MEMORIAS Y CALIDADES
Por HERMANN TERTSCHABC 27.06.14
Ysasi-Ysasmendi comparte con coetáneos suyos ese precioso
respeto por la lengua. Que ya es difícil de encontrar hoy
LAS nostalgias son casi por definición engaños de uno mismo,
espejismos del recuerdo. De ahí lo incontestablemente falso del dicho de que
«todo pasado fue mejor». El pasado siempre fue bastante peor de lo que
recordamos. Pero sí hay en las sociedades occidentales terrenos en los que la
calidad de lo antes habido supera en mucho lo existente. Y en España el
deterioro en muchos campos resulta dramático. No me referiré hoy a la
insoportable dictadura del tuteo ni al desprecio a las tradiciones ni a la
falta de respeto al sentimiento religioso. Ni al gusto por la zafiedad, ni al
éxito de la bajeza en televisiones saturadas de obscenidad y mala fe, a la
falta de escrúpulos ni al rencor social. Solo me referiré al trato a la lengua
escrita. Porque el arrebato de nostalgia me lo indujo la lectura de las
memorias de un amigo octogenario, editadas sin ánimo de publicación y venta,
escritas para nietos y amigos.
Los «Recuerdos y reflexiones» de José Joaquín de
Ysasi-Ysasmendi son cuatrocientas páginas magníficamente escritas. Cargadas
además de inteligencia y experiencia expuesta con sencilla maestría. Según leía
los fascinantes capítulos sobre la Guerra Civil crecía en mí la admiración por
la facilidad descriptiva y la prosa de este hombre que se ha dedicado a todo menos
a escribir. Es jurista, juez de primera instancia en la España profunda,
abogado del Estado, premio especial en todo a lo que se presentaba, brillante
empresario, presidente del Consejo de Cámaras de Comercio, del Círculo de
Empresarios y mil cosas más. Pero -y permitan la adversativa- cómo escribe.
Nadie aluda a su condición de jurista, juez y abogado del Estado, porque
estamos hartos de oírlos y leerlos. A las nuevas hornadas. Nadie hable de los
empresarios, pequeños, medianos o grandes, la mayoría al borde del
analfabetismo funcional. Y mucho menos de los políticos, en los que la
devaluación y el deterioro inducen al abatimiento. ¡Cuánta calidad hay en la
limpieza y claridad con que describe el autor los acontecimientos del veraneo
de 1936, las peripecias de su padre el comandante Joaquín Ysasi-Ysasmendi al
ser enviado al frente de Talavera tras verse amenazado con el paredón! Y cómo
después de cruzar las líneas estuvo de nuevo a punto de ser fusilado dos veces
por «los suyos». Y cómo, providencialmente aparecieron, primero un capellán y
después Juan Ignacio Luca de Tena, director de ABC, para evitar in
extremis que lo pusieran frente al
pelotón. Ysasi-Ysasmendi comparte con coetáneos suyos, se dedicaran a la
judicatura o a la ingeniería, a la banca o a la empresa, ese precioso respeto
por la lengua. También con la diplomacia española como han demostrado con sus memorias
Javier Villacieros y Alonso Álvarez de Toledo, entre otros. Que ya es difícil
de encontrar hoy, incluso en las elites.
Cuando la mayoría de los profesionales de la escritura
apenas redactan, paupérrimos, algunos en guerra con la ortografía, la prosa de
estos alumnos de colegios religiosos de preguerra, que estudiaron en otra
Complutense, la de posguerra, con su dureza y grandeza, es prosa rica, fresca y
serena. Cuestión de respeto. Y orden en la escritura y en los criterios. Porque
los «Recuerdos y reflexiones» están además impregnados por esa calidad humana
que tan bien refleja el encuentro con Seco Serrano, hijo de otro militar, este
sí fusilado por ser leal a la república. Seco Serrano e Ysasi-Ysasmendi, como
símbolos de la reconciliación de españoles enfrentados en la historia, esa
última gran gesta de nobleza de España en el siglo XX que algunos se empeñan en
arrastrar por el fango. Hay aquí preciosa calidad de forma y de fondo de
españoles. De profundo respeto a nuestra lengua y nuestra historia. ¡Que ojalá
encontraran en nuestra España actual más emuladores de prosa y vida!
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