
en los estadios. Tenemos varios tipos de racismo con diverso grado de
penetración social. Tenemos un racismo clásico y habitualmente aislado que
agrede, insulta y pretende denigrar a jugadores negros en los equipos
españoles. Es miserable y prepotente y se sirve de símbolos como el plátano
para atribuir inferioridad al ajeno. No responde a un racismo general entre
españoles, que siempre, a lo largo de su historia, han demostrado plena
disposición a cruzarse y remezclarse con todas las razas que se encontraran en
su camino. Tenemos un racismo basado en el conflicto y resentimiento social. Y
hay otro racismo, el antiespañol, que se ha adueñado de los campos en ciertas
regiones y vomita odio hispanófobo sin pausa, con el apoyo oficial e
institucional del club anfitrión y de gobiernos autónomos.
Ahora parece que en Villarreal han decidido que el imbécil
que lanzó el plátano a Dani Alves, motivado por ese primer racismo primitivo,
ha de convertir a toda la región en campeones del antirracismo. Y a la muy
justificada denuncia por su agresión y ofensa racista se suman ahora mil
represalias con las que se apresura todo Castellón a linchar al joven. Le ha
tocado quedarse hasta sin trabajo, para mayor gloria de la corrección. Leña al
bobo del plátano. Cuando hace días era absuelto y reafirmado en su flamante
poder ciudadano Hasier Arraiz, jefe de la organización proetarra y racista
Sortu, porque dicen los jueces que no es enaltecer el terrorismo decir que ETA
hizo muy bien en asesinar a cerca de mil españoles. Leña al del plátano, cuando
el PP ha aprobado con Bildu y PSE que Otegi vaya a explicarse al Parlamento
vasco. Otegi, condenado como líder de una banda terrorista responsable de mares
de dolor, acudirá a Vitoria a cosechar aplausos, pero el nene del plátano no va
a poder ni salir de casa.
Las hordas de jóvenes de extrema izquierda, que casi matan a
varios policías en Madrid, andan orgullosas de sus gestas organizando la
próxima. Con sus líderes adoctrinando en las universidades. Con sus programas
de televisión dedicados a la movilización ideológica del lumpen urbano
integrado en la ultraizquierda, mucho más numerosa que sus hermanos neonazis,
por la protección y el apoyo que siempre han encontrado en la izquierda oficial
de este país. A esos, dinero, visibilidad y respetabilidad máxima en prime
time. Pero el del plátano de Villarreal, al cadalso. País de jaurías
hipócritas y de ayudas al vencedor. Tanta impunidad que se pudren los cimientos
de las instituciones y supuran cinismo los tribunales, pero hay que ver cómo
dar el pego.
Los acosos están de moda. Ahora se queja el PSC nada menos
que de un tortazo a su líder Navarro. El partido entusiasta del cordón
sanitario, del Tinell, de los notarios, de los acosos a sedes del PP, se queja
ahora de que se le fue la mano a una fanática de las que ha ayudado a fabricar.
Los Von Papen ponen cara de sorpresa. Es el susto de haberse despistado. De no
estar con la jauría de tu lado de repente. De encontrártela, por despiste,
enfrente. Alimentan a la jauría y creen tenerla siempre de su lado, bien
domesticada. Les sirve para operaciones justicieras y para generar disciplina.
Los mensajes han de generar confianza por un lado en que el rebaño tendrá
cobijo futuro para que no se alborote. Pero también temor a esa jauría para que
la inquietud paralice y calle bocas. Lo malo que es la jauría tiene vida
propia, y nuestros biempensantes y cobardes demócratas españoles, cada vez más
cara de Von Papen.
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