TRISTE JUSTICIA POÉTICA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 17.06.14
La crisis económica impidió a Zapatero culminar la
liquidación de España, al menos dirigirla desde el poder
CASI da pudor hablar de algunos de los protagonistas del
vodevil precongresual socialista. Lo hace uno con el temor a escuchar aquello
de: «¿pero de qué conoces tú a gente como esa? Cuando una personalidad
acreditada y con largo servicio público como Joaquín Leguina, viejo
socialdemócrata, ex presidente de la Comunidad de Madrid, autor, lector,
intelectual y hasta exnovio de Charo López, es conminado a abandonar el PSOE
por una tal Beatriz Talegón que es nada y exnada, además de recontranada, uno
puede intuir lo bajo que ha caído ya el debate interno en ese partido. Si
además sus diferencias se exponen en un programa de televisión de zafiedad y
rufianismo desconocidos, dirigido por un chico del servicio de la vieja
dirección de Ferraz, la trifulca es una metáfora de los efectos tóxicos
inevitables para la sociedad española que se derivan de la putrefacción del
socialismo español. En realidad, dirán muchos con razón, este oprobio sin fin
para el Partido Socialista Obrero Español en esta fase de agonía que nadie sabe
si superará, solo responde a una justicia poética siempre muy rara en España,
pero muy bienvenida. La inconcebible, indescriptible devastación causada en
España por José Luis Rodríguez Zapatero, no podía quedar sin castigo. Sin un
castigo extraordinario que al menos sugiriera las colosales dimensiones del
perjuicio causado. Hay quien lo equipara a Fernando VII en felonía y daño a la
patria. Aquel rey tuvo más tiempo para hacer mal. No creo que nadie en nuestra
milenaria historia hiciera tanto daño en tan poco tiempo como este personaje
que vuelve ahora a pasearse por los platós en una permanente ofensa añadida
para todos los españoles que sufrirán aun durante mucho tiempo los efectos de
su miserable irresponsabilidad. Como contra toda razón y justicia, Zapatero no
pagará personalmente por sus actos cometidos desde la presidencia del Gobierno,
justo es que paguen los que hicieron posibles sus desmanes. Es decir, un
partido que le apoyó en todos sus atentados al bien común, a la unidad de
España y al patrimonio, economía y hacienda de los españoles. Y sobre todo, a
su imperdonable dinamitación de la convivencia de los españoles. Porque el
despreciable éxito permanente y mayor legado de este personaje negro de nuestra
historia ha sido la reactivación del espíritu de revancha y odio entre
españoles.
El primer y único presidente del Gobierno que evocó a los
bandos de la Guerra Civil para declararse miembro de uno de ellos ha sido muy
eficaz en esto. Había muchos frustrados con el fracaso histórico de la izquierda
que esperaban algún factor movilizador. Zapatero trajo el sentimiento, la
emoción de la revancha. En él encontraron al personaje que necesitaban para
movilizar resentimientos como sustitutivos de las ideas agotadas e
inexistentes. La crisis económica impidió a Zapatero culminar la liquidación de
España, al menos dirigirla desde el poder. Pero las fuerzas puestas en marcha
por la era Zapatero entre ciertos sectores, radicalizadas por los efectos
dramáticos de dicha crisis, nos han traído al presente todo lo peor de nuestra
historia de país pobre, desgarrado por la envidia, despiadado y cruel. Y los
personajes de la socialdemocracia que intentaron crear en España una izquierda
serena y europea, con su inevitable frivolidad e hipocresía, pero decidida al compromiso
en la democracia capitalista civilizada, hoy son corridos a gorrazos en las
teles. Véase Leguina. El legado de Zapatero es el socialismo radical que, en
manos de unos cuantos agentes comunistas con talento, se convierte en una marca
populista ideal para una sociedad pauperizada, insegura, infantil, sentimental
y embrutecida. Que de la mano de Iglesias y Talegón, Monedero y Madina, están a
punto de enterrar el sueño de una izquierda civilizada en España.
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