SUICIDIO POR VENGANZA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 30.12.14
De consumarse el desastre, el norte buscará una salida
propia; el sur se podría desperdigar en Estados más o menos fracasados, ya al
margen del Primer Mundo
«PUDO
haber salido bien». Esta es la peor frase imaginable, dicha dentro de una
década o dos y en referencia a la crisis europea. Entramos en ella hace un
lustro y en ella nos jugamos el futuro de los europeos para este siglo. «Pudo
haber salido bien» sería el lapidario juicio que lo diría todo a próximas
generaciones sobre lo que pasó en 2015 y los años siguientes. Explicaría lo que
pudo ser y no fue: un proyecto para salvar a Europa de la irrelevancia y
marginalidad y mantenerla en el mundo como un actor respetable al mismo nivel
que las potencias tradicionales o emergentes. Es una trágica paradoja que el
nuevo torpedo contra la línea de flotación de la Unión llegue cuando algunos de
los países más frágiles parecen retomar equilibrio y rumbo.
Porque lo peor de la
crisis puede comenzar ahora. Cuando incluso en Grecia los esfuerzos ya hacen
vislumbrar resultados. Puede ser tarde. Puede que la paciencia fuera
insuficiente. O que no hay paciencia suficiente en la actual cultura mediática
de la urgencia. ¿Cuánto sufrimiento puede demandar un esfuerzo de salvación,
cuando no se ha sufrido el dolor de la catástrofe de la que ha de salvarse? ¿Es
culpable del sufrimiento quien creó la situación insostenible con un gasto
jamás cuestionado por el pueblo? ¿ O lo es quien intenta crear una situación
sostenible con una austeridad maldita para unas masas vapuleadas por
información y desinformación? Da igual la respuesta. Muchos son los mismos.
Lo cierto es que en
los países pobres de la Europa meridional, la cura de la peste de malos hábitos
ha requerido un tratamiento de choque. Y todo indica que este tratamiento ha
hecho enloquecer al paciente. Que exige la voladura de la clínica. Y un
incendio para aplacar su ira por un agravio real o imaginado. Los países del
norte, con su propio populismo egoísta, preferirán acabar con la comunidad de
propietarios que comparten con los enloquecidos sureños con su populismo de
saqueo. Por mucho que comprendan su drama. Los griegos o los españoles pueden
decidir que, para vengarse de la realidad, votarán a fuerzas que sabotean la
lógica en libertad de la economía, de la sociedad abierta y de la UE. Y que
quieren recurrir a viejos métodos de gobierno, profusamente utilizados en el
siglo XX, que invariablemente generan miseria y muerte. Los suicidas por
venganza no pueden pedir a los demás que enloquezcan con ellos. Ni que les
financien unos delirios que acabarían en hambre y crimen. Ahí puede estar el
fin de la aventura común. De consumarse el desastre, el norte buscará una
salida propia. El sur se podría desperdigar en Estados más o menos fracasados,
ya al margen del Primer Mundo.
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