The Unending Gift

viernes, octubre 17, 2014

EL ÉBOLA Y NOSOTROS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 17.10.14


La carrera estelar del virus llegado de la selva estaba por llegar. Para acabar con el desprecio que infundía en Occidente

FUE a principios de año. Acababa de identificarse el brote epidémico del virus del ébola. Ya era una epidemia que había saltado de Guinea a Liberia y a Sierra Leona, después lo haría a Nigeria y Costa de Marfil. Entonces ya pensé que no había en el mundo mayor prueba de arrojo, de vocación de servicio y amor al prójimo que acudir a aquella región desde cualquier otro punto del globo. Viajar a aquella región era mucho más que heroísmo. Para enfrentarse a un enemigo invisible que acecha en todas partes, un virus cuya virulencia destructora te destroza las entrañas en días sin que haya vacuna o remedio eficaz que lo frene, letal en un altísimo porcentaje. Ni las guerras más activas tienen la capacidad de generar más terror que esa enfermedad. Que hasta hace pocas semanas se extendía por los países del golfo de Guinea sin inquietarnos nada en el Primer Mundo. Todo el mundo se sentía seguro lejos de allí. Casi nadie tenía la mínima intención de aparecer por allí. Mis héroes, los gigantes morales que dejan cómodas clínicas en ciudades norteamericanas y europeas para irse a chabolas en las que no hay sitio ni para morir, son muy pocos. Los pocos españoles entre ellos, por cierto, son vilmente vejados en España por el mero hecho de hacer el bien creyendo en Dios.

Era ya la epidemia más grave jamás habida desde que se descubrió en 1976 en Congo y se le dio el nombre de un río cercano a las aldeas en que mataba a la población. Porque en los primeros meses de 2014 abandonó su escenario en brotes anteriores, que era el mundo rural de África central. En las ciudades, el hacinamiento, el contacto permanente, la falta de higiene, la ausencia de alcantarillado, lo convirtieron por primera vez en un gran drama. Pero la carrera estelar del virus llegado de la selva estaba por llegar. Para acabar con el desprecio que infundía en Occidente. Demostrado por el hecho de que nadie intentara en cuarenta años producir una vacuna. Si no había dinero para la malaria que afecta a millones, ¿cómo la iba a haber para una enfermedad de pocos cientos o miles en el último rincón de la selva más ignorada? Eso se ha acabado. El ébola ha triunfado en el mundo y ya nos anuncian que la vacuna estará lista este próximo año. El virus ha hecho su entrada triunfal en el mundo desarrollado. Esta en Broadway. En los luminosos de Times Square, dominados por lo que solo es aparente oxímoron: pánico contenido. Nadie quería ir a combatir al ébola porque nos sentíamos muy seguros en casa. Y fue el virus el que vino. Y convierte la visita en parábola de todos los males de la sociedad occidental. Que su cobardía, su comodidad y su desprecio al sufrimiento ajeno multiplican todos los problemas de los que huye. El ébola nunca va a ser epidemia en países desarrollados, aunque mate aun a individuos en EE.UU. y Europa. Pero ya ha expuesto nuestra mayor miseria, el miedo de los afortunados. Todos andamos llenos de miedos concretos y difusos como individuos. Pero es el miedo colectivo que nos convierte en ovejas aterradas el que debiera llenarnos de vergüenza. Debiera darnos espanto ese terrible efecto del miedo que convierte a una sociedad en un inmenso rebaño de seres indignos en fuga que se desentienden del prójimo inmediato. Más aun cuando minorías en la cumbre de la infamia siempre utilizan esas estampidas de pánico para fines políticos. Por desgracia en España lo consiguen con frecuencia. Nuestro miedo nos deja así siempre a merced de los peores.

1 comment(s):

Cuanta verdad

By Anonymous mizu, at 8:59 a. m.  

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