The Unending Gift

sábado, mayo 03, 2014

RUSIA APUESTA FUERTE

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 03.05.14

El Kremlin sigue apostando a que la falta de solidaridad e intereses diversos harán imposible una reacción sólida de EE.UU. y Europa

     En Slaviansk, en Ucrania oriental ya hay guerra entre el ejército ucraniano y milicias rusas dirigidas por esos «hombrecillos de verde» llegados del otro lado de la frontera. En Odessa, la costa meridional que aún le queda a Ucrania después de haberle sido arrebatada militarmente Crimea, las milicias prorrusas siembran el terror para forzar también allí una intervención ucraniana y después el zarpazo de Vladímir Putin. Este es el escenario que todos los ingenuos pretendían haber evitado en Ginebra. Y el que el Kremlin describió como el que haría inevitable una intervención exterior para evitar que «los nazis del gobierno de Kiev asesinen a la población civil» rusoparlante. Este es el escenario en el que el Gobierno de Kiev se encuentra, en una trampa mortal. Solo puede dar por perdida otra parte de su territorio e incentivar así a agitadores rusos en otras regiones aunque sean minoría. O entrar en combate con unas fuerzas rusas mezcladas con población civil. Con lo que las víctimas civiles inevitables otorgan a Moscú sus pretextos para hacer cruzar la frontera a sus tropas desde hace tiempo perfectamente instaladas allí para desplegarse rápidamente y crear nuevas fronteras de hecho antes de que los países de la OTAN sean capaces de reunirse para condenar otra vez en muy amargos términos «la nueva situación inadmisible». Y admitirla a la semana siguiente como irreversible.

     El gobierno de Kiev intenta desesperadamente llegar a la fecha de las elecciones del 25 de mayo sin que la integridad territorial restante tras la pérdida de Crimea salte también en pedazos. En pedazos que le amputen la Ucrania oriental en un territorio que las fuerzas rusas podrían aumentar casi a capricho y sobre la marcha. Pero también en el sur donde ya se producen los movimientos pertinentes de las milicias rusas para que al final, con el número de muertos que dependerá sólo de la voluntad de autodefensa que le reste a Kiev, Rusia acabe ocupando el territorio de la costa de Odessa como corro para establecer continuidad territorial rusa entre Crimea y el Transniester, la región rusófona separatista de Moldavia. Moscú declaró ayer muerta toda solución dialogada. Lo que es decir mucho después de tan sólo cinco muertos. Y revela cierta prisa por recurrir a otras opciones.

     Nadie puede en estos momentos saber si el Kremlin ha decidido ya no permitir que en Ucrania surja un nuevo Gobierno con la legitimidad de las urnas y un mandato claro. Para Putin es mucho más cómodo tener en Kiev un gobierno de transición, muy precario pese a los esfuerzos que ha hecho por mantener la calma y evitar el colapso general del país. Y no sin éxito. Pero está claro que no es con Kiev con quien juega Moscú, sino con Washington y Europa. Y apuesta fuerte. Si la operación Crimea es impensable sin el inmenso fiasco occidental de Siria y sus armas químicas, los objetivos del Kremlin en la operación de Ucrania oriental parecen ya ir directamente a un nuevo cambio de fronteras. Pero dependerán en gran medida de las reacciones occidentales en estas próximas semanas. Las habidas hasta ahora no han tenido el mínimo efecto disuasorio. El Kremlin sigue apostando a que la falta de solidaridad y los intereses diversos y enfrentados harán imposible una reacción homogénea y sólida de EE.UU. y países europeos, de la OTAN. Y todo indica que está apuesta también la gana.

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