DE LA NOMENKLATURA A LA CASTA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 15.07.14
Lo de «la casta» se ha puesto de moda en España como insulto
colectivo, arma arrojadiza para descalificar
CUANDO cayó el muro hace ahora un cuarto de siglo y se
hundió el régimen soviético en toda Europa, el sistema comunista había
alcanzado su cota absoluta de desprestigio. Había muy poca gente en el mundo,
marginados, obcecados y fanáticos, que discutiera los crímenes y el fracaso
general de aquel sistema que, prometiendo justicia, bienestar y felicidad,
había alcanzado la máxima arbitrariedad, la más terrible miseria y un océano de
dolor, muerte y sufrimiento. Pero no siempre había sido así. Cuando ya eran bien
conocidos muchos de sus crímenes y abusos en la posguerra europea, había muchos
millones de occidentales que querían sustituir sus democracias por regímenes
soviéticos y muchos y muy destacados intelectuales defendían aquel sistema a
pesar de la sangre y la tortura. El desprestigio real del comunismo no vino
tanto por sus crímenes como por su fracaso económico, su ineptitud ante la
modernización y la revelación de su monumental hipocresía respecto a la
justicia social, su corrupción, su esencial amoralidad y el enriquecimiento de
sus líderes. Dos libros marcaron el cambio de actitud frente al régimen, tanto
dentro como fuera. El primero fue «La nueva clase», publicado en Occidente en
1957. Un terremoto. Lo escribió aquel admirable luchador y pensador que era
Milovan Djilas cuando rompió definitivamente con Tito y entró en la cárcel. «La
nueva clase» denunciaba una clase privilegiada y explotadora en el socialismo
real, implacable gracias a los mecanismos de la pretendida dictadura del
proletariado. El segundo fue el de Michael Voslensky, un historiador y
economista del Comité Central del PCUS, que aprovecha un viaje a Viena para
quedarse en Occidente y escribe en 1980 «Nomenklatura». Otra bomba. En ese
libro se desmantela la falacia de esa sociedad del socialismo real en la que
supuestamente han sido superados los antagonismos. Y se desnuda toda la inmensa
estafa de unas clases dirigentes que aprovechan la falta de libertades para
explotar a todos los demás con una brutalidad que en el capitalismo occidental
ya era inaceptable décadas antes.
«La nueva clase», «Nomenklatura». Para la trilogía faltaba
«La casta». Lo de «la casta» se ha puesto de moda en España como insulto
colectivo, arma arrojadiza para descalificar. Aquí no hay intención de definir
ni explicar nada. Pero se pretende el mismo efecto, la deslegitimación de todo
el sistema. Y a velocidades actuales. Lo que tardó décadas en calar para el
justificado desprestigio del régimen comunista debe conseguirse aquí en meses
para dejar sin defensas al régimen democrático. Antes de las próximas
elecciones. «Casta» es lema de arenga de combate. Se trata de incluir en esa
«casta» detestable y detestada a todos los miembros de una clase política a la
que se tacha de podrida en su integridad. Que esto sea incierto es lo de menos.
Que este sistema tenga mecanismos de depuración que no tenía el soviético
tampoco importa. Lo importante es que se apela a todos los afectos y
sentimientos heridos en una sociedad en crisis y se propone, no soluciones,
sino ante todo venganza. Y no ya contra los políticos, sino contra el sistema
con sus instituciones. Motor fundamental en esta espiral del odio contra la
«casta» de políticos y ricos indistintamente aunque haya políticos muy pobres
y ricos muy apolíticos es el resentimiento. En realidad es la envidia, el más
poderoso combustible vital para gran parte de los españoles. Que los
principales promotores y beneficiarios de esta campaña sean gentes que proceden
y son financiadas por una Nomenklatura real, la cubana y la venezolana, solo
añade algo de sarcasmo a un proceso tan amoral y tramposo como peligroso, quizá
letal, para nuestra democracia, nuestra convivencia y nuestras libertades.
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