LOS ISRAELÍES CIERRAN FILAS EN TORNO A LA OFENSIVA CONTRA GAZA
Por HERMANN TERTSCHABC Jueves, 31.07.14
Netanyahu sabe que pagaría muy cara una retirada sin haber
desarmado a Hamás
En
la frontera «En cuanto nuestros hijos se echan a andar, aprenden a correr hacia
el refugio con prisa y sin pánico»
Más
bombas ayer, más sangre y más muertos en la plaza de un mercado en Gaza y en un
colegio. Israel había anunciado un alto el fuego de cuatro horas, Hamás lo
había rechazado. Hay muchas voces que dicen que esos alto el fuego solo sirven
para confundir y llevar a la gente confiada hacia la muerte. Hamás se ha
reafirmado en sus objetivos y voluntad de combate. Mohammed Deif, líder del
brazo armado de Hamás, insistió en que «no habrá alto el fuego sin
levantamiento del bloqueo». E Israel ha dejado claro que no habrá fronteras
abiertas sin desarme de Hamás. Ni habrá fin de la operación hasta que sean
destruidos los túneles y los depósitos de cohetes.
En Israel, las voces
críticas con Netanyahu han callado. Mientras dure la operación tendrá un apoyo
sin fisuras. Entre los estudiantes el respaldo es de un 97%, según un sondeo de
ayer. Sabe el primer ministro que pagaría muy cara una retirada sin haber roto
de forma decisiva la capacidad militar de Hamás.
Si el apoyo es
general en Israel, en ningún sitio es tan ferviente como en Sderot, la villa de
25.000 habitantes que en algún punto está a menos de un kilómetro de la
frontera de Gaza. En las lomas del extrarradio están los tanques que disparan a
objetivos marcados desde el interior. En ese mismo campo se han descubierto
varias salidas de túneles. En uno se mató hace poco a trece miembros de Hamás a
punto de entrar en un kibbutz. «Nosotros vivimos así desde hace muchos años.
Nuestros niños están educados para crecer sanos pese a las bombas. Pese a las
alarmas a diario. Nada más aprenden a andar aprenden a correr hacia el refugio,
con prisa pero sin pánico». El refugio es parte de la vida en Sderot. En el
kindergarten como en el colegio hay salas fortificadas, como en las casas,
oficinas o en la calle donde las paradas del autobús son un búnker. «Nosotros
somos la primera línea de frente del mundo civilizado, estamos en la trinchera.
Pero todo Israel no puede vivir así, bajo las bombas, permanentemente». Quien
así me habla es el alcalde de Sderot, Alon Davidi. Que no tiene duda de que la
operación tiene que seguir. Y no puede ser una más. Para que dentro de meses o
un par de años, Hamás esté igual. Aquí somos judíos llegados de Irán e Irak,
también marroquíes. Israel nos ha protegido y protege. Nosotros protegemos a Israel».
En la plaza central, estelas funerarias recuerdan a cada ciudadano de Sderot
muerto por cohetes. Todos los hombres en edad militar andan armados. «Aquí es
siempre así, no solo ahora que estamos en guerra».
«Acabar con Hamás»
El hospital Saroka es un espléndido complejo ultramoderno en
la ciudad pujante en el desierto del Neguev, que lleva el nombre de Beersheva,
del asentamiento fundado por Abraham junto a un pozo. «Por esto se llamó a este
lugar Beersheva, porque allí juraron los dos» (Génesis 21, 31). Allí llega la
mayoría de los soldados heridos en Gaza. Varios han muerto allí en estos días.
A Serkova no llevan heridos palestinos que trasladan a otros hospitales más al
centro y norte de Israel, para evitar que coincidan con los familiares de los
soldados. Hay soldados en gravísimo estado. Pero no hay ni un familiar
dispuesto a parar la operación en Gaza. «Llegamos a esta tierra para
protegernos los judíos. Eso hicieron nuestros abuelos, nuestros padres,
nosotros y nuestros hijos. No sé si mi hijo vivirá. Pero otros lo harán. Nos
fuimos de Gaza y hoy es una base terrorista. Si no acabamos con Hamás no habrá
paz».
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