The Unending Gift

domingo, julio 20, 2014

EL APACIGUADOR CULPABLE

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 18.07.14


Los soldados holandeses condenaron a muerte a los musulmanes

QUE un tribunal holandés fallara el miércoles que el Estado holandés es responsable de la muerte de 300 musulmanes bosnios asesinados por las tropas serbias de Ratko Mladic es una noticia que a muchos llena de satisfacción. Porque aunque condene específicamente al Estado holandés, en realidad condena a todos los Estados que durante cuatro años no fueron capaces de proteger a la población civil en los Balcanes ante la evidencia de las matanzas. Y que solo se dejó llevar a una respuesta al agresor en Bosnia cuando el presidente norteamericano Bill Clinton, en reacción precisamente a Srebrenica, dijo «basta ya». Es una satisfacción para los familiares de las 300 víctimas sobre todo, para todas las víctimas de aquella guerra en general, para la sociedad bosnia y para todos quienes seguimos con los recuerdos muy marcados por la experiencia de aquella bárbara contienda. Aquella guerra la recordamos tanto por la infinita brutalidad y crueldad, como por la indolencia y la eterna equiparación y equidistancia entre víctimas y verdugos de que hicieron gala los países desarrollados tanto tiempo. Que hicieron posible que se alcanzaran esas cotas de ignominiosa fiereza. Que culminaron con aquella bárbara operación de exterminio de las tropas nacionalistas serbias dirigidas por Mladic y su jefe político Radovan Karadzic, pero organizadas y promovidas por el presidente Slobodan Milosevic desde Belgrado. Tras la caída en manos serbias de aquella ciudad el 13 de julio de 1995, que estaba bajo protección de unos 400 Cascos Azules holandeses, fueron ejecutados a sangre fría y enterrados en fosas comunes más de ocho mil varones musulmanes bosnios, entre los doce y los cien años.

Aquello no sucedía en estepas desérticas remotas. Sino en una guerra que cosechaba desde hacía cuatro años todo el interés mediático del mundo. Y cuando desde 1991 se venían produciendo los más bárbaros crímenes de guerra contra civiles, especialmente por las tropas del general Mladic. Hacía ya tres años de las primeras grandes operaciones de limpieza étnica en Foca y otras ciudades de Bosnia oriental que habían llenado los ríos de cadáveres flotantes. Pero en esos cuatro terribles años hubo mucho empeño por no identificar culpables. Hubo mucho esfuerzo por no ofender a quienes habían provocado la guerra y que, como la tenían preparada y contaban con gran superioridad de fuerzas, la iban ganando. Muchas cabezas cínicas en muchos despachos poderosos apostaron por una rápida victoria de los peores. Para que así volviera a haber calma. La ley del mínimo esfuerzo y sacrificio. Había que estar allí por la opinión pública. Pero hacer frente al agresor poderoso era otra cosa. Era la cristalización de esta Europa otra vez incapaz de estar a la altura de las circunstancias, ayuna de decisión y valor, sobrada de excusas, que se doblegaba una y otra vez ante la procacidad, la brutalidad y la falta de escrúpulos de Milosevic. La Europa cobarde escondida detrás de la ONU inútil daba tiempo, espacio y ocasión a las fuerzas serbias a sus conquistas a sangre y fuego. Esta condena a esas tropas tan europeas como las holandesas es una condena a la obsequiosidad ante el criminal y la pasividad ante el crimen. Los soldados holandeses condenaron a muerte a los musulmanes al entregarlos a sus verdugos. Y lo hicieron para no tener conflicto con estos. Por el bien de su armonía con las tropas serbias bajo Mladic célebres ya por criminales, los holandeses no intentaron mantener a los musulmanes, algunos casi niños, bajo su custodia. Ahora han sido condenados los apaciguadores. Como corresponsables del crimen. Ese es el gran triunfo de esta sentencia. Quienes no hacen frente al crimen se hacen corresponsables del mismo. Ni más ni menos. Tomen nota.

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