The Unending Gift

lunes, agosto 11, 2014

BÁLSAMO DE HISTORIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 05.08.14


La ignorancia del pasado no es igual en todas partes. Como no lo es la falta de sensibilidad hacia la historia

FUE una magnífica ceremonia. En forma y contenido. Sobria y emotiva. Culta y política. Profunda y medida. Cuajada de sus discursos y en su desarrollo de honradez, convicción y buena fe. El acto solemne de Lieja reunió a una veintena de jefes de Estado y de Gobierno para conmemorar el comienzo de las operaciones militares de la Primera Guerra Mundial. Cien años después, aliados y enemigos se reunían para honrar a los muertos, evocar los trágicos errores y exponer las lecciones de la historia. Muchos de los actos conmemorativos de nuestras peores catástrofes son momentos ejemplares de la escuela de convivencia. Bálsamo de historia para males actuales. Reconforta además en estos tiempos ver a líderes políticos en el ejercicio de un papel de incontestada dignidad. Ayer fue el caso. Enemigos de antaño desgranaron juntos el mensaje de aquel terremoto de la humanidad que, en cuatro años de guerra y con muchos millones de muertos, enterró a la civilización que lo había provocado. Y dio vida a nuevas formas de pensar, sentir, crear, mandar y matar. Enterró el viejo orden, autoridades, tradición y jerarquías y engendró nuevas ideas que habrían de prolongar la devastación durante muchas décadas más, alguna de ellas hasta prácticamente nuestros días. Estas ceremonias deberían ser material obligado, como instrumentos que confieren cohesión en la memoria, en todas las escuelas de esta Europa. En una unión en la que casi lo único que hoy es común a todos procede de América.

Desde los encuentros de Kohl y Mitterrand o de Gorbachov con Reagan hasta un Willy Brandt arrodillado en el gueto de Varsovia… son muchos ya, a lo largo de sesenta años de construcción pacífica de Europa, los hitos en la reflexión, la memoria y la reconciliación entre enemigos en el continente del pasado más violento del planeta. La cultura del luto, del recuerdo a las víctimas, el memorial a la culpa propia, el perdón a la ajena y el sufrimiento común, es la forma más eficaz de educar en la paz y de prevenir en el odio. Será más necesaria aún para estas generaciones cada vez más alejadas del testimonio vivo de las tragedias europeas. La ignorancia del pasado no es igual en todas partes. Como no lo es la falta de sensibilidad hacia la historia. Así, fueron muchas las televisiones públicas en Lieja, pero no TVE, pese a la presencia de S. M. el Rey. Cierto que no participamos en aquella guerra. Pero la importancia de la pedagogía política de estos actos no depende de eso. En el respeto mutuo entre contendientes y también la empatía por el antiguo enemigo había dado España lecciones al mundo en la Transición. Después ha destruido gran parte de ese orgullo con el delirio revanchista en la pasada década. Es otra lección de la fragilidad de la convivencia incluso en una sola nación.

Todos debemos ser conscientes del éxito incuestionable de esta paz sin precedentes en Europa desde 1945. Aunque hasta 1989, por la dictadura soviética en el este, solo parte de ella fuera libre. Como debemos ser conscientes de la posibilidad de perder esta inmensa fortuna que es Europa, una comunidad multinacional que ha logrado ser próspera, compasiva, solidaria, unida y libre como ninguna otra jamás antes ni ahora. Como sonámbulos fueron los emperadores, políticos y militares en 1914 a una guerra que jamás hubieran imaginado. Enloquecidas fueron las ideologías criminales 25 años después a despedazarse sobre los cadáveres de las democracias. Y la Europa actual, frágil y débil no es inmune al delirio ni a la autodestrucción. Evocar las amenazas y las tragedias es la mejor forma de reafirmar convicción y voluntad de defender nuestro sistema libre de sociedad abierta de sus muchos enemigos.

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